17 de octubre de 2005

Crepúsculos









Son instantes breves, de ensoñación, dignos de favores divinos, los que nos regalan los atardeceres. Resulta increíble que toda la paleta de colores, tonos y paisajes que los crepúsculos nos ofrecen sean el resultado de la luz solar y de ocasionales nubes. Elementos tan sencillos pueden, no obstante, ser más ricos y variados que la imaginación del pintor más prestigioso. Nunca me cansaré de contemplar una puesta de sol, soy un enamorado de los crepúsculos casi tanto como del cielo.

Creo que ya lo he comentado alguna vez, pero no me importa: cuánto bien nos haría si cada día nos parásemos, entre nuestros ajetreados quehaceres y la incesante vida doméstica, a disfrutar de un crepúsculo. Quizá veríamos los problemas menos trágicos, las dificultades más fácilmente superables, y quizá sería el primer paso hacia una reconciliación, una tregua, o una paz.

Creo que el cuadro más bello y más versátil que jamás hayamos visto lo tenemos día tras días ante nuestros ojos. Contemplémoslo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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