4 de julio de 2011

Encanto...



El de la noche, por supuesto. Sólo ella lo tiene en propiedad. La noche es misterio, es incógnita; es lo desconocido. Toda vida termina en noche eterna; y toda noche no vivida es una parte del alma que muere.

¿Qué mejor alimento en una cálida noche de verano que degustar la propia nocturnidad, los mosquitos, la brisa marina, el abrazo de la mujer querida (o el hombre, o ambos...).

Echo la mirada hacia arriba y, tras el cortinaje nuboso y ese disco refulgente, blanco y espeso, de la que nos mira y sonríe, aparece detrás la reunión familiar de luciérnagas estelares... y se me eriza el vello y siento un escalofrío. Siempre me pasa, aunque lo haya hecho mil millones de veces. No puedo evitar notar el vértigo, y me conmueve esa belleza puesta ahí, como un regalo bendito, para contemplación de ojos ansiosos por conocer.

Levanto mis brazos, que aún conservan su rubor, y trato de abarcar el hemisferio iluminado. Es imposible, claro, pero siento como si lo lograra. Hago mío ese infinito, lo interiorizo, y después se me escapa, como una mariposa torpemente atrapada se escabulle entre los dedos. Vuelve el vacío, se desvanece la plenitud, y entonces la magia desaparece.

Te extiendes sobre la hierba. Vuelves a mirar hacia arriba, y es cuando te ves a ti mismo, reflejado, manifestado, presente allá. La magia ha perdurado, después de todo; está en ti. Lo allá situado, y lo íntimo, lo tuyo, ya no está separado. La dicotomía ha estallado; nada queda entre aquello y tú.

La noche irradia, en tu interior. No te marches sin, antes, devolver a la nocturnas notas de esa música que brota de la tierra los últimos acordes, que cantan una unión largo tiempo ansiada. La noche te ha engatusado. Eres suya. Y lo disfrutas.

El encanto ha roto las distancias, y los mitos. La narración del futuro empieza aquí. Espacio, tiempo, ser y destino. Nunca más veas la noche como extraña, como algo externo, objetivo, dado.

Sólo vive aquí (aquí...) dentro. Y, con ella, alumbramos el porvenir. Todos los deseos nacen en su seno.

Vivid la noche, a nuestra manera.

Y, así, resucitaréis.

(Imagen: El Hermitaño)