4 de marzo de 2008
El universo en un rompecabezas
Una imagen, el escenario de una batalla entre dos navíos del siglo XVIII descompuesta en mil pedazos, marca el inicio de la aventura.
No se trata de ir a ninguna parte, sino de permanecer quieto ante ese mosaico de pequeñas piezas revueltas y crear algo que antes no existía. Parece trivial, algo infantil, inapropiado para mentes sofisticadas y elevadas que se empapan de librotes escolásticos y kantianos; y sin embargo, ese rompecabezas naval invita a palpar sus encantos, a buscar el retrato arquetípico, buceando entre grises, negros y ocres, porque su llamada es como el retorno al cosmos puro y encantador de una época ya vencida: la de olvidar el mundo y lo que se mueve con él, desapareciendo a su vez el tiempo, verdugo de la vida. Y es una llamada poderosa.
Imbuido en el placer de un buen puzzle, estás más allá de todo, y nada existe más allá de ti. Y, poco a poco, la creación toma forma. Pero el deseo no es, no debe ser, concluir. La imagen reproducida es un calco, un simple clon de cartón, una caricatura, y así, carece de valor. Por ello, también carece de todo sentido. Como el arte, lo que cuenta es el proceso. Hay ciertos creadores que, tras un prolongado y denodado esfuerzo, destruyen su obra; sienten la necesidad del desapego, de separar arte y artista y dar sentido al mero acto de crear.
Así nosotros, una vez la aventura llegue a su fin y coloquemos la última pieza, sólo necesitamos echar un rápido vistazo a la estampa duplicada, para a continuación estrujarla, desintegrarla. Nada de marcos, nada de recuerdos siquiera, esa imagen debe morir, su destino es volver a ser, sólo, un amasijo caótico de piezas multicolor.
Y tras ello, superada la catarsis, quedaremos a la espera de otra invocación.
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2 comentarios:
El Universo surgió de ordenar el caos. Y hacia el desorden vamos.
Sí, y un rompecabezas es la forma ideal de revertir la tendencia a la entropía... :)
Gracias por la visita, un saludo.
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