15 de julio de 2014
Ofrenda
Si hay algo que deseo profundamente que crezca en el huerto, que desarrolle frutos bellos y grandes, sabrosos y dulces, ese 'algo' es la sandía.
Aprecio todo por igual, todo lo que, echado a la tierra, brinda alimento, por escaso o poco rico que esté (desde la albahaca a los tomates, desde los pepinos a las cebollas, o desde las lechugas a los cacahuetes)... pero, las sandías, son especiales.
Quizá por ser tan vulnerables al "poll", como decimos aquí, quizá por crecer (si así lo desean los hados...) tan rápida y espléndidamente, hasta adquirir tamaños enormes y pesos de varios kilogramos, quizá porque es una de las plantas más delicadas y que más cuidados y mimos requiere (o eso creo...).
O, quizá se deba, sin más, al placer inigualable que produce llegar a casa todo sudado, cubierto de polvo y de cansancio, tras una mañana bajo el sol de verano (aunque últimamente no son muchas las mañanas así y hago bastante el gandul..., sí, tengo que reconocerlo), abrir la nevera, sacar un par de rodajas frescas de sandía, roja, con pepitas (sí, la sandía, la buena, la de siempre, ''debe'' tenerlas...) sentarte en el suelo (una excentricidad mía...), ver acercarse a los gatos... y zamparte esa delicia de agua y fructosa, tal vez con un poco de pan (hábito herencia de mi abuelo... a quien le doy las gracias por revelarme esa jugosa combinación).
No conozco otro modo mejor de recuperar líquidos, fuerzas, energías, de sentirte vivo y lleno de vigor, otra vez.
Y todo gracias a unas pequeñas plántulas que, debidamente tratadas y acariciadas y, con la venia de la Providencia (que puede ponerse de nuestro lado... o no), surgen, germinan, brillan, irradian y, finalmente, nos obsequian con un apetitoso bocado, el mejor que el verano nos puede proporcionar.
Y, además, sin tener que ir a comprarlo. Es llegar al huerto, cortarlo y, de ahí, a la boca.
¿Puede haber algo más satisfactorio?
(Imagen: El Hermitaño)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Y curiosamente leo tu entrada mientras me zampo media sandía a cucharadas.
Pues sí, el verano y sus frutos son una auténtica delicia. Y por aquí por el norte, aún más.
Disfruta, dis-FRUTA siempre! :)
¿A cucharadas?
Yo prefiero meter mi boca en la rodaja... hincar el diente y que el jugo chorree en el plato. Es todo muy cochino, lo reconozco, pero también un gustazo :)
Un beso tan jugoso como la sandía (:P)y un abrazote... y a seguir, en efecto, dis-FRUTA-ndo! ;)
Publicar un comentario