23 de agosto de 2005

Recuerdos de un Camino aniquilado

El año pasado, más o menos por estas fechas, terminaba mi recorrido de casi 700 km a pie entre Pamplona y Santiago de Compostela. El "Camino", que tanto me había fascinado en años anteriores por los sueños de libertad, silencio, pureza y autoconocimiento que representaba, concluyó sin embargo de una forma muy poco gratificante. ¿Por qué?

Todo fue perfecto desde la salida, cuando abandonamos (yo y un compañero 'blogero' que reside en un alta torre...) Navarra y nos adentramos en La Rioja y más tarde en la inmensa Castilla y León. Ésta última comunidad alberga, a mi juicio, todo lo bueno que el peregrino puede esperar del 'Camino': paz, paisajes inmensos, serenidad, dificultades físicas enormes, tiempo para reflexionar, etc.

Pero una vez alcanzamos el límite con Galicia la cosa cambió. De repente surgieron de todas partes peregrinos y más peregrinos, una multitud interminable de ellos, que se agrupaban en largas colas en las que sobresalían los báculos, las mochilas (algunas extrañamente livianas) y las "rianxeiras". Aparecieron como de la nada y debido a su número increíble (no había apenas momento en que no los vieras por delante o por detrás de tí) el Camino se desintegró. La masa siempre arruina lo bueno de todo; unos pocos pueden hacer daño pero la esencia sigue siendo la misma. En cambio, cuando se trata de multitudes (aunque sean respetuosas, que en el caso del Camino no lo fueron), la esencia se evapora, porque esa multitud mutila el significado mismo que adquiere cualquier cosa, sobretodo si se trata de algo tan personal como el Camino de Santiago.



Esto no puede ser más evidente en el caso del Camino; la singladura andariega tranquila, silenciosa e individual es la base, la sustancia del mismo Camino; entenderlo como una actividad física (había quienes hacían carreras por llegar antes a los albergues...) o como unas vacaciones baratas (hubo quienes nos dijeron que era a eso a lo que íban...) causa una total destrucción de la idiosincrasia del mismo.

Supongo que muchos de los (supuestos) peregrinos que empezaron en Galicia o en los límites con Castilla y león lo hicieron porque al llegar a Santiago les daban la "compostelana", que te acredita como peregrino que ha efectuado los últimos 100 kilómetros del recorrido a pie. No obstante, si la mayoría de esos "Camino-turistas" entendieran siquiera una mínima parte del significado del Camino no darían ninguna importancia al papelito de marras, sino que recordarían y valorarían mucho más los días de esfuerzo, las vivencias, la gente con la que te cruzas y todo aquello que has aprendido de los largos y duros días de voluntaria caminata.

El Camino de Santiago se ha convertido en una empresa de turismo masivo, en algo nuevo que hacer cuando te cansas de hoteles, apartamentos y playas, en algo que haces para cambiar la rutina de tus vacaciones. La maravillosa naturaleza del peregrino, dispuesto a todo con tal de mantenerse en la senda y alcanzar la meta, ha mutado ahora grotescamente, hacia niñatos de gimnasio y domingueros de bajo sueldo.



Los verdaderos peregrinos, aquellos que anhelaban encontrar todo menos el maldito mogollón y la mediocridad humana, tuvieron la suerte de espaldas en el verano de 2004. En mi caso, con unas ampollas del tamaño de naranjas (las hecho mucho de menos, no os creáis...), sufrí mucho más al ver el lamentable estado del Camino en su parte final que por los dolores que aquellas me causaban. Uno puede esperar a la masa en la costa de Ibiza, en un concierto o en un estadio de fútbol, pero nunca en albergues destinados a aquellos que se buscan a sí mismos, para los que sienten la llamada de la autoexploración o, simplemente, para aquellos que no pueden hacer nada más que continuar siguiendo su propio Camino, el verdadero.

Así que si queréis mi humilde opinión y sentís deseos de iniciar el Camino, hacedlo hasta Astorga o Ponferrada, y sobretodo fuera de los años xacobeos, en septiembre u octubre (o mejor incluso, viajad de noche, alumbrados por nuestras amigas las estrellas... .) De lo contrario no encontraréis nada ni remotamente parecido aquello que los antiguos denominaban "Camino de Santiago".

Es triste, pero en esta sociedad la masa es quien manda.

4 comentarios:

arbiera dijo...

Muy bueno, Hermitaño.
Un abrazo.

chusbg dijo...

Pues creo que tienes toda la razón esto del Camino sirve lo mismo para un roto que para un descosido, no digo yo que esté mal pero convertilo en una verbena pues lo aleja del sentido que creo yo que debía tener. De todas las maneras aunque yo no lo he hecho, debe de ser una buena experiencia.
Saludos

elHermitaño dijo...

Es una experiencia extraordinaria, amigo chusbg, y lo sería a un nivel mucho mayor aún si quedáramos todos de acuerdo en no masificarlo.

Os lo recomiendo sin ninguna reserva (aunque con las matizaciones que hice en el post), porque es algo maravilloso. A uno el Camino puede cambiarle la vida, no lo dudéis, vale la pena.

Saludos y gracias por seguir ahí.

Anónimo dijo...

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