Para evitar que en estos días, de estudio ininterrumpido e intensivo, la locura total y absoluta haga más mella en mí de lo habitual, no hay nada mejor que la lectura; quizá sea lo único que te permite, de verdad, olvidarte de todo, al menos durante unos minutos, y dejar que el intelecto y el alma ondeen todo lo alto que se merecen, liberadas de las ataduras de la obligación.
Por lo tanto, entre los ratos de estudio, el hermitaño lee. ¿Qué?, ¿a quién?. Bien, primero un poco de Borges; alguno de sus relatos, como "La biblioteca de Babel" o bien "El hacedor", o el archiconocido "El Aleph". Da igual que lo lea una o mil veces; sea como sea, Borges siempre acaba sorprendiendo. De sus Narraciones hice un brevísimo comentario en mi diario, ayer: "el volumen de relatos de Borges ha sido, para mí, un descubrimiento maravilloso, una obra maestra literaria, por la originalidad, su enorme inteligencia y el anonadante contenido. Esto es literatura a un nivel superior, no apto para quienes buscan historias convencionales o un estilo sencillo y sin connotaciones". Me reafirmo en ello. Borges se inventa su propio Universo, de una pasmosa imaginación, en el que deja caer, como si no lo quisiera, un mar de preguntas, de dudas y de temas filosóficos, intelectuales. Literatura superlativa, en suma.
Luego, cuando me 'aburren' los análisis sintácticos o los la población humana histórica, entro en la poesía, en este caso de Vicente Aleixandre (Poemas paradisíacos). Aunque no suelo devorar poemas con tanta gracia como novelas, ensayos o textos divulgativos, siempre me produce un placer enorme entrar en ese nuevo Cosmos que supone el mundo visto a través del sentimiento poético. Son poemas breves, los de Aleixandre, y esos son precisamente los que más aprecio; en pocas palabras, todo una nueva forma de captar la realidad (o la irrealidad, o la fusión entre ambas...), el ser humano y sus encuentros con la vida.
Por último, antes de mecerme al ritmo de las estrellas, digiero un poco de divulgación; abro "Agujeros de gusano cósmicos", obra de Paul Halpern sensacionalmente escrita, fácil de entender y muy estimulante. En ella se hace referencia a los viajes en el tiempo, a su posibilidad física y teconológica. Menciona la hipotética viabilidad de viajar a través de distancias enormes (prácticamente de lado a lado del Universo, si es necesario), empleando para ello agujeros de gusano, una especie de túneles cósmicos que facilitarían el tránsito interestelar, en tiempo y en espacio. Con ello, en un futuro remoto (o quizá no tanto...), es factible la idea de ir hasta otros sistemas planetarios, con vida inteligente, tomar un té con nuestros vecinos de Aldebarán, y estar de vuelta en casa antes de la cena.
Ante estos universos literarios, es dificil resistirse, por muy importantes que sean ciertos estudios. La lectura, la verdadera, aquella que enciende el intelecto y el corazón, es el alimento del alma. Y el alimento del alma no conoce de obligaciones, sólo de disfrutes, de placeres y de sensaciones únicas, que producen las lecturas impuestas tan sólo por uno mismo.
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