18 de septiembre de 2006

Nuevas luces



Recién recuperado de un duro (durísimo) proceso febril, acompañado por unas diarreas verdaderamente insoportables y de cuya experiencia carecía, hoy, cuando hace justo una semana que el periplo de trabajo ha terminado, me siento en una piel distinta.

Concluyeron los días de rutina, aquellas jornadas estivales previsibles y uniformes. Ahora regresan los momentos de improvisación, de decidir a cada instante qué es lo que se desea hacer, qué estímulo tener y hacia dónde querer ir. Vuelven, por tanto, los días de libertad, en los que sólo yo decido.

Tras los meses de cárcel que supusieron, desde octubre de 2005 hasta febrero de 2006, una atrofia total de mi vida, y los posteriores periodos de exámenes y el prolongado intervalo laboral, en la actualidad disfruto de cada minuto y cada ahora. Porque hay tiempo para ser, para existir, sin agobios, sin obligaciones, sólo en compañía del Sol, los gatos y los adorados libros.

Además, el sueño de una vida parcialmente ligada al trotamundismo, en virtud de la adquisición de una casa rodante, está cada vez más cerca. Puede que aún resten unos meses, pero de lo que no cabe duda es que se hará realidad; a principios de año la utopía parecía total, inalcanzable, más allá de esta vida. Pero todo llega, y hoy casi oigo ya el siseo de los neumáticos sobre el asfalto y mis manos acariciando el timón.

Atrás quedan las penurias interminables, los momentos de desasosiego y frustración, las rabias y las impotencias; nacen ahora nuevas luces, que iluminarán los momentos de gloria y éxtasis que están por llegar.

Seguiremos, paso a paso, en busca del próximo horizonte.

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