12 de febrero de 2007
Primavera de invierno
Resta aún más de un mes para la llegada de la siempre inspiradora primavera, pero parece hoy haberse anticipado, al brindarnos una jornada llena de calidez y cielos maravillosos.
Me resulta gracioso que mucha gente y muchos medios de comunicación relacionen directamente estos días singularmente calurosos en pleno invierno con el cambio climático. Es gracioso y bastante lamentable, porque la memoria siempre es corta: todos los años sucede algo similar, no hay más que echar la vista atrás y recordarlo. En mi caso, hojeando mi viejo diario he comprobado como casi siempre por estas fechas en el mediterráneo se dan días así, de altas temperaturas y viento seco. Sólo con echar mano de los archivos y las estadísticas uno puede comprobarlo por sí mismo, y aunque pueda ser verdad que un año sea especialmente caluroso, o especialmente lluvioso, a la larga esos extremos se compensan, y pasa siempre, más o menos, lo mismo.
En cualquier caso, hoy ha sido un día perfecto para pasear, quitándonos chaquetas y absorbiendo la especial energía del Sol, energía forjada en sus abrasadores interiores hace ya más de un millón de años, y que alcanza ahora la Tierra, poniendo en movimiento la maquinaria climática como lo ha ido haciendo desde el origen del mismo planeta. Y esa energía, combinada con los factores climáticos propios de la Tierra y las condiciones meteorológicas concretas sobre la Península Ibérica, nos han ofrecido una jornada radiante de luz y color, que semeja la llegada de la primavera, la estación que supone el vínculo eterno entre la muerte y la vida, el ocaso y el renacer.
Aún no estamos en primavera, es cierto, pero yo la siento ya en mi interior. Dejemos, para terminar, que unas palabras de Jack London sean las últimas hoy y antecedan el nacimiento de esa estación tan especial:
"Volvía el sol, y con él despertaba la Tierra del Norte que le llamaba. La vida empezaba a agitarse otra vez. La primavera se sentía en el aire. Llegaba hasta él la pulsación de las cosas vivientes que crecían bajo la nieve, de la savia que ascendía por los troncos de los árboles, de los capullos que hacían estallar la capa de hielo que aún los cubría..." (Jack London, "Colmillo blanco")
(Foto: Jordi Cantó i Garcia; Fotonatura)
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