Hace un tiempo, las bombas cayeron allí, enmedio del desierto y de las casas de adobe. Las promesas y los deseos de unos por hacer que la democracia y la libertad llegaran a ese país cautivaron a la población. Pero quedaron en nada.
Nada importó la vida de las personas, sus risas y sus anhelos de una vida tranquila y alejada de ver los misiles sobre sus cabezas. Volvieron a por ellos, hasta que un todopoderoso ejército, acompañado por unos vulgares combatientes en sandalias y armamento antiguo, tan salvajes como los tiranos que gobernaban el país, destruyó pueblos y ciudades para regocijo de pulcros y bien intencionados jefes de gobierno occidentales.
Tras la masacre y la imposición de una democracia ficticia y vácua, oculta tras su 'burka' aún aunque en teoría no era ya obligatoria, una mujer hablaba con un reportero diciéndole que estaban mejor con los talibanes, que con ellos al menos sabían a qué atenerse. De modo que toda la muerte y destrucción no ha llevado a Afganistán más que un país controlado a medias, bárbaramente aniquilado en sus cimientos y gobernado por un títere amigo de los invasores.
Y eso duele, duele ver que nos han engañado, que se han reído de nosotros, en nuestras propias narices, como si fuéramos estúpidos borregos a los que se puede mentir haciéndole ver que nos lo llevamos de paseo al monte cuando en realidad nos dirigimos al matadero.
No, no importan las vidas o las risas, los niños jugando en sus calles, las madres en casa y los padres vendiendo manzanas y tomates en el mercado. Eso no importa, sólo tiene valor la avaricia y la codicia, la voluntad de verlos a todos bajo el yugo de las bombas, y el deseo, profundo y reverencial, de que siempre haya alguien a quien poder apuntar.
Hace un tiempo, las bombas cayeron allí. Cambió la faz del pueblo, las risas de los niños y el trabajo de los padres. Cambió quien estaba en el poder, se cambió al malo por el bueno. Pero el cambio no llegó más lejos, nadie lo quiso. Muerte, inseguridad y mentiras siguen siendo las reinas de la baraja. Un capítulo más de la constante occidental.
Deberíamos saber que ese no es el camino que lleva a la libertad.
El 'USS Philippine', con ganas de destruir
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