31 de mayo de 2005

Los que saben y los que no

Debe ser triste para aquellos que se lo hayan currado y sean licenciados, o doctorados o dios sabe qué más "ados", no tengan adónde caer muertos. Mientras estudias, todo muy bonito, pasan los años y te ves con esperanzas. Y luego, cuando terminas la carrera, quizá quieras hacer el CAP. Más tarde, si puedes, te dedicas al doctorado, pero entonces ya no te queda nada por hacer, a no ser que empieces otra licenciatura y el ciclo se repita. Y entonces es cuando vienen los problemas que todos conocemos.

Unos acaban en el paro, otros haciendo un curso en una academia, otros se dedican a tirar piedras a los pájaros, y quien puede intenta abrise una tienda, para ser llamado "jóven empresario". ¿Dónde está el motivo de todo esto? Se supone que si alcanzar cierta titulación se te abren las puertas a muchas cosas. Pero hay muchas dificultades. Una de ellas es encontrar plaza allá donde quieras entrar. Otra es, tal vez, si estás dispuesto o no a abandonar el lugar donde vives para conseguir trabajo o si eres de los que espera hallar algo bueno buenísimo a la vuelta de la esquina.

Tanto título, tantas notas buenas, tanto estudio y tantas horas de insomnio y nervios por exámenes y demás y, al final, no se saca nada en claro. Triste. Mucha gente que conocí hace años, verdaderos lumbreras, han optado por las salidas más convencionales y con más futuro empresarial. En ello no hay nada de malo, sólo que me decepciona un poco. Si alguien que sólo con abrir un libro de texto y hojearlo ya lo sabía se limita a hacer ADE, me pregunto cuánto talento y cerebro desaprovechado hay en este mundo (no porque ADE sea algo malo, sino porque podrían haber accedido a otras esferas del conocimiento, esto es todo. Para hacer ADE no hace falta demasiada mollera).


Alumnos en clase. ¿Saber para saber, o saber para aprovar? Posted by Hello

Yo, en cambio, era un desastre estudiando. Pésimo, de verdad. Era uno que casi nunca hacía nada, que llegaba a casa por la tarde y se entretenía con la música o con el ordenador, o con algún libraco de c-f, pero apenas nunca con los libros de texto. Estudiaba por obligación, no por gusto. Ahora, en los últimos años, me sucede lo contrario; no paro de estudiar, aunque nadie me pide que lo haga. Es, simplemente, un deseo de aprender. Y me vuelvo a preguntar cuántos de aquellos conocidos lo harán, cuántos cogerán un libro de Latín, o de Filosofía, o de Matemáticas y lo abrirán esperando descubrir algo que desconocían.

Ellos tienen títulos enmarcados, notas tan altas que casi superan el límite, notas que yo nunca podré soñar, pero me pregunto cuánto saben realmente. Yo no sé mucho más que ellos, si es que llego a su nivel, pero no se trata de eso, en verdad. Se trata de una cuestión mucho más sencilla. ¿Cuánto está dispuesto a aprender una persona? ¿Hasta que te lo marquen tus profesores, hasta que veas el '10' en el boletín o hasta que recibas por correo tu ansiado diploma? ¿Ése es el límite? ¿O el límite viene impuesto por la curiosidad de uno mismo, el ansia por conocer, sin intermediarios burocráticos por enmedio?

Me encantaría saber que todos esos compañeros de aula, tanto los brillantes como los mediocres, sienten interés en continuar su aprendizaje, su constante evolución intelectual. Tal vez pido demasiado, tal vez lo hagan a un nivel mucho mayor que el mío (que tampoco es para tirar cohetes, dicho sea de paso), pero siento cierta tristeza al pensar que, quizá, se han detenido en el umbral de la enseñanza estructurada, que ese especial hormigueo que uno siente cuando aprende algo nuevo muera al terminar el bachillerato o la carrera. No quiero pensar que será así. Es demasiado... eso, demasiado triste.

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