15 de julio de 2006

Horizontes, agobios y desdichas



El blog ha estado dos semanas en blanco, debido a los motivos, siempre comprensibles, del trabajo hostigador y agotador. El verano pasado, cuando inicié el intervalo laboral en el mismo lugar donde estoy hoy, fui capaz de pescar tiempo suficiente para mantener con vida el blog y, además, rescatar mi pasión por la escritura. Pero este año no puedo. Tal vez sea por causa del calor, agobiante, apelmazante, inhibidor de la frescura mental de los meses de antaño, cuando podías teclear horas sin parar y su cerebro no padecía el mínimo síntoma de cansancio.

El caso es que ahora, y ya van unas cuántas semanas, me encuentro huérfano de ideas y falto del espíritu creativo. Incluso llego a temblar cuando tengo intención de ponerme a escribir un artículo o un relato. Tengo miedo a no poder desgranar como en el pasado esas formas de expresión, esas frases divulgativas tan conseguidas o esos párrafos literarios que, sin ser ninguna maravilla, al menos servían para manifestar lo que necesitaba decir. Siento cierta inquietud, aunque sé que es absurda y pasajera, a no alcanzar el nivel (sólo por encima de la mediocridad, por el momento), a no apresar la serenidad y la seguridad que en el pasado disfrutaba.

No obstante, es sólo cuestión de tiempo mi vuelta al ruedo. En el presente 2006, las tareas domésticas primero, los exámenes después y el trabajo en la actualidad, han nublado el horizonte, tan estimulante y fascinador, de la escritura. Pero las nubes no son para siempre; los vientos arrecian con fuerza y tienden a disiparlas, aunque les cueste limpiar el cielo de humedad. Con el paso de los días, a medida que julio deje paso a agosto y nos aproximemos al fin del tórrido verano, los momentos de descando, imprescindibles tras las horas de faena, darán paso a las horas tras el teclado, y con ello se recuperará parte del tiempo perdido (o no tan bien empleado como desearía).

Para entonces, el montón de sucio dinero será mayor, habrá tomado un volumen considerable y estará a disposición, tras unos meses, para dar forma y figura a un sueño de los de antes, que perdura y crece, y que al hacerse realidad sigue existiendo en tu interior. Un sueño que se me escapaba, pero que ahora empieza a acercárseme. Lentamente, es cierto, porque aún restan tramos del camino, los más trabajosos, que hay que recorrer. Pero ya no huye. Está en el horizonte, no más allá de él. Ya se divisa en la lejanía, como un ondulante espejismo, pero es real. Corro hacia él, a su encuentro. Luego, lo que venga.

Quedan 60 días.