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31 de enero de 2009

El cambio y el clima



Hace unos meses se hizo público este Manifiesto acerca del debate (sí, sigue habiéndolo, por fortuna) del cambio climático. En este blog ya he hecho algunas reflexiones al respecto (quien quiera echarles un vistazo que teclee "cambio climático" en el recuadro de la esquina superior izquierda), y aunque no esté completamente de acuerdo con el contenido del Manifiesto en cuestión (por ejemplo, tengo entendido que el CO2, al ser un gas termoactivo, sí puede influenciar el clima de nuestro planeta [al incrementar la temperatura terrestre], y de hecho, lo ha venido haciendo en los últimos cuatro mil millones de años...), me parece loable una iniciativa de este tipo.

Es justo lo que necesitamos rodeados, como estamos, de noticias catastrofistas, horribles futuros, desaparición de grandes ciudades bajo las aguas oceánicas y temperaturas achicharrantes. Puede que estos escenarios acontezcan algún día, y puede que antes de lo deseado, pero la tarea periodística debe ser difundir las investigaciones científicas con el máximo rigor, imparcialidad y ajenos a sensacionalismos y amarillismos. El problema seguirá existiendo mientras un titular con tintes dramáticos sobre el clima esté mucho mejor visto y tengo prioridad a otro que augure dificultades más llevaderas.

Podremos, y haremos bien, en criticar el contenido del Manifiesto. Que coincidamos o no con sus puntos es secundario; lo relevante es disponer de opiniones alternativas y no creer que todos sostienen la misma postura ante un tema de tanto calado, científico, social y político. La discusión es el alma de la ciencia; y ésta muere en cuanto se llega a la unanimidad.

(Por cierto, en Rostros del Cosmos he colgado un artículo acerca de mi particular visión de esta cuestión. Puede ser algo tendencioso, lo admito. Desde luego, estaré encantado de debatir con quien quiera hacerlo... :))

26 de abril de 2007

El cambio climático y algunas rabias



Un paisaje árido como éste podría ser típico en el futuro en muchas zonas de España, si hacemos casos a los vientos dominantes del pensamiento actual. El cambio climático es, ya, una realidad incuestionable e incuestionada. No es el momento de discutir; es el momento de actuar. Hay que parar el cambio climático al precio que sea, es decir, a todo precio. Y cabe hacerlo porque los intereses en juego son grandes. Tanto por parte de quienes lo niegan todo como por quienes aceptan toda noticia catastrofista.


Este tema ha traspasado desde hace tiempo el ámbito científico (si es que alguna vez se ciñó a él) inundando discursos políticos y económicos. Queda bien utilizar el cambio climático en las conversaciones, queda ecologista, verde, queda como símbolo de lo que estamos haciendo las cosas mal y debemos (o, quizá, deben) cambiar sus hábitos. Nos hace sentir partícipes de que movemos el culo por una buena causa, nos tranquiliza la conciencia el reciclado, no coger el coche para ir al súper, apagar de vez en cuando la climatización, o cerrar el grifo al limpiarnos los dientes. Memeces.


El clima es un ente físico de una complejidad extraordinaria. Sabemos bastante acerca de él, pero no todo. Se ha avanzado enormemente en la predicción del clima futuro, y conocemos muchas de las variables en juego, pero no todas. Y esto sí es reconocido por todos los científicos. Las predicciones a 20, 30 o 40 años vista deben ser consideradas como posibilidades, que es lo que son, y no como certezas. A no ser que queramos meter miedo, que nos gusten los titulares sensacionalistas, y hacer creer a la gente que si encienden dos luces en lugar de cuatro van a contribuir a que el cambio climático se neutralice. Cierto es que las predicciones van casi siempre en una misma dirección, que no es la buena, pero ello no debiera impedir verlas sólo como hipotéticas situaciones futuras.


Es dificil hallar fuentes y bibliografía que esté en desacuerdo con las posturas oficiales (como odio esa expresión...). Pero las hay. Y cabe interesarse por ellas si lo que queremos es hacernos con una visión lo más coherente e imparcial que podamos. No existe, pese a lo cacareado del asunto, una opinión científica clara ante el cambio climático. Están los que dicen que sí, que existe, y que además es por la mano humana, y son la gran mayoría, evidentemente. Pero asimismo existen los que opinan que no, aunque estén casi silenciados entre el clamor y los berridos de sus contrarios.


Lo lamentable del tema es que ya casi no importa quien tenga razón, sino hacer ver que ninguno de los grupos merece más credibilidad que los otros. No hay científicos pagados y otros honestos; los de un bando no son los "buenos" y otros los "mercenarios"; los que dicen que sí no son los únicos que abrazan a la ciencia y los que lo niegan no son palurdos sin formación. Nada en esto, como en lo demás, es blanco o negro.

Qué asco me da quienes creen (e intentan hacer creer) que el caso está cerrado. Oigamos a las voces que dicen lo contrario (me refiero a las voces profesionales, no a charlatanes de turno o los magufos anti-ciencia), y hagásmoslo porque el tema del cambio climático está ya más allá de una cuestión de verdad o mentira, de sí o no, de saber quién está en lo cierto y quién se equivoca. Es una cuestión de información, de hacer creer a la gente lo que mejor conviene.

Y esto, por supuesto, tiene muy poco que ver con la ciencia.

23 de marzo de 2007

'Calor glaciar'



En Ciencia, toda discusión es necesaria. Al igual que en la vida diaria, debatir puntos de vista, refutar a tu interlocutor o mantener una sana y pacífica 'disputa' verbal casi siempre tiene consecuencias positivas: aprendemos, intercambiamos impresiones y, quizá, se llega a alguna conclusión, aunque no sea definitiva.

Parte de la buena salud en toda ciencia está representada por los acalorados debates, las enérgicas oposiciones entre colegas y los, a veces duros, rifirrafes que mantienen bandos opuestos. Una ciencia sin debate está muerta, porque su avance se limita a una aceptación general.

Es necesario y deseable, por tanto, que en Ciencia las discusiones, las confrontaciones de pareceres, estén a la hora del día. Habrá, en consecuencia, dos 'bandos' o grupos científicos en toda discusión: los que respaldan una idea, hipótesis o teoría, y aquellos que no la apoyan. La Ciencia no trata certezas, no se interesa por lo que ya está demostrado. Una vez que un conocimiento es aceptado por todos, pasa al cajón de verdades y, como quien dice, se olvida. En los debates científicos los científicos "disidentes" o "heterodoxos" son casi siempre los protagonistas, porque ofrecen un punto de vista distinto y a menudo polémico, que dota de salud y energía a la discusión. Su protagonismo está más que justificado: constituyen uno de los medios por los que la Ciencia evoluciona.

Bueno, el caso es que hoy quería hablar de un libro y estoy divagando horriblemente... . Luis Carlos Campos es un filólogo cántabro interesado por el tema del cambio climático. Como muchos otros, Campos no es especialista en la cuestión, y escribir un libro acerca de la misma sin tener todos los datos sobre la mesa y sin estar familiarizado con el proceder científico es bastante arriesgado. No voy ahora a a analizar el libro de Campos, dado que no tengo la formación necesaria para hacerlo (aunque ya he dado mi opinión sobre el cambio climático en un par de posts anteriores, por ejemplo aquí aquí o aquí; por cierto, mis opiniones sobre el tema han variado desde entonces, aunque esto es algo que trataré más adelante), pero sí que me atreveré a criticar un poco su planteamiento.

Se supone que su libro, "Calor glaciar", es una obra de divulgación científica, y al mismo tiempo un ensayo, en el que su autor nos expone su tesis (la de que el cambio climático existe, pero no en la dirección de un calentamiento, sino hacia una glaciación). A lo largo de sus páginas, Campos se dedica a desmontar, según su opinión, la postura oficial acerca del cambio climático, y ofrece una serie de apoyos bibliográficos que suscriben la suya. Sólo aquellos que dispongan o tengan acceso a esas referencias podrán juzgar si lo que propone Campos es viable o simplemente una hipótesis descabellada, o cuando menos, improbable.

Lo cierto es que un libro no es, precisamente, el mejor lugar para exponer una tesis como la de Campos. Y no lo es porque no hay posibilidad de discusión, que hemos visto constituye un rasgo básico de la Ciencia. Si Campos quería dar a conocer una postura científica, que a su vez critica otras, el mejor lugar para hacerlo es sin duda una revista especializada: uno recoge información, da forma a su hipótesis, la sustenta con evidencias de otros colegas, y la expone ante quienes pueden rebatirla: una publicación científica.

Sin embargo, hay algo que me parece lamentable y no se trata de dónde haya publicado Campos su hipótesis (por cierto, su editorial, ArcoPress, merece un cero en la edición: fotografías oscuras apenas distinguibles, tipografía desigual, revisión léxica y ortográfica deficiente... etc.), sino del escaso acierto que supone que ciertos personajes alejados por completo de la Ciencia estén equiparados en prestigio y rigor a los propios científicos. Me explico: para corroborar su tesis, Campos nos da una serie de referencias científicas muy pertinentes (si son suficientes, adecuadas o falsas, es otra cuestión), referencias que por sí mismas deberían ser suficiente respaldo argumentativo, pero Campos no abandona ahí su lista de "fuentes afines": evidencia gran torpeza intelectual, a mi entender, el hecho de dar una muestra variada y completa de videntes, médiums y sensitivos (entre los que se halla Uri Geller...) que, gracias a sus dotes psíquicas especiales nos revelan la inminencia de una glaciación de funestas consecuencias para la especie humana.

Obviamente, esto resta una enorme credibilidad al libro de Campos y, de paso, hace un flaco favor a los científicos e investigadores que permanecen, contra viento y marea, dentro del grupo de "escépticos" climáticos. Si estamos hablando del clima, de un fenómeno físico y natural, regido por mecanismos físicos, no hay ningún lugar para Geller y compañía, puesto que son de las personas más ineptas e incompetentes que uno pueda hallar si desea obtener información fidedigna del clima. No son expertos, no tienen formación científica, carecen, por lo tanto, de la necesaria preparación sobre el tema, pero lo grave es que un periodista, supuestamente científico, dé validez y relevancia a las conclusiones a las que dichos sujetos llegan, no por investigación, qué va, sino por medio de sus capacidades psíquicas.

Al mismo tiempo, uno puede criticar esa sospechosa aureola 'New-age' que recorre el libro de Campos y aparece en ciertas partes del mismo. No es que esta aureola sea mala en sí misma, es respetable si se da en obras de una cierta clase (en las que abunda el lirismo y escasean las argumentaciones), pero hallarla en un libro de marcado carácter científico da mala espina, porque alguien que desea aportar una opinión razonada y argumentada de un tema científico intenta evitar las divagaciones, digamos, esotéricas. Es como quienes creen que es posible fundamentar científicamente la astrología; se equivocan de parte a parte, dado que es imposible fundamentar científicamente algo que no es científico. No digo que sea falso, irracional o absurdo (que puede serlo, y ello merecería un análisis aparte...), sino que no podemos dotar de ropajes científicos lo que no es posible analizar por medios científicos.

El último párrafo del libro de Campos resume bastante bien ese 'deje' de nueva era de que hablo: "Hay serios motivos y una copiosa base científica para afirmar que nos encontramos en el umbral de una Nueva Era y que va a ser precisamente el cambio climático quien ya no está adentrando en UNA MUTACIÓN GLOBAL Y PLANETARIA (mayúsculas suyas). Entropía y Sintropía, caos y evolución, se servirán de nuevo del Frío Hielo -en forma de polvo cósmico, cometas, Nubes y nieve- para cumplir el Misterioso Plan por el que la Naturaleza asciende en Cósmica Espiral hacia la máxima expansión de la Conciencia".

Uno llega al final del libro sin saber muy bien si lo que se debatía eran el cambio climático y las glaciaciones o cómo el hielo afecta a la conciencia y permite su desarrollo hacia formas espirituales más sofistiadas... (sic)

12 de febrero de 2007

Primavera de invierno



Resta aún más de un mes para la llegada de la siempre inspiradora primavera, pero parece hoy haberse anticipado, al brindarnos una jornada llena de calidez y cielos maravillosos.

Me resulta gracioso que mucha gente y muchos medios de comunicación relacionen directamente estos días singularmente calurosos en pleno invierno con el cambio climático. Es gracioso y bastante lamentable, porque la memoria siempre es corta: todos los años sucede algo similar, no hay más que echar la vista atrás y recordarlo. En mi caso, hojeando mi viejo diario he comprobado como casi siempre por estas fechas en el mediterráneo se dan días así, de altas temperaturas y viento seco. Sólo con echar mano de los archivos y las estadísticas uno puede comprobarlo por sí mismo, y aunque pueda ser verdad que un año sea especialmente caluroso, o especialmente lluvioso, a la larga esos extremos se compensan, y pasa siempre, más o menos, lo mismo.

En cualquier caso, hoy ha sido un día perfecto para pasear, quitándonos chaquetas y absorbiendo la especial energía del Sol, energía forjada en sus abrasadores interiores hace ya más de un millón de años, y que alcanza ahora la Tierra, poniendo en movimiento la maquinaria climática como lo ha ido haciendo desde el origen del mismo planeta. Y esa energía, combinada con los factores climáticos propios de la Tierra y las condiciones meteorológicas concretas sobre la Península Ibérica, nos han ofrecido una jornada radiante de luz y color, que semeja la llegada de la primavera, la estación que supone el vínculo eterno entre la muerte y la vida, el ocaso y el renacer.

Aún no estamos en primavera, es cierto, pero yo la siento ya en mi interior. Dejemos, para terminar, que unas palabras de Jack London sean las últimas hoy y antecedan el nacimiento de esa estación tan especial:

"Volvía el sol, y con él despertaba la Tierra del Norte que le llamaba. La vida empezaba a agitarse otra vez. La primavera se sentía en el aire. Llegaba hasta él la pulsación de las cosas vivientes que crecían bajo la nieve, de la savia que ascendía por los troncos de los árboles, de los capullos que hacían estallar la capa de hielo que aún los cubría..." (Jack London, "Colmillo blanco")

(Foto: Jordi Cantó i Garcia; Fotonatura)

27 de octubre de 2005

¿Calentamiento global?

Ya que en el blog de chusbg se está hablando en estos días del calentamiento global, voy a dar mi versión (reducida) del tema, teniendo en cuenta lo poco que sé al respecto.

Según me comprobado en varias fuentes (ésta es una de las mejores), la Tierra ha tenido altibajos de temperatura durante toda su existencia, y también a lo largo de los últimos tiempos (calores, fríos, y de nuevo calores...):



Si ahora estamos sufriendo un calentamiento global, que se traduce en un aumento de las temperaturas a escala planetaria (aunque haya diferencias entre distintos lugares), lo tendríamos que ver en los datos. Pero según ellos, en los últimos 15 años no ha habido un significativo calentamiento; de hecho, es casi nulo, y no ha habido ninguna tendencia general hacia tal calentamiento:



Mirando hacia el siglo pasado, no vemos más que un aumento de, como máximo, 0,7ºC, desde principios de 1900. Sin embargo, hay un hecho muy curioso: no hay aumento de temperatura alguno hasta prácticamente 1980. Si el calentamiento global es debido a la emisión de dióxido de carbono en grandes cantidades, como nos han recordado millones de voces, ¿cómo es que en 1978 no subía la temperatura global de la Tierra, y en cambio era casi idéntica a la de principios de siglo? ¿Acaso en 1978 no quemábamos carbón y petróleo?:



Esto me hace dudar seriamente de que, primero, la Tierra se esté realmente calentando, o mejor dicho, que el calentamiento sea rápido y terrible; ni es tan acusado, ni por asomo es de gran importancia (0,7 grados en un siglo es una oscilación casi "normal"). Y segundo, si la Tierra en verdad se calienta, es muy dudoso que los responsables sean el petróleo y el carbón. Sí es verdad que, debido a que los gases que provoca su combustión son termoactivos, van a jugar algún papel en la dinámica climática, pero otra cuestión muy diferente es acusarlos de ser los culpables de que la Tierra se caliente. Y esto, radicalmente, NO tiene nada que ver con intereses de empresas petrolíferas o puntos de vista sesgados: es, simple y llanamente, cuestión de observar los datos y comprobar lo que sucedía en el pasado.

No obstante, por otra parte, hay que restringir las emisiones contaminantes. Es de cajón. Si podemos optar entre ciudades polucionadas y ahogadas por el smog y ciudades con una mayor calidad de vida, donde poder salir a pasear sin riesgo a contraer una infección, la elección es clara. Pero Kyoto, en el mejor de los casos, sólo es una tapadera, una ficción empresarial, una excusa con carácter ecológico que no va a cambiar nada. Si se cumpliera a rajatabla, estaríamos hablando de reducir SÓLO el 5% de lo que se contaminaba hace 15 años. Sólo el 5%, es decir, prácticamente nada. Con eso no vamos a ninguna parte.

Si el cambio climático está en camino y todos aquellos que lo auspician y creen firmemente en su existencia están en lo cierto, Kyoto no salvará a la Tierra de ese cambio. Son necesarias iniciativas mucho más valientes, y los países ricos no están dispuestos a ello.

Los agoreros del cambio climático, asegurando dramáticos aumentos de temperatura de 6 o 7 grados en los próximos 50 años, pueden tener o no razón, pero una cosa es clara; saldrán en todos los medios de comunicación. Anunciar que quizá el cambio climático no existe, que no hay calentamiento global (o que es de poca importancia) y que el clima, pese a sus altibajos y momentos raros, puede mantenerse estable dentro del próximo años, indiferentemente a si es cierto o no, no vende. Hacen falta catástrofes, datos aterradores y futuros desesperantes. Esto le gusta a la gente, a la masa, ávida de noticias con morbo y previsiones alarmistas.

Los datos no nos indican claramente que haya un calentamiento global (y mucho menos un cambio climático), al menos personalmente no me lo parece. Creer o no en este calentamiento y en ese cambio es, curiosamente, una cuestión de fe más que de ciencia.

Quizá, en el futuro próximo, el clima nos dé una sorpresa. Resta saber si será para congelarnos o para abrasarnos. O quizá será para que todo continúe más o menos igual.

Quién sabe.

21 de septiembre de 2005

Cambio climático. ¿Sí o no?

Desde hace tiempo me seduce mucho el tema del cambio climático, lo cierto y lo falso, lo dicho por unos y por otros. Si uno se sitúa en la línea intermedia de esta discusión, al final verá mentiras, exageraciones y tonterías sin parar. Al final del trayecto, uno ya no sabe que pensar. En mi caso me he decantado por el no, o como mínimo, por el sí relativo, a saber, aquel que acepta que pueda estar teniendo lugar un cambio climático global, pero del cual la especie humana no es responsable.

Los dos polos opuestos de este interesante duelo están constituidos por los ecologistas, a quién todos conocemos ya, y los escépticos, quienes creen que la Humanidad no es capaz de modificar el clima de un planeta entero, al menos no aún.

1) Los ecologistas

Según este colectivo, y más concretamente aquellos fervientes defensores de una Tierra pura y no contaminada por el aliento humano, la actividad de nuestra especie ha ido destrozando paulatinamente el planeta desde múltiples perspectivas, pero la Tierra había conseguido mantenerse relativamente bien hasta ahora. Cuando las sobrecargas han sido excesivas, la Tierra ha bajado los brazos, derrotada, y el resultado es un cambio climático cada vez más profundo, con grandes catástrofes naturales quasi-inmediatas, como inundaciones, huracanes, violentas tormentas, etc. Y todo ello es debido a la acción humana. Ellos argumentan que si contaminásemos menos, reduciendo las emisiones de CO2, por ejemplo, la Tierra volvería a ser un planeta estable. De modo que poniendo en marcha propuestas como el Protocolo de Kyoto, por ejemplo, sería posible recuperar la magnificiencia y belleza perdida en nuestro mundo.

También hay toda una legión de científicos que han investigado el tema y se han encontrado, al parecer, con una enorme cantidad de evidencias que respaldan la visión de los ecologistas. En realidad, sobre el cambio climático se ha creado un gran "lobby" científico en el que trabajan multitud de ellos, cuyas investigaciones están siempre orientadas a encontrar pruebas e indicios que apoyen el cambio climático. Lo lógico sería buscar pruebas para demostrar si el cambio tiene o no lugar, pero parece que esto es una cuestión ya dilucidada para muchos ámbitos.

2) Los escépticos

Aquí es preciso separar dos bandos distintos, de idéntica ideología pero muy diferentes intenciones. En primer lugar, todos aquellos científicos, o pensadores, o gente que estén dentro del negocio del petróleo, carbón, gas natural, poco pueden aportar al tema de una forma objetiva. Obviamente, quienes ganan dinero con estos recursos no tienen ningún interés en restringuir su producción, como se deriva de los postulados de Kyoto, de modo que es necesario abandonar cualquier aportación que venga de ellos, porque estarán cegados por el dinero y carecen de cualquier imparcialidad.

No obstante, hay un grupo reducido de científicos, cuatro gatos en realidad, que sugieren que no hay cambio climático alguno, o que si lo hay no es debido a la acción humana. Se basan en datos objetivos y no manipulados, y no debemos pensar que están detrás del petróleo o del gas natural porque no tienen ningún motivo para ello. Se trata de enfrentar dos concepciones científicas, nada más, y estos científicos ocupan el lugar de la minoría. Si suponemos (y es un suponer grande), que nadie paga a los del otro bando, ¿por qué tenemos que pensar distinto en este caso?

La cuestión de si el clima cambia realmente o no se relaciona, más o menos, con el aumento o descenso de temperatura media durante largos periodos de tiempos. Grandes intervalos en los que la tendencia es al enfriamiento pueden desembocar en una glaciación, y a la inversa en el caso opuesto. Esto a grosso modo, por supuesto. En el caso actual, el cambio climático se asocia al calentamiento global. Es decir, según los ecologistas y aquellos científicos que creen en el cambio climático, la temperatura de la Tierra ha aumentado considerablemente, y de seguir en el futuro pueden sorprendernos violentos cambios globales de temperatura, sequías y fuertes lluvias, etc.

Veamos los datos de temperatura en algunas estaciones meteorológicas:







Corresponden, respectivamente, a la ciudad de Atlanta, a Madrid y a la zona del río Missisipí, en EEUU. En la primera y en la curva de Madrid-Retiro, se aprecia un aumento de la temperatura, como cabría esperar de ser cierta la concepción climática de los ecologistas y científicos pro-Kyoto. Pero ahora veamos esta otra:



Es una gráfica de la ciudad de Nueva-York, en EEUU, que corresponde a la línea roja, y los datos recogidos en West Point, a escasos 80 kilómetros de la gran metrópoli. En el caso de que el calentamiento global fuera efectivamente, global, ¿cómo es que no se corresponden las dos gráficas? En Nueva York hay una evidente aumento de la temperatura, y a escasos kilómetros de allí no lo hay en absoluto (incluso cabe la posibilidad de un ligero enfriamiento), ¿qué es lo que falla?, ¿quién nos está engañando?

Pues, aunque detesto ponerme de parte de unos o de otros, me parece que los responsables son aquellos que corean a los cuatro vientos que el cambio climático es una realidad y que el hombre está detrás de ello. Quizá no lo hagan intencionadamente, pero casi siempre eligen los datos tomados en medio de una gran ciudad porque allí sucede lo que se denomina "isla de calor". El pavimento, las fábricas, los coches, e incluso las paredes de los edificios, todo ello desprende calor, que falsea las mediciones de temperatura, elevándolas. Éste es el motivo por el que en Nueva York el aumento de temperatura es tan notable y en cambio es inexistente en un pequeño pueblo un poco más al norte.

Para mí ha habido en efecto calentamiento global, pero desde el último siglo la temperatura habrá aumentado como mucho en 0,7 grados, lo cual es bastante insignificante. No se corresponde en absoluto con los datos del caso de Nueva York, por ejemplo. Sin calentamiento global no hay cambio climático, así de claro; el calentamiento es la base para que el clima cambie, para que empiecen las irregularidades, las catástrofes, las sequías y las lluvias torrenciales. Las emisiones de CO2 elevan la temperatura de la Tierra debido al efecto invernadero, por todos conocido, de modo que si al final resulta que la temperatura no ha subido tanto como muchos dicen, entonces el petróleo, el carbón o el gas natural no son los responsables del cambio climático. Aunque el CO2 sea un gas termoactivo, y por tanto tendrá alguna influencia en el clima, aún nos resta conocer la verdadera implicación de estos gases de invernadero en la atmósfera terrestre y los cambios que pueda provocar en el sistema climático.

Yo, de momento, me decanto por suponer que cambio climático no hay: sólo variaciones naturales y normales de una máquina tan compleja como sorprendente como es el clima terrestre. Y en caso de haber un cambio climático, algo aún no demostrado, me inclino también por hacer partícipe a un elemento que hasta el momento apenas ha aparecido en esta historia: una estrella amarilla, brillante y bonita, que nos saluda cada día desde hace 4.600 millones de años. Claro que esto es rizar aún más el rizo, y entrar de pleno en la heterodoxia científica.

Pero tranquilos, no voy a vapulearos más... lo dejaré para una próxima ocasión :).