22 de noviembre de 2011

Divinidad



Sobre el sol reapareciendo durante la tarde

"Creo que todas las cosas se han desplazado
desde que brillaste,
pero solo el Tiempo, y las nubes, el arnés
del Tiempo, se han movido.
Mas el tiempo loco no alterará mi mente otra vez
sino que, en la sombra, creeré lo que amé en la luz
".

Henry David Thoreau

(Adaptado de la traducción de Guillermo Ruiz)

(Imagen: El Hermitaño)

15 de noviembre de 2011

"Northern Exposure" (Doctor en Alaska): episodio 3x15, Democracia en América



Corren tiempos dificiles. Dentro de unos días se celebran elecciones generales, y no hay dejar pasar la oportunidad de hacer oir nuestra voz, por débil e insignificante que sea. No importa la papeleta que introduzcamos (si es que lo hacemos) en el sobre color sepia; tan sólo cuenta el acto, el hecho de votar. Lo demás es intrascedente, indiferente.

En Cicely también hubo elecciones, para elegir alcalde, un día de crudo invierno; el motivo fue nimio: una señal de stop. Quién ganó, también fue trivial. Había dos opciones claras de victoria (como aquí, ¿verdad?) y el pueblo decidió un cambio. Eso está bien; siempre habrá una próxima oportunidad para el perdedor... dentro de otros cuatro años.

Pero no es un hecho baladí, el acto de votar. Como nos sugiere Chris, un demócrata entusiasta: "estamos a punto de presenciar ese rito sagrado en el que todos y cada uno de nosotros somos acólitos ante el altar de la urna, tabernáculo seglar". Bien, no vayamos tan lejos, pero concedamos que se nos presenta la ocasión de darles una buena zurra a esos políticuchos de tres al cuarto. Hay que hacerles ver quién manda. No olvidemos nunca que somos nosotros, el demos, quien corta el bacalao... Está en nuestra mano hacer y deshacer. Sólo se requiere unión, y decisión.



Es normal tener dudas, inseguridades. Sólo quien tiene muy claras las cosas (y por tanto, generalmente se equivoca), sigue siempre la misma dirección, adora siempre al mismo dios, meciéndose al ritmo de la misma ideología. Quien se cuestiona, se pregunta, se dice a sí mismo "no sé qué hacer", tiene en su mano la llave de la victoria. Tal vez no la del triunfo electoral, pero sí la de su propio destino. Ed es un mar de confusión; por no saber ni conoce las opciones de que dispone. Mejor; él aún no está cegado, no ha sido atrapado por la propaganda. Votar será, en su caso, casi una experiencia religiosa, o un acto sexual, de contacto íntimo, con el pueblo donde vive. El caso de Chris es el opuesto: sólo otea la tierra prometida, la huele, la siente, pero no puede alcanzarla... es un ex-presidiario, cuyo nombre no aparece en las listas de votantes. Pero él nos confirma lo que ya hemos dicho: "Una elecciones son algo más bien abstracto y no competitivo para mí. La idea de unas elecciones es mucho más interesante que las elecciones en sí mismas; el mero acto de votar es en sí mismo el momento definitorio...". Pues sí...



Por otra parte, hay quienes ven en unas elecciones (sobretodo las locales), una pérdida de tiempo, dinero y esfuerzo, por no suponer ninguna alternativa ni cambio viable para la ciudadanía (me pregunto si no será también el mismo caso para las generales que nos vienen encima...). Es el caso de Joel, que se divierte ante la burocracia y molestias causadas "por unas elecciones de perra chica, por un asunto de perra chica, en un pueblo de perra chica...". Maggie, por el contrario, siente unas elecciones como un acontecimiento social, una boda o un desfile de moda. Debe buscarse el decoro, la imagen, una estética acorde con el espíritu del pueblo... Maurice, por su parte, siente que la facultad de hacer y deshacer a su antojo, de ser libres y juzgar y actuar con independencia, como hasta entonces, se desvanece a causa de la señal de stop. ¿Por qué? Porque abre la posibilidad de que, por insignificancias, se altere el orden y la estabilidad de un pueblo, y el ansia de poder difumine la línea que separa la amistad de la avaricia, la de la lealtad de la de la traición, y dé acceso, además, a que quienes nada tienen que ver con el pueblo mismo, y su desarrollo, entren a formar parte del entramado del mismo, y puedan decidir por los demás. El inicio del fin. Extravagancias femeninas y visiones apocalípticas aparte, lo que vemos aquí es la distinta percepción entre las gentes de lo que el suceso electivo resulta para cada cual. Nadie entiende el mismo hecho de forma idéntica. Y, por tanto, a todos hay que escuchar y tener en cuenta.



Algunas notables citas se nos regalan, a modo de obsequios electorales: "Conciudadanos, no podemos eludir la historia. Su fiero juicio por el que pasamos nos alumbrará con honor, o sin él, hasta la última generación"; "No somos enemigos, sino amigos. Nunca seamos enemigos. Aunque se hayan desborbado las pasiones que ello no empañe nuestros afectos" (Abraham Lincoln); "Un hombre, debe participar de las acciones y emociones de su tiempo, so pena de que le acusen de no haber vivido"; "La constitución es un experimento; lo mismo que la vida" (juez Arthur Holmes); y, si dejamos al margen olorcillos patrióticos, también nos será útil: "El genio de los Estados Unidos (léase, todo pueblo...), no reside en la mayoría de los ejecutivos, o legisladores, ni en sus embajadores, autores, catedráticos o iglesias, o salones, ni siquiera en sus periódicos o inventores... sino ante todo en sus gentes sencillas" (Walt Whitman); "A veces se dice que un hombre es incapaz de gobernarse a sí mismo; luego, ¿por qué se les confía el gobierno de los demás? ¿O hay acaso ángeles disfrazados de reyes para gobernarlos? Que la historia responda a esta pregunta..." (Thomas Jefferson).

En el debate de los candidatos, de nuevo Chris lanza un mensaje de concordia para todos: "Antes que nada, quiero aplaudiros por vuestra inmersión en el gran río de la democracia, aunque nuestras elecciones no sean más que un pequeño afluente (y ¿cuáles no lo son?, podríamos añadir nosotros...), una hebra en el inmenso tapiz tejido por la tradición, amor y honra, a las raudas y claras aguas por donde navegan nuestras esperanzas. Y, digo yo, tomémonos algo de tiempo, para darnos unas palmaditas en la espalda, unos besitos en la mejilla y unos cálidos deseos de bienaventuranza, a todos nuestros nobles ciudadanos de Cicely...". Un mensaje que bien podrían escuchar nuestros políticos en alguna ocasión, bajando de su pedestal engreído para aceptar errores, reconocer engaños, brindar la mano al oponente, y sentirse algo más humanos para con la legión de hombres y mujeres que les han considerado aptos para la dificil tarea de su representación en los poderes públicos.



Repetimos: el resultado poco importa. La victoria de uno u otro, o de aquel de más allá, no viene a cuento. El vencedor aparece en la foto, mas el triunfo correrá a cargo de las personas. Ellas son las que decidirán, aunque el método, el sistema democrático sea muchas veces, por su misma idiosincrasia, intolerante y ciego ante la variedad. Por el momento, sin embargo, no disponemos de nada mejor. Blanco o negro, más algunos pequeños retazos de grises. No hay más. Es insuficiente, pero la perfección es inviable mientras no se modifique el procedimiento electoral. Repetimos, también: para hacerlo, se precisa unión, y decisión.

Sed dignos de vuestra herencia; salid al ruedo y demostrad quiénes sóis. Demostrádles cómo se gana, quiénes se merecen estar ahí (si alguien lo merece...), y quienes deben ser expulsados al infierno, a las tinieblas del averno, para no dejarle salir nunca más.

Dejad vuestra huella. Por pronto que sea borrada.

Participar es ganar.

10 de noviembre de 2011

Política de trampa y cartón

"Un candidato que promete que con él disminuirá el paro está apelando, con ello, por así decirlo, a los intereses más primarios e irreflexivos de los parados (y de sus parientes y amigos). Sin embargo, esa apelación no corrompe de ningún modo el proceso político. Antes bien, un resultado importante y plenamente legítimo de su apelación es que permite saber cuántas personas comparten ese interés particular y le conceden una alta proridad. Lo que no es lícito, en cambio, es que el candidato compre los votos de los parados."

Razón, política y pasión, Michael Walzer, A. Machado Libros, 2004.

¿Por qué tengo la sensación de que eso, en cierto modo, es justamente lo que está haciendo cierto candidato a las elecciones del 20-N (el otro no puede prometerlo; ha demostrado en casi cuatro años que es incapaz de lograrlo...)? ¿Es lícito prometer algo tan importante aun cuando no sabes con seguridad si será posible? Un compromiso contraído resulta fútil, y falso, si la esperanza de verlo realizado es mínima, o inexistente. Un buen candidato sólo promete lo que, en razonable supuesto, puede brindar efectivamente a la sociedad. ¿Está alguien capacitado para pronosticar que, con su figura en el despacho presidencial, se creará empleo de forma progresiva y continua? ¿Tiene ese "alguien" (cuyo color, tendencia o ideología no importa ni viene ahora al caso; se aplica a cualquier partido político dominante) legimitidad si su partido, allá donde gobierna, en los dominios provinciales, ha evidenciado las mismas ineptitudes para disminuir el paro como las que denuncia en la oposición?

En otras palabras: ¿puede, cualquier cuidadano con el mínimo espíritu crítico, ceder su papeleta a alguno de estos dos partidos de masas con la conciencia de estar eligiendo el bien por, y para, la comunidad? ¿Podemos fiarnos de alguno de ellos? ¿Nos está permitido esperar que, con su elección, dispongamos de un futuro mejor, con más prestaciones vitales y menos tijeras fáciles en las manos equivocadas? Tal vez sí; mas, por mucho que lo intento, no logro verlo claro... nada claro.

Si, no es así, sólo resta una opción. Aún no sé cual puede ser; pero sí sé, por lo menos, a quienes no irá destinado mi papelote. Poco más se puede hacer, por el momento.

No confío en ellos. En absoluto.

No me (nos) merecen.