10 de noviembre de 2011

Política de trampa y cartón

"Un candidato que promete que con él disminuirá el paro está apelando, con ello, por así decirlo, a los intereses más primarios e irreflexivos de los parados (y de sus parientes y amigos). Sin embargo, esa apelación no corrompe de ningún modo el proceso político. Antes bien, un resultado importante y plenamente legítimo de su apelación es que permite saber cuántas personas comparten ese interés particular y le conceden una alta proridad. Lo que no es lícito, en cambio, es que el candidato compre los votos de los parados."

Razón, política y pasión, Michael Walzer, A. Machado Libros, 2004.

¿Por qué tengo la sensación de que eso, en cierto modo, es justamente lo que está haciendo cierto candidato a las elecciones del 20-N (el otro no puede prometerlo; ha demostrado en casi cuatro años que es incapaz de lograrlo...)? ¿Es lícito prometer algo tan importante aun cuando no sabes con seguridad si será posible? Un compromiso contraído resulta fútil, y falso, si la esperanza de verlo realizado es mínima, o inexistente. Un buen candidato sólo promete lo que, en razonable supuesto, puede brindar efectivamente a la sociedad. ¿Está alguien capacitado para pronosticar que, con su figura en el despacho presidencial, se creará empleo de forma progresiva y continua? ¿Tiene ese "alguien" (cuyo color, tendencia o ideología no importa ni viene ahora al caso; se aplica a cualquier partido político dominante) legimitidad si su partido, allá donde gobierna, en los dominios provinciales, ha evidenciado las mismas ineptitudes para disminuir el paro como las que denuncia en la oposición?

En otras palabras: ¿puede, cualquier cuidadano con el mínimo espíritu crítico, ceder su papeleta a alguno de estos dos partidos de masas con la conciencia de estar eligiendo el bien por, y para, la comunidad? ¿Podemos fiarnos de alguno de ellos? ¿Nos está permitido esperar que, con su elección, dispongamos de un futuro mejor, con más prestaciones vitales y menos tijeras fáciles en las manos equivocadas? Tal vez sí; mas, por mucho que lo intento, no logro verlo claro... nada claro.

Si, no es así, sólo resta una opción. Aún no sé cual puede ser; pero sí sé, por lo menos, a quienes no irá destinado mi papelote. Poco más se puede hacer, por el momento.

No confío en ellos. En absoluto.

No me (nos) merecen.

2 comentarios:

Morpheus dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo.

Yo creo que, en esta situación, los objetivos de cualquier partido son (o deberían ser) los mismos; sin embargo, lo que diferencia a las ideologías no son los objetivos, sino el modo de llegar a ellos.

Eso es política.

Sin embargo, al oír al candidato al que te refieres, me doy cuenta de que efectivamente este candidato no está haciendo política, sólo busca el poder, y me preocupa ver si ímpetu por conseguirlo para no estar haciendo política.

Un saludo.

elHermitaño dijo...

Gracias por tu comentario, y por seguir ahí, compañero...:)

Cuando la honestidad, y la sinceridad, muevan la actividad política (si es que es posible tal cosa), entonces podremos empezar a creer las motivaciones que impulsan a los políticos. Hasta entonces, sólo habrá palabras vacías, actitudes falsas y promesas incumplidas.

Un abrazo, Morpheus.