26 de abril de 2015

Benditas


Es lindo regresar con ellas del huerto, en una gran bolsa; sentarte, pelarlas mientras escuchas un poco de música y, después, con algo de cebolla y patatas y el sencillo arroz, preparar una "cassoleta d´arròs al forn" puramente vegano, sabiendo que nadie tuvo que matar a nadie para ello...

Y, además, es más lindo aún saber que las habas, como buenas leguminosas, pillan el nitrógeno del aire y lo fijan en la tierra, por lo que la enriquecen por ellas mismas.

Por tanto, más allá de su valor nutritivo y su sabor, son útiles y colaboran en la riqueza de la tierra. ¿Qué más se les puede pedir?

Las adoro!!

(Imagen: El Hermitaño)

24 de abril de 2015

En(clave) oscuro


Si bien hay quien se va a Escandinavia a disfrutar de paisajes bellos (y yo también quisiera hacerlo, si tuviera suficientes monedas...), a veces lo cercano es igualmente hermoso. Y no necesitamos recorrer 7.000 kilómetros sino que, en una simple carretera comarcal (la magnífica CV-590, en este caso, entre Enguera y Ayora), junto a unos pinos y en un ambiente tranquilo, podemos hallar paz y serenidad (aunque, lo reconozco, Led Zeppelin y Pink Floyd aullaron también sus largas horas a través de los altavoces...).

Y, por la noche, aún queda lo mejor; eso que tanto (me) agrada: oscuridad, silencio y soledad. A algunos les puede intimidar estos elementos (el mínimo ruido extraño, una sombra real o imaginada, no vislumbrar apenas luces de hogares, como si estuvieras extraviado en algún lugar lejano...); pero, con el tiempo, se convierten en tus amigos. E irte a ensoñar cobijado por ese gran cuenco negro cubierto de estrellas es... como refugiarse dentro de un hogar caldeado y acogedor, que respira cariño.


Y, de vuelta a la costa ruidosa, te sientes lleno de energía y de agradecimiento. Y recuerdas ese olor a pinos, el viento suave y... también, la mirada de aquel niño montado en bicicleta que, junto a su familia, pasó a tu lado y se volvió, sonriendo. Ese niño que, quizá, desea poder estar algún día en un sitio así, con el caracol y esa misma soledad, esa libertad y ese mismo silencio...

Tu tiempo llegará, amigo mío.

(Imágenes: El Hermitaño)

'Piedad postrera', de Pío Baroja (ha. 1902)


“Fue el tiempo de una terrible exaltación de la piedad. El mundo había encontrado nuevamente la luz, y la oscuridad ya no existía.

Porque la Humanidad había sentido en su alma la conciencia del infinito, y el horizonte de la vida era cada vez más grande y cada vez más azul.

El hombre ya no podía soportar el espectáculo del sufrimiento ajeno, y se desvivía por los demás. El rico había comenzado por desprenderse de lo superfluo y quería compartir con sus semejantes lo necesario, y el pobre se resistía a tomarlo, y ambos eran felices.

Pero al corazón generoso del hombre esto no le bastaba, y trató también de llevar la felicidad a los animales, y a las plantas, y a todo lo que vive, y a todo lo que siente.

Porque en todo está la idea y todo es la idea, y la idea es Dios.

Y el hombre recordó que Jehová había dicho : “No matarás”, y se abstuvo de derramar sangre de hombre.

Y recordó que en el “Ecclesiastés” estaba escrito: “ Porque el suceso de los hijos de los hombres y el suceso del animal, el mismo suceso es; como mueren los unos así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos.”

Y se abstuvo de derramar sangre de animal.

En una inmensa pradera bañada por el sol, celebraron en el mundo la fiesta de la emancipación de los vivos.

Y por delante del hombre desfilaron los animales, llenos de inmenso agradecimiento: los caballos y los asnos, las vacas, los perros, los elefantes, los leones y las serpientes, y todos miraban al hombre con amor, porque había dejado de ser su verdugo para ser su verdadero amigo.“


Relato breve incluido en la recopilación “ Cuentos”, de Pío Baroja, publicado por Alianza Editorial (1984).

Da gran satisfacción encontrar un texto así, tan empático, tan delicioso... Y aún es más estimulante y reconfortante saber que fue escrito hace ya más de un siglo, por un escritor de renombre, a quien el maltrato animal y su muerte innecesaria lo asqueaban (no hay más que ver el episodio de la visita a la plaza de toros en 'La Busca', una de sus más conocidas novelas).

Bravo por Pío, por ir contracorriente, y por pensar acerca del sufrimiento ajeno, tanto humano como animal.

Ojalá muchos hubieran sido (y fueran) como él.