26 de mayo de 2014

Hogar sagrado


Mi hogar estos días de retiro (ligeramente) estudiantil y escritorzuelo... 

Me he visto en la necesidad de acudir a mi santuario para aislarme un poco, concentrar energías... y tratar de sacar algo positivo de todo ello. Ese espacio propio suele ser la "Xiqueta", pero para periodos algo más largos y de gasto económico nulo, no hay nada como esa sencilla choza de viejo ermitaño.


Allí no hay Internet, ni móviles ni televisión. Sólo unos libros, un portátil por si se me ocurre algo, un poco de comida, una batería vieja que aporreo para liberar tensiones, tres gatos que se parecen a los hermanos Dalton, una deficiente oscuridad por culpa de la cercana Gandía, un sano y estimulante silencio... y la gran gavota de estrellas por encima, mermada por esas luces falsas de la ciudad.


Cerrar las ventanas y acostarte, mimado y protegido por esas paredes gruesas repletas de rocas, olvidarte de ruidos, poder deslizarse al sueño con esa paz... No hay precio para eso.


Es como si el resto del mundo, por un instante, hubiera dejado de existir...

(Imágenes: El Hermitaño)

6 de mayo de 2014

Deseos


Lo dijo el gran François Rabelais: "Trabajad cada uno según vuestra propia vocación".

Han pasado casi 500 años, pero algo hemos hecho mal, porque no creo que ése sea el estado actual para todos nosotros.

¿Habrá que esperar otros 500 años para conseguirlo?

(Imagen: El Hermitaño)

Le quiero (y mucho...)


Es incomparable la satisfacción que produce ganarte la confianza de un animal.

El mismo que hace dos meses huía ante tu presencia, hoy se acerca a tus pies, se refriega en ellos, levanta el lomo para que lo acaricies y te maula, contento de verte.

Se siente a gusto a tu lado. Se siente protegido.

A cambio, te da su confianza. Para siempre.

Espero no quebrarla nunca...

(En la fotografía, 'Morro', mi hermano y héroe)

(Imagen: El Hermitaño)

Re(cambios)


Le dio a la naturaleza por abrir sus compuertas, este viernes pasado (11 de abril). No hubo medias tintas, sino de todo. Y a lo grande.


Arrancó la mañana brumosa, con feas nubes bajas y grises. Lloviznó ligeramente, manchando de tierra el coche y los ánimos humanos, abatidos tras dos días sin ver a la estrella. Aquí somos así: precisamos al sol, forma parte del paisaje, como las playas y los huertos de naranjos.

Al mediodía hubo un brusco viraje de las masas de aire. De húmedo y pegajoso, pasamos a un viento que soplaba seco y requemado. Agobiaba, tanto calor, pero al menos en lo alto volvió el azul y se vio, por fin, el disco brillante.

Y, ¿qué más? Pues las tormentas, claro. Viniendo a la tarde, del oeste, desarrollándose en enormes cúmulos cargados de electricidad, y se dedicaron a escampar agua a diestro y siniestro, impregnando el cielo de una tonalidad amarilla extrañísima. Después emergió por el mar el arco cromático... que parecía saludarnos. 

Aproveché el interludio y me largué a Gandía (estaba con los gatos, en la casita), adonde llegué justo cuando caía la noche. Y, entonces, las fuerzas se desataron otra vez... Los truenos retumbaron, haciendo temblar los cimientos de los edificios, mientras los rayos parecían iluminar el fin del mundo...

A medianoche, finalmente, la madre puso fin a la juerga, y se retiró a descansar, agotada de tanto ajetreo.

Ya lo sabemos: no se paga entrada para disfrutar de todo ello.

Aprovechémoslo, ¿no?

(Imagen: El Hermitaño)

Ella (lo fue)


"Pero te quise, y te quiero, aunque estemos destinados a no ser..."

Julio Cortázar

Esplendor


Ha sido uno de esos días en los que el azul es tan limpio, las nubes tan blancas... que dan ganas de que las horas no trascurran. Y, cuando te pones a caminar, parece que los pies no quieran detenerse; seguirías horas y horas... Sientes el calor de la estrella, pero no quema; reconforta.


Todo está a gusto, todo parece encajar, aunque los amores no resulten, aunque las vidas sufran, aunque haya quien crea que el fin se acerca.

Pero, miras allá arriba, miras a tu alrededor... Y todo es belleza. Y grandeza. 

Y te sobrecoges.

Y das las gracias, por poder contemplarlo y sentirlo.

(Imagen: El Hermitaño)