26 de mayo de 2014

Hogar sagrado


Mi hogar estos días de retiro (ligeramente) estudiantil y escritorzuelo... 

Me he visto en la necesidad de acudir a mi santuario para aislarme un poco, concentrar energías... y tratar de sacar algo positivo de todo ello. Ese espacio propio suele ser la "Xiqueta", pero para periodos algo más largos y de gasto económico nulo, no hay nada como esa sencilla choza de viejo ermitaño.


Allí no hay Internet, ni móviles ni televisión. Sólo unos libros, un portátil por si se me ocurre algo, un poco de comida, una batería vieja que aporreo para liberar tensiones, tres gatos que se parecen a los hermanos Dalton, una deficiente oscuridad por culpa de la cercana Gandía, un sano y estimulante silencio... y la gran gavota de estrellas por encima, mermada por esas luces falsas de la ciudad.


Cerrar las ventanas y acostarte, mimado y protegido por esas paredes gruesas repletas de rocas, olvidarte de ruidos, poder deslizarse al sueño con esa paz... No hay precio para eso.


Es como si el resto del mundo, por un instante, hubiera dejado de existir...

(Imágenes: El Hermitaño)

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