Sin abono que lo potencie, sin ningún tipo de aditivo ni
complemento que le brinde energía extra, sin apenas nada más allá que lo que lo
propia tierra posee, ni pesticidas, ni plaguicidas...; en definitiva, con nada más
que luz solar, agua y un poco de estiércol, cada plantita va creciendo poco a
poco, esforzada, trabajosamente... No lo tienen sencillo, en esas condiciones, pero
ellas son buenas, generosas, y lentamente van subiendo, adquiriendo tamaño y
robustez.
Y es reconfortante ver que, aunque se abata el frío o las heladas encima de ellas, prosiguen su ritmo... Las alcachofas se queman por el
termómetro bajo cero, pero incluso así las pequeñitas pugnan por no dejarse vencer, y las ves brotar, ansiosas por desarrollarse, pese a estar malheridas. Bonito, ver
las ganas que, pese a todo, tiene la vida de vivir...
Y, dentro de pocas semanas... la primavera. Se iniciará otro ciclo, uno más, y la rueda empezará a dar vueltas de nuevo, sin fatiga, sin fin. Hay que arrancar la
maleza, trabajar la tierra, preparar los caballones y los lechos, estercolar... Y, para cuando el sol pille el equinoccio, hurgar con la mano, dejar caer las semillas y aguardar.
Mantener ocupadas las manos, la mente y el corazón. Y descansar; y compartir. Y hacer que los que te rodean vivan mejor.
Con eso me basta.
(Imagen: El Hermitaño)