19 de octubre de 2006

'Apuntes de Filosofía' y 'Rostros del Cosmos'

1) Apuntes de Filosofía.

Hoy nace un nuevo blog, "Apuntes de Filosofía", el cual tratará, como indica su nombre, de una serie de notas y textos acerca de la Filosofía y los filósofos. No pretende ser un lugar de alta erudición filosófica, sino simplemente un espacio en el que dar a conocer esta disciplina y algunos de sus cultivadores. Huelga decir que será un sitio personal en el que aparecerán aquellos pensadores o temas que, a mi juicio, sean más interesantes o reveladores; muchos filósofos y aspectos de la Filosofía quedarán sin tratar... .

Así que, a los pocos errantes que por aquí navegan, les emplazo a que, con el tiempo, podamos discutir o simplemente compartir, como digo en la presentación, "algunos retazos de la sabiduría y conocimiento (que no verdades) adquiridos por nuestra cultura humana desde los albores de su propio nacimiento."

Allí (y aquí) os espero.

2) Rostros del Cosmos.

Y también nace hoy otro blog, Rostros del Cosmos, éste de temática astronómica en general. En él irán apareciendo algunos de los textos y posts sobre la materia que han sido ya publicados en este mismo blog; además, poco a poco se publicarán también nuevos escritos y enlaces a otros artículos del autor, que han aparecido en otros medios, como la revista 'Huygens' o el portal de Astronomía 'Espacial.org'. Todo ello con la única finalidad de acercar un poco más los cielos (y los objetos y misterios que contiene) a quienes tengan algún interés en entrar en contacto con el Cosmos y saber algo más de él.

Hasta pronto.

15 de octubre de 2006

Frágil Tierra



Vista así, desde 900 millones de kilómetros de distancia por la cámara de la sonda espacial Cassini (en estos momentos orbitando el sistema de Saturno), nuestra Tierra parece más frágil que nunca. La maltratamos continuamente, esquilmamos su superficie y sus recursos en busca de nuestra mayor comodidad o, simplemente, a raíz de nuestros avariciosos y despreciables negocios. Le debemos la vida y la de todos los que nos importan, y sin embargo, continuamos macerando su rostro, su esencia, y levantamos los hombros en señal de indiferencia al finalizar el trabajo.

Estamos despreciando nuestros orígenes, pero nos importa poco: sólo cuenta el ahora, el beneficio inmediato. El mañana o el futuro son entes difusos, de modo que aprovechemos la ocasión y ganemos hoy rápido, aunque ello suponga violar la tierra cósmica, creada de material de supernovas hace miles de millones de años. Nos importa un cuerno saber todo esto: las ideas no alimentan el cuerpo, y no nos ofrecen rentabilidad y ganancias netas; tan sólo sirven para incubar rabia e impotencia. En el fondo, es casi mejor dejarse llevar y llenar la mente de sucios seriales y maniatados informativos: lo esencial, el daño a nuestra madre, sigue estando en el anonimato, a nadie le importa, nadie hace nada.

Hay quienes creen que el cambio climático, creado por el hombre tecnológico, es el responsable de que nuestra Tierra sufra; señores, el cambio climático difundido a través de los grandes medios es pura invención, una tapadera para evitar que alguien saque a relucir las formas vergonzantes y cafres de los promotores inmobiliarios, una forma de desviar la atención, de echar una culpa generalizada a las grandes potencias cuando, en realidad, los responsables de la masacre a nuestro mundo radican en simples despachos y oficinas, viendo planos de arquitectos y decidiendo el futuro de una comarca, de un pueblo o de toda una cultura. Se ha creado un fantasma para rehusar culpar a quienes más daño real han hecho: lo peor no es que se haya llevado a cabo esto, sino que mucha gente se lo cree.

Puede que exista tal cambio climático, puede que el clima haya realizado una pirueta en las últimas décadas e inicie un periodo de calentamiento (aunque los datos "objetivos" no apuntan sólo en este sentido), pero no se trata de eso: lo que importa es la información que se ofrece, esa insistencia asquerosa en el tema como si todo fuese causa de un aumento de temperatura. Hace falta gente que diga qué es verdad y qué no, brindando a la población datos reales y no manipulados, porque se trata de un tema que va más allá de la pura trascendencia climática.

Hay que cuidar a la Tierra, esa mancha de luz vista a través de la sonda Cassini desde una distancia inimaginable, pero también debemos mantenernos inflexivos delante del sensacionalismo de ecologistas y de cierto sector científico: hay que examinarlo todo con espíritu crítico. No nos dejemos embaucar por la propaganda, porque sino, quizá estemos haciendo un daño aún mayor a nuestro precioso y frágil planeta.

12 de octubre de 2006

De natura



Hoy, como tantos otros días, he ido a las montañas; el cielo y el ambiente parecían pedirlo a gritos: colores y luz por doquier. Era uno de esos días en que sientes la vida mires adonde mires, que notas la energía brotando de cualquier lugar.

Pero al llegar allí he visto algunas cosas que no me han gustado. Y no guardaban relacíón con la propia naturaleza, sino con las gentes que a ella trataban. He visto, en un parque cercano, multitud de familias y grupos de personas preparando grandes comilonas; he visto mucha basura fuera de su sitio, mucho ruido y mucha indiferencia ante lo que el mundo ofrecía. Parecía como si todos estuvieran allí por puro hábito, por sistema, porque se trataba de un día de fiesta nacional y era buena idea salir al campo. Pero, ¿y dónde vive el sentimiento, dónde campa la sensación de vivir conectado a la tierra, de formar parte de ella y ser ella misma? Esas gentes, ¿qué hacían allí, en realidad? Huyen del mundo doméstico y urbano para, por unas horas, desfogarse en medio de la naturaleza, pero no la sienten, no la absorben, son incapaces de explorarla o de profundizar en su esencia.

Sentí pena por esas gentes; la mayoría no son más que currantes, adiestrados y encauzados trabajadores de lunes a viernes, formales, superficiales (no lo digo por prejuicio, reconocí a varios de ellos que conozco), autómatas esclavos de la sociedad. Uno, incluso, había cometido la locura de investigar caminos de tierra próximos con su lujoso coche, como si sus piernas no existieran, como si necesitase de la compañía del rumor del motor porque él mismo no es nada en sí mismo. De esa forma tan estúpida, se ha perdido los colores, los aromas, el viento y la luz del sol sobre su rostro; ha ido en busca de la naturaleza, pero no la ha hallado en ninguna parte, porque se ha visto aún anclado a la visión urbana del mundo.

No hay que huir de la ciudad para encontrar la naturaleza; ésta la siente uno en su interior. Además, la naturaleza lo abarca todo, y aunque te rodee un mar de asfalto, coches y polución, no hay más que mirar hacia arriba; ahí también está la naturaleza, más inmensa que nunca. Pero es triste que huyan de la ciudad en busca de la 'novedad' que supone la naturaleza, del entretenimiento que supone estar en contacto con ella. Volverán mañana, esas gentes, a vestirse con sus trajes y sus zapatos caros, a sumergirse en la parodia de vida que viven, a mantener su existencia dentro de unos márgenes estrechos y vulgares. Y volverán, también, a desear huir de todo ello, pero se verán incapaces, inermes, hasta que el siguiente fin de semana (que no tardará en llegar) les permita abandonar por un día o dos esa boca de lobo que es la ciudad.

Quien sabe de verdad qué es la naturaleza y lo que aporta a quien sabe apreciarla no huye del mundo para entrar en ella, porque, en realidad, no hay más mundo que la misma naturaleza. Para mí, más allá de ella no existe nada.

1 de octubre de 2006

Muerte al estudio pueril

En breve empezaré una carrera universitaria; a mis 26 años, casi parecía que mi turno había pasado de largo, pero tras un montón de divagaciones académicas (cursos repetidos, abandonos, regresos, tiempos muertos, etc.) voy por fin a cumplir uno de mis objetivos: aprender Filosofía.

Y digo "aprender" y no "estudiar" porque de eso se trata precisamente: es más, hay que 'aprehender', hacer nuestro aquello que leemos, aquello que nos sugieren los libros y los textos, no con el ánimo de creerlo o de absorberlo sin criba alguna, sino con la intención de adquirirlo, de incorporarlo a nuestro corpus de saberes y conocimientos como otro elemento más, dispuesto a ser criticado o debatido cuando la ocasión lo tercie. Si sólo estudias, ello es imposible, porque la finalidad del estudio es adquirir conocimientos con prontitud, con la rapidez necesaria para tenerlos presentes de cara al exámen, y nada más. Tras las pruebas, los conocimientos adquiridos se evaporan lentamente, gota a gota, y todo lo que queda después son sólo un par de frases hechas y unos pocos datos vacíos, sin sentido. Lo digo porque he tenido esa experiencia, y conmigo coinciden muchos otros.

Mucha gente tiende a seguir una licenciatura con el ánimo puesto en aprobar los exámenes y obtener el título, para poder conseguir un puesto de trabajo que te dé dinero y comodidad. Sé que ser idealista en este mundo no está bien visto, porque el idealismo presupone ilusión (o ingenuidad) y ese entusiasmo es nocivo para nuestra sociedad (cada vez queda menos de todo ello a nuestro alrededor), pero hay que ir un poco más allá, aprender con el ánimo de ser mejores personas, de crecer, y no solamente por el hecho de vanagloriarse de doctorados o excelentes. Esa etapa debe dejar de existir; hay que asesinar al estudio pueril y dotar de vida aquel que nace con el anhelo de hacernos más humanos.

Yo, al menos ahora, no concibo iniciar un periodo de enseñanzas tan extenso como una licenciatura pensando en exámenes, notas y demás estupideces por el estilo; sé que hay que superar esos exámenes (aunque Filosofía sea, quizá, la materia que menos se presta a ellos...), sé que hay una serie de requisitos que cumplir si tienes la idea de ser "licenciado" (en verdad, odio esa expresión...), pero eso es algo que no debe eximir de sacar el verdadero jugo a unos años de aprendizaje tan sensacional como es una carrera universitaria. Hay que sentir el gusto por aprender, por saber aquello desconocido, por abarcar perspectiva y por notar que así mejoras día a día como ser humano.

Así que vale la pena cambiar el enfoque y hacer de tu estudio algo que perviva en tí mismo durante largo tiempo, algo realmente estimulante y que forme parte de tu ser para edificar tu propia humanidad.

Si no, vale, siempre puedes 'estudiar' una carrera.