30 de octubre de 2005

Opus 100: Cambios de hora

Esta pasada noche los relojes de buena parte de Europa han sido retrasados una hora, como medida para ahorrar energía. Supongo que todos estamos al corriente.

Desde hace un par de años he ido preguntando en varios foros y portales de Internet la razón de este cambio horario (en 100cia y (en astrored), y la verdad es que sigo ignorante e inseguro. ¿Es útil? ¿Realmente ahorramos electricidad a lo largo de un año mediante estos dos cambios horarios, el de hoy y el del mes de marzo?

Si leemos elmundo.es, nos dice que esta medida "está avalada por las conclusiones de un estudio sobre sus efectos. Así, tras analizar exhaustivamente las repercusiones de la medida, abarcando aspectos que van desde ahorro, salud, condiciones de trabajo, modos de vida etcétera, el estudio concluye con un balance positivo, tanto en lo que se refiere al ahorro de energía como a las industrias del ocio, turismo y salud pública, en cuanto a que los largos atardeceres fomentan el deporte y otras actividades al aire libre".

¿De qué largos atardeceres habla? Supongo que se está refiriendo al cambio de hora en marzo, que nos regala una hora de más, ya que en invierno poco deporte y pocas actividades al aire libre podemos hacer por la tarde si a las seis ya es noche cerrada. El tema es complejo y hay mucho que discutir, pero veamos un ejemplo sencillo para aclararnos un poco al respecto.

Imaginemos el mes de marzo; cambiamos la hora y tenemos una más de luz. En este caso el ahorro energético es evidente: como el ocaso tiene lugar más tarde, las luces domésticas permanecen apagadas hasta una hora después de lo habitual, por ejemplo. Entonces sí que son más adecuadas las actividades al aire libre, evidentemente, de modo que este aumento del número de horas de luz repercute en una mejor calidad de vida. Claro que, por otra parte, al tener una hora más de calor en verano empleamos más el aire acondicionado... .

Cuando llegamos a hoy, la situación se invierte: perdemos una hora de luz, de tal suerte que necesitamos encender una hora antes las luces y el frío nocturno invernal nos acecha antes, también, poniendo en marcha antes la calefacción.

Esta es lo que sucede a nivel doméstico y muy simplificado. A otros niveles, también pasa lo mismo: los comercios y tiendas, bares, etc. abren con una hora menos de luz, lo que se traduce en mayor gasto energético (iluminación y calefacción). Las fábricas y el sector industrial en general, no aprovechan, me parece, esta medida en absoluto, ya que casi todas tienen una actividad diurna, o incluso de ciclo completo, por lo que en invierno aunque amanezca más temprano (y por tanto ahorran una hora de luz), al anochecer pierden lo que han ahorrado.

Además, estos cambios afectan también a nuestra psique: muchas personas mayores y niños sufren los efectos de esta radical "pérdida" de luz, e incluso los niños a veces, en las altas latitudes, necesitan tomar baños de radiación ultravioleta para crecer fuertes y sanos.

Mi opinión personal al respecto de este tema (que he bosquejado a grandes rasgos aquí... por supuesto estoy abierto a cualquier otro punto de vista que me aclare un poco mis posibles errores de interpretación), es que no debería haber nunca un cambio de hora. De hecho, esta medida sólo tiene 30 años, en 1972 nunca se modificaba la hora en España. Sería más adecuado y menos traumático para todos establecer un sistema horario fijo, ya que según creo el posible ahorro que tenemos por la mayor cantidad de horas de luz en verano desaparece tras el invierno.

Creo que ir siempre con una hora de adelanto respecto al Sol (es decir, tal y como sucede a partir de hoy) es la mejor alternativa a estos cambios bruscos, y quizá innecesarios, de hora.

Tal vez alguien pueda explicarme lo equivocado de mi postura y hacerme ver que el cambio de hora es realmente útil, provechoso para la economía y beneficioso para nuestras psiques.

Lo espero con impaciencia.

27 de octubre de 2005

¿Calentamiento global?

Ya que en el blog de chusbg se está hablando en estos días del calentamiento global, voy a dar mi versión (reducida) del tema, teniendo en cuenta lo poco que sé al respecto.

Según me comprobado en varias fuentes (ésta es una de las mejores), la Tierra ha tenido altibajos de temperatura durante toda su existencia, y también a lo largo de los últimos tiempos (calores, fríos, y de nuevo calores...):



Si ahora estamos sufriendo un calentamiento global, que se traduce en un aumento de las temperaturas a escala planetaria (aunque haya diferencias entre distintos lugares), lo tendríamos que ver en los datos. Pero según ellos, en los últimos 15 años no ha habido un significativo calentamiento; de hecho, es casi nulo, y no ha habido ninguna tendencia general hacia tal calentamiento:



Mirando hacia el siglo pasado, no vemos más que un aumento de, como máximo, 0,7ºC, desde principios de 1900. Sin embargo, hay un hecho muy curioso: no hay aumento de temperatura alguno hasta prácticamente 1980. Si el calentamiento global es debido a la emisión de dióxido de carbono en grandes cantidades, como nos han recordado millones de voces, ¿cómo es que en 1978 no subía la temperatura global de la Tierra, y en cambio era casi idéntica a la de principios de siglo? ¿Acaso en 1978 no quemábamos carbón y petróleo?:



Esto me hace dudar seriamente de que, primero, la Tierra se esté realmente calentando, o mejor dicho, que el calentamiento sea rápido y terrible; ni es tan acusado, ni por asomo es de gran importancia (0,7 grados en un siglo es una oscilación casi "normal"). Y segundo, si la Tierra en verdad se calienta, es muy dudoso que los responsables sean el petróleo y el carbón. Sí es verdad que, debido a que los gases que provoca su combustión son termoactivos, van a jugar algún papel en la dinámica climática, pero otra cuestión muy diferente es acusarlos de ser los culpables de que la Tierra se caliente. Y esto, radicalmente, NO tiene nada que ver con intereses de empresas petrolíferas o puntos de vista sesgados: es, simple y llanamente, cuestión de observar los datos y comprobar lo que sucedía en el pasado.

No obstante, por otra parte, hay que restringir las emisiones contaminantes. Es de cajón. Si podemos optar entre ciudades polucionadas y ahogadas por el smog y ciudades con una mayor calidad de vida, donde poder salir a pasear sin riesgo a contraer una infección, la elección es clara. Pero Kyoto, en el mejor de los casos, sólo es una tapadera, una ficción empresarial, una excusa con carácter ecológico que no va a cambiar nada. Si se cumpliera a rajatabla, estaríamos hablando de reducir SÓLO el 5% de lo que se contaminaba hace 15 años. Sólo el 5%, es decir, prácticamente nada. Con eso no vamos a ninguna parte.

Si el cambio climático está en camino y todos aquellos que lo auspician y creen firmemente en su existencia están en lo cierto, Kyoto no salvará a la Tierra de ese cambio. Son necesarias iniciativas mucho más valientes, y los países ricos no están dispuestos a ello.

Los agoreros del cambio climático, asegurando dramáticos aumentos de temperatura de 6 o 7 grados en los próximos 50 años, pueden tener o no razón, pero una cosa es clara; saldrán en todos los medios de comunicación. Anunciar que quizá el cambio climático no existe, que no hay calentamiento global (o que es de poca importancia) y que el clima, pese a sus altibajos y momentos raros, puede mantenerse estable dentro del próximo años, indiferentemente a si es cierto o no, no vende. Hacen falta catástrofes, datos aterradores y futuros desesperantes. Esto le gusta a la gente, a la masa, ávida de noticias con morbo y previsiones alarmistas.

Los datos no nos indican claramente que haya un calentamiento global (y mucho menos un cambio climático), al menos personalmente no me lo parece. Creer o no en este calentamiento y en ese cambio es, curiosamente, una cuestión de fe más que de ciencia.

Quizá, en el futuro próximo, el clima nos dé una sorpresa. Resta saber si será para congelarnos o para abrasarnos. O quizá será para que todo continúe más o menos igual.

Quién sabe.

25 de octubre de 2005

Luces de vida y muerte



Estos extraños filamentos de gas violáceo son los últimos restos físicos de una estrella, que explotó hace 160.000 años en las cercanías de la Gran Nube de Magallanes, una galaxia enana satélite de nuestra Vía Láctea.

Esparcidos por el espacio desde la explosión, estos restos atestiguan una muerte estelar espectacular; la estrella que antaño mantenía estos filamentos de gas en su ardiente interior era mucho más masiva que el Sol.

Murió porque fue incapaz de sostenerse a sí misma por más tiempo; era demasiado gigantesca, demasiado descomunal, y los gigantes de gas del Cosmos, aunque espectaculares, viven poco, porque requieren mucha energía, y las despensas se agotan pronto. El Sol, aunque más modesta, está destinada a vivir miles de millones de años más, hasta una vida total de casi 10.000 millones de años.

Sin embargo, esta materia expulsada al espacio, como el postrero signo de la existencia de una estrella masiva, será de nuevo útil en el Universo; servirá para otros astros, que adherirán el gas en expansión, rico en elementos pesados (los que permiten la formación de planetas y vida), a su propia creación, con el resultado de una constante perpetuación de la materia, entre puentes temporales de millones de años. Una estrella muere y el reciclaje cósmico se pone en marcha; con el tiempo, nuevas estrellas heredarán esos mismos materiales, prolongando la vida del Universo y permitiendo, entre otras muchas cosas, la presencia de este mundo azul y las innumerables especies animales y vegetales que lo pueblan.

(P.D.: Por cierto, con este hacen 100 posts publicados desde que este blog existe. Gracias a todos los que, por una razón u otra, habéis ido a parar en algún momento a estas páginas y muchas gracias también a los que habéis 'perdido' parte de vuestro precioso tiempo intercambiando conmigo vuestras opiniones. Gracias, de verdad:)

24 de octubre de 2005

Sin tiempo

En las últimas semanas no veo el tiempo, no lo siento, se me escapa. Ando ocupado en millones de cosas a la vez, y al fin nunca tengo suficiente, de tiempo. Fue volver de mi periplo caravanero y la gran tranquilidad que hasta esos momentos dominaba mi vida saltó en pedazos; ahora no paro, no puedo estudiar lo suficiente, no salgo a dar mis paseos, carezco de mis noches astronómicas (últimamente tampoco eran demasiado pródigas, en cualquier caso), me veo superado por todo, y estoy tan agobiado que apenas noto el paso de los días.

Necesito tiempo, necesito parar, que se detenga el mundo, y comenzar de nuevo. Las malas noticias que recibí cuando volví, de tipo accidente doméstico de un familiar próximo, han revolucionado toda mi vida. Quizá exagerado, pues hasta ayer vivía plácidamente, en una tranquila existencia, preocupándome tan sólo de mis cosas, pero noto demasiado ajetreo en mi interior, algo insólito y nada agradable.



Intentaré aclararme en los días venideros, apaciguar mi ánimo y controlar un poco mejor mis horas, de forma que pueda hacer de todo un poco y no atiborrar mi mente de cosas por hacer, sitios adonde ir, y ayudas que prestar.

Paz, serenidad y vuelta al ruedo. Mi hora llegará.

20 de octubre de 2005

Luz



Potente como un faro, Merope, una de las estrellas de las Pléyades nos saluda en estas noches otoñales. Todavía sigue envuelta en el pañal de su infancia, esos rastrojos de gas, pero en breve abandonará la seguridad del nido estelar para iniciar su viaje, de miles de años luz de distancia, entre las poblaciones de astros de la Vía Láctea.

Toda estrella sigue su camino, como nosotros recorremos el nuestro. Otro más de los innumerables paralelismos entre el Cosmos y el ser humano.

19 de octubre de 2005

Sentir el infinito



Cuando contemplamos el cielo, vemos el pasado. Es algo que me deja perplejo: es posible ver lo que sucedió hace miles, millones y miles de millones de años, sólo tenemos que observar el Cosmos. Cuando vemos la estrella Polar, estamos en realidad mirando el Universo tal y como era hace 320 años, pues esa es la distancia en años luz que nos separa de la Polar; alguien, en un planeta que orbitara esa estrella, vería la Tierra hace también 320 años, cuando los barcos de vela y los carruajes estaban de moda.

Yendo más lejos, mirando por ejemplo a la Galaxia de Andrómeda, nos remontamos a tiempos inmemoriables; 2 millones de años. Por aquel entonces no había humanos en este mundo, y si alguien en esa galaxia tuviera un telescopio potentísimo no vería un alma humana en todo el planeta; sólo simios vagando de árbol en árbol.

Y cuando nos lanzamos a las profundidades, al abismo negro del infinito, a las mayores distancias conocidas, estamos explorando el Cosmos en su infancia, cuando ni el Sol ni la misma Tierra existían. Si pudiéramos viajar instantáneamente hasta las galaxias más lejanas y mirar hacia nuestra dirección, no habría nada en la Vía Láctea que nos resultara familiar. Sin estrella, sin planeta, sin ningún atisbo de vida reconocible en miles de años luz a la redonda, nos sentiríamos solos, aislados, y desprotegidos.

De modo que mirar el espacio es mirar el ayer, no el hoy. El presente, en realidad, no existe en el Universo; la luz nos informa de lo que aconteció en el pasado; incluso mirando la Luna no la vemos al instante: si explotara ahora mismo, algo bastante improbable, lo sabríamos al cabo de casi 2 segundos. Si el Sol dejara de brillar, no lo percibiríamos hasta después de 8 minutos. Cuando acontece un suceso en el Cosmos, como la explosión de una supernova, la luz, quien nos aporta la información en forma de ondas luminosas, tarda en llegar dependiendo de la distancia a la que se halla el suceso. A más distancia, más tiempo transcurre hasta que sabemos lo que ha sucedido.

El Universo, sutilmente, nos engaña: creemos que todo ocurre en directo, pero las leyes físicas marcan ciertos límites, e incluso la luz tiene que cumplirlos. No importa demasiado, porque ¿qué mas dá si sabemos el ocaso de un astro con miles de años de retraso? Lo importante es ser conscientes de la grandeza de este Cosmos, de su inimaginable antigüedad, de sus fantásticas y sobrecogedoras maravillas, y de que, por mucho daño que podamos hacer, por muy mal que hagamos las cosas, el Universo seguirá ahí, omnipotente, omnipresente, infinito y magnífico, para humillar la arrogancia humana y hacernos ver, de nuevo, que no somos más que una mota de polvo en el cielo de la mañana... .

17 de octubre de 2005

Crepúsculos









Son instantes breves, de ensoñación, dignos de favores divinos, los que nos regalan los atardeceres. Resulta increíble que toda la paleta de colores, tonos y paisajes que los crepúsculos nos ofrecen sean el resultado de la luz solar y de ocasionales nubes. Elementos tan sencillos pueden, no obstante, ser más ricos y variados que la imaginación del pintor más prestigioso. Nunca me cansaré de contemplar una puesta de sol, soy un enamorado de los crepúsculos casi tanto como del cielo.

Creo que ya lo he comentado alguna vez, pero no me importa: cuánto bien nos haría si cada día nos parásemos, entre nuestros ajetreados quehaceres y la incesante vida doméstica, a disfrutar de un crepúsculo. Quizá veríamos los problemas menos trágicos, las dificultades más fácilmente superables, y quizá sería el primer paso hacia una reconciliación, una tregua, o una paz.

Creo que el cuadro más bello y más versátil que jamás hayamos visto lo tenemos día tras días ante nuestros ojos. Contemplémoslo.

16 de octubre de 2005

La encontraré

RELATO CORTO

La lluvia me calaba hasta los huesos. Apenas notaba mis pies sobre el húmedo pavimento, levitando entre las ondulantes cortinas de agua.

La noche, cerrada y oscura, atenazaba mi ánimo, infringiéndole el sentimiento de pavor que corresponde a una búsqueda que rozaba la locura y cuya recompensa, en el mejor de los casos, no era más que un sueño.

Conocía mi ciudad como la palma de la mano, pero a través de la lluvia apenas era posible distinguir los contornos de los edificios, vaporosos y desdibujados. Estaba por donde antaño la seguía, en mis días de colegial. Hacía casi dos décadas que inicié mi persecución de una niña rubia con los ojos más azules que jamás he visto. Al salir de clase, arropado entre árboles y padres buscando a sus hijos, mi mirada se centraba en ella; iba casi siempre con su amiga del alma, más alta y más guapa, pero repleta de arrogancia. Ella era sencilla, agradable, tierna y dueña de una sonrisa que era capaz de enloquecer, siempre que la contemplases con los ojos del amor.

En las tinieblas, buscaba esa sonrisa, o al menos el rostro maduro que ya ha dejado atrás los años de la infancia y la adolescencia. La lluvia impedía ver con claridad, pero en mi mente la imagen de ella estaba nítida, resplandeciente, y anhelaba volver a encontrarla en la realidad.

Sabía, por un amigo, que volvía tarde a casa los sábados, quizá debido a su trabajo, o quizá por encuentros con hombres que la deseaban una milésima parte de lo que yo la había amado en silencio durante veinte años. Hice guardia alrededor de su casa, supurando agua y vapor, notando las frías gotas penetrar la ropa y alcanzar la caliente piel. No tardaría, pensé; en unos minutos la espera de años se haría añicos y su rostro aparecería ante mí, radiante y joven. Aguardé, paciente, el momento.

Supe que era ella porque su figura conservaba toda la sensualidad que se adivinaba ya hacía tanto tiempo; la silueta evidenciaba un cuerpo bien cuidado, sugerente y de una vitalidad increíble. No llevaba paragüas, incomprensiblemente, y tampoco corría. No huía de la lluvia, como era de esperar, más bien la lluvia se apartaba cuando ella pasaba, y de algún modo se mantenía seca, ajena al chaparrón que ya empezaba a encharcar aceras y a ahogar respiraderos.

Me dirigí hacia ella, a paso firme, y aunque mis pasos eran seguros mi corazón vacilaba. No sabía qué podía decirle, ni cómo empezar, ni si ella me recordaría, aún asegurándole que yo era aquel niño espigado y de ojos verdes, ingenuo e ignorante, que una vez intentó besarla antes de entrar a clase de plástica.

A escasos metros de ella, se detuvo un coche. La silueta femenina se acercó a la ventanilla, dijo algunas palabras apenas audibles a través del dosel de agua, y entró en el vehículo. No pude distinguir si subía o era arrastrada, si forcejeaba o si, dispuesta, penetraba en el coche de buena gana. Me quedé petrificado por unos instantes; alguien se me había adelantado, había destrozado mi sueño, aniquilado mi anhelo de encuentro. Cuando mis piernas perdieron su rigidez y me obedecieron de nuevo, ya era tarde, por supuesto.

Vi el coche perderse entre lágrimas, alejándose en la distancia. La lluvia arreciaba, si ello era posible. Decidí esperar; ella volvería, estaba seguro. Y si no lo hacía, no importaba. Continuaría mi búsqueda, hasta más allá del infinito, si era necesario. Una oportunidad malgastada, quizá debido a la lluvia, quizá por la aparición inoportuna, quizá por mi falta de determinación, pero no sería la última. Mientras exista el futuro, hay esperanza.

Rodeé una farola, me calé mi sombrero y aguardé. Su casa, delante de mí, me desafiaba. Pero pese a las dificultades, más tarde o más temprano, sé que la encontraré. Ojos azules, profundos y etéreos. Sí, la encontraré.

(Escrito en 49 minutos con ocho voces vociferantes a mi alrededor; desventajas de la vida en família... .)

14 de octubre de 2005

Una maravilla de mundo



Cada día me gusta más el mundo donde vivo. Sus montañas, sus bosques, la frescura del amanecer, el colorido del ocaso, esa percepción de que es eterno, inmutable, que aunque sus moradores más perversos desaparezcamos él seguirá existiendo, ajeno a toda guerra, peste, problema o desafío. La Naturaleza, la Madre, se mantiene viva pese a nuestros intentos de mancillarla, violarla y extraer de ella todo su fruto, al precio que sea.

El mundo es precioso, pero no lo es la gente que él mora. Al menos, no toda la gente lo es. No respetan, no cuidan, no miman a este mundo frágil y delicado, no lo llenan de besos y de abrazos, como debería ser. En cambio, se dedican a devorarlo, a arrancarle su esencia, su ser, y casi siempre acaban satisfechos cuando lo consiguen. Han hecho bien su trabajo.



Pero este mundo es un don, un regalo de Dios; no digo esto por mi inclinación religiosa, de la que carezco por completo, sino tras contemplar los otros mundos cercanos; tienen su propia belleza, por supuesto, pero están lejos de la variedad de color, texturas y ambientes de que disfruta la Tierra. Me repito, pero es un hecho: nada hay en el Sistema Solar, y es un espacio muy ancho, que se asemeje ni remotamente a la belleza de nuestro mundo; ni Marte, ni la Luna, ni los planetas gigantes, ni un cometa, ni por supuesto las rocas vagabundas que son los asteriodes.

Así que este planeta debería ser cuidado con esmero, respetado con ahínco, y sobretodo, amado con devoción; no se trata de un simple cuerpo rocoso formado por agua y piedras, es nuestra morada, el lugar que ha dado cobijo, alimento, y sueños para todo ser humano que en ella ha vivido. Debemos a la Tierra nuestro ser, y se merece un esfuerzo por parte de quienes más daño le están haciendo. Amemos a la Tierra, porque por muy rápido que avancemos en la carrera espacial, va a seguir siendo nuestro hogar. Y un hogar que no se ama es un hogar destinado a desaparecer.

He aquí un pequeño pedazo de este mundo; el lugar donde vive este hermitaño:

12 de octubre de 2005

Bueno..., estoy de vuelta

Estas palabras són las últimas de Sam 'Sagaz' Gamyi, al regresar por fin a la Comarca tras su periplo por la Tierra Media. Son, también, las que cierran "El señor de los Anillos", libro de viajes por antonomasia, aunque quizá más de viajes interiores que de los necesitados de mochila y botas de montaña.

En mi caso, también estoy de vuelta. Cierto que mis cinco días por la Península a los mandos de una casa rodante no es exactamente la cruzada de los hobbits para derrocar al Señor Oscuro, pero un viaje, sea cual sea su finalidad y destino, es un viaje, y al regresar algo en tí ha cambiado; no ves el mundo de la misma manera, notas las sensaciones de una forma especial, todo parece nuevo, reluciente... aunque malas noticias puedan debilitar o difuminar esas sensaciones.

Al volver me han dado malas noticias, desgracias de familia. No es algo esencialmente grave, pero que cambiará mi modo de vida durante los próximos meses porque voy a verme obligado a currar mucho más de lo habitual. Pero no hay mal que por bien no venga, según el buen refranero, y para mí este cambio va a permitirme ser más independiente, aumentar mi autonomía y, pese a que me restará tiempo para quehaceres intelectuales peripatéticos, sin duda repercutirá a mejor por cuanto disfrutaré al máximo las pocas horas libres que tenga.

El viaje, de ida y vuelta (me ha tentado la idea de no volver, he de reconocerlo... vivir en una autocaravana es el sueño de los trotamundos bohemios... y yo soy uno de esos), me ha dejado mucho; paisajes, cansacio, disfute, humanidad, rabia, irritación y, como siempre, ese extraño "feeling" de que algo ha nacido en tí, que algo nuevo ha despertado. Amo más al mundo tras 2.000 kilómetros al volante. ¿Por qué? Pues ni idea, pero esa es alguna de las consecuencias de viajar.

El viaje, de una forma u otra, prosigue, porque a veces no hace falta ir a ningún sitio para recorrer un mundo. Sólo necesitamos sentir que ese mundo existe y que, sin duda, vive en nuestro interior.

6 de octubre de 2005

Me voy...

Tras más de un año en blanco, en el que he vivido austeramente, ajeno a cualquier consumismo y gasto innecesario, a partir de mañana tiro la casa por la ventana y me regalo cinco días de viaje por España.

Además, voy a viajar de un modo peculiar; recorreré la Península subido a una casa con ruedas: una autocaravana. Lo curioso del caso es que para mí la autocaravana es la casa ideal, en la que, de hecho, espero vivir antes de poder pagar el lujo que representa un piso. Una autocaravana, con todo lo necesario para vivir y disfrutar durante meses, puede valer una fracción de un piso cualquiera. Mientras, la idea es ahorrar poco a poco hasta tener cierta cantidad que te permita acceder a hogares fijos y estables.

Esto es, dado mi escasa estima por el dinero y el trabajo convencional, casi una utopía, pero conozco casos de gente que ya están a punto de hacerlo realidad: sólo es necesario valor, unos pocos euros, y ganas de vivir en libertad. Yo, al menos durante los próximos cinco días, también lo haré (aunque cabe la posibilidad de que huya a Francia y me establezca en el Pic du Midi si la cosa me engancha, quién sabe...:)).

En algo parecido a esto viviré mis próximos días.



Así que nos vemos pronto, amigos, vivid todo lo bien que podáis y no dejéis nunca de mirar hacia arriba.

El hermitaño abandona la choza... pero regresará en breve;).

5 de octubre de 2005

Un hogar de maravillas


La Vía Láctea

Vivimos en una espiral galáctica en constante fecundación. Las estrellas que la forman, como las personas, nacen, viven y mueren. Por doquier vemos la intensa actividad cósmica en los criaderos de estrellas, esas regiones enormes de gas y polvo en las que sin cesar se forman los nuevos astros. Vemos también la extensa maraña de estrellas maduras, que jalonan nuestros cielos, y podemos ver asimismo el ocaso de la población estelar, a veces en colosales explosiones y otras en conchas de gas en expansión. Toda la vida de las estrellas es visible ante nuestros ojos en la ventana que la Vía Láctea abre para nosotros cada día.

La Vía Láctea, la morada de esa peculiar especie que llamamos humana (y seguramente de otras muchas más, inteligentes o no), pierde en otoño parte de su fuerza luminosa; regresará hacia finales del mes próximo con toda su energía, gracias a constelaciones como Orión.

Si no somos tan estúpidos como parece y podemos sobrevivir a nuestros propios miedos y conflictos (y creo sinceramente que no lo somos), la Vía Láctea nos espera, nos llama, nos tienta con su luz maravillosa.

Sólo tenemos que ir a su encuentro.

3 de octubre de 2005

3 de octubre de 2005; un día para el recuerdo















Al final tuvimos suerte. A las siete de la mañana todo presagiaba malos augurios; nubarrones densos cubrían el cielo, y apenas se vislumbraban pedacitos de cielo azul. A medida que el Sol subía por el horizonte las nubes se disiparon, y para cuando estábamos en el lugar escogido, un manto azul profundo se expandía por todos lados.

Durante el eclipse hacía un frío de muerte, la verdad, aun sin nubes. Hemos podido comprobar cómo la temperatura bajaba considerablemente, cómo las sombras se difuminaban y cómo algunos perros en la distancia empezaban a ladrar tímidamente en el instante de la centralidad.

Es decir, hemos sido testigos de lo que sucede generalmente en estos acontecimientos, y con el ánimo encendido, jubilosos y llenos de extraña alegría, el Sol ha recuperado su total protagonismo, mientras la Luna se retiraba, quizá ya satisfecha tras este largo y sugestivo beso entre nuestros dos astros más emblemáticos.

Junto a otros tantos millones de personas, he sentido hoy esa singular sensación de maravillosa conexión con los cielos, de nexo común entre lo que acontece aquí abajo y lo que sucede por allá arriba. Este regalo de la Providencia nos sugiere que, quizá, "alguien" ha querido brindarnos la oportunidad de saborear este momento tan mágico por alguna razón desconocida. No sabemos si Dios existe o no (yo, al menos, no lo sé aún...), pero sucesos como este me invita a creer que, en efecto, hay una inteligencia superior la cual nos ofrece estos fenómenos para que "sepamos" que está "ahí". Es una coincidencia demasiado grande, y las implicaciones que de ella se derivan son demasiado importantes, para suponer que todo es sólo cuestión de azar.

En cualquier caso, felicito a todos aquellos que, durante el trabajo, el recreo, la pasión matinal, el paseo tranquilo o el interés radical, han dedicado unos minutos a observar y disfrutar del eclipse anular de este año. Quizá no signifique mucho para ellos (no a todo el mundo le deben importar los fenómenos cósmicos), pero al menos recordarán este día como aquel extraño momento en que la valiente Luna besó al Sol.

Y si, de entre todas aquellas explicaciones que hemos visto, oído o leído en tantos medios, algunas vagas y otras más claras, conservamos el deseo de repetir la experiencia, de ir en busca de otros desafíos que la naturaleza nos tiene reservados, entonces todo el esfuerzo de los divulgadores, prensa, organizaciones, asociaciones y demás habrá servido de mucho. Porque la finalidad de esto es extremadamente sencilla: hacer partícipes a las personas de las maravillas que suceden en los cielos y sembrar en ellas la semilla de la curiosidad y el deseo de saber más.

Hoy, estoy convencido, el cielo os agradece vuestro interés. Yo también.

(Imágenes de cabecera: por primera vez, y aunque los resultados no han sido demasiado "profesionales" que digamos, he hecho unas pocas fotos del fenómeno con una cámara digital y un filtro. Para el siguiente eclipse de estas características, allá por el 2026, espero haber aprendido algo más y poder realizar tomas más bellas:). Sé que estas fotos no son de una calidad demasiado buena pero, en fin, las "tomas 'realmente' bellas" las guardo en mi memoria y en mi corazón:))

2 de octubre de 2005

Buenas previsiones... para algunos



Tan sólo faltan unas pocas horas para el eclipse anular... seguro que más de uno estará hasta los mismísimos de que se hable tanto de el Sol, la Luna, sombras y gafas protectoras, y no se dedique más tiempo al Madrid, a las carreras de motos o a la reforma del Estatut catalán. Todo llegará, tranquilos, dejad a la Astronomía su día de gloria... .

Las previsiones para la zona de totalidad son bastante optimistas: grandes claros en todo el territorio, excepto en el sudeeste (es decir, por aquí... cachis), donde pueden verse algunas nubes compactas, que en el peor de los casos podrían llegar a tapar el cielo completamente. Sin embargo, después de todo el día presente nuboso, hacia la tarde se ha despejado, y el cielo ha crepusculado fascinantemente, sin apenas nubes en el horizonte.

Ruego a los hados del mal tiempo que se alejen de estas tierras mediterráneas durante las próximas horas, al menos hasta las doce del mediodía de mañana. A partir entonces que diluvie si le viene en gana a la Providencia, pero no antes. Antes, imploro, dejen a este pobre hermitaño y a todos sus allegados disfrutar de un acontecimiento tan inhabitual y fascinante como lo es este eclipse anular.

Mañana cuento el resto (... y espero que los que estéis por ahí también). Despejados cielos para todos. Buena suerte.

Defender la filosofía

En nuestros días la filosofía parece haber perdido un poco su sitio; la ciencia la ha superado en el saber material, y la política ha conseguido poner en práctica lo que la filosofía sólo podía teorizar. Además, hay quienes piensan que hoy en día la filosofía no pinta nada en nuestra vida diaria porque en ella se tratan temas, ideas y cuestiones, o bien ya conocidas y demostradas (o desechadas), o que no tienen ninguna relevancia para la sociedad actual. ¿Alguien recuerda el nombre de algún filósofo español de renombre (no vale el ejemplo de Fernando Savater, más ligado últimamente a la política que a quehaceres puramente reflexivos...)? Seguro que podéis hacerlo con algún científico o político.

Y, sin embargo, la filosofía no está en su decadencia. En absoluto; más bien, todo lo contrario, estamos a las puertas de la aparición de una nueva filosofía, más auténtica, más integradora, capaz de transformar el mundo moderno en que vivimos, que da más pena que gloria, en una nueva frontera de la existencia humana.

De esta futura filosofía hablaré en otra ocasión, pero ahora dejo que sea un tal Giovanni Pico de la Mirandola (sí, nombre curioso), quien diga las últimas palabras, precisamente en defensa de la filosofía, que tanta falta nos hace en la actualidad:

"Pues todo esto que es filosofar (tal es la desgracia de nuestro tiempo) tira más a desprecio e injuria que a honor y gloria. Hasta este grado penetró ya en la mente de casi todos esta nefasta y monstruosa creencia de que en modo alguno hay que filosofar, o sólo por pocos, como si en el explorar hasta lo último y hacerse familiar las causas de las cosas, los usos de la naturaleza, el sentido del Universo, los designios de Dios, los misterios de los cielos y de la Tierra, no hubiera más que el interés de granjearse algún favor o de proporcionarse algún lucro.

Se ha llegado (¡oh dolor!) hasta no tenerse por sabios sino a los que convierten en mercenario el cultivo de la sabiduría [...]. Pues, si toda su vida [la de los filósofos] está puesta en la ganancia o en la ambición, claro es que no abrazan el conocimiento de la verdad por sí misma. No me avergonzaré de alabarme por no haberme puesto a filosofar por otra causa sino por el filosofar mismo, ni esperar o buscar de mis estudios y de mis lucubraciones otras recompensas o fruto que el cultivo del espíritu y el conocimiento de la verdad, siempre y en alto grado deseada [...]. Me enseñó la propia filosofía a depender de mi propio sentir más que de los juicios de los otros y a cuidar, no tanto de no andar en las lenguas maldicientes, cuanto no decir ni hacer yo mismo algo vil."


Palabras del siglo XV, hace casi 600 años. Parecen escritas ayer... .