
Un paisaje árido como éste podría ser típico en el futuro en muchas zonas de España, si hacemos casos a los vientos dominantes del pensamiento actual. El cambio climático es, ya, una realidad incuestionable e incuestionada. No es el momento de discutir; es el momento de actuar. Hay que parar el cambio climático al precio que sea, es decir, a todo precio. Y cabe hacerlo porque los intereses en juego son grandes. Tanto por parte de quienes lo niegan todo como por quienes aceptan toda noticia catastrofista.
Este tema ha traspasado desde hace tiempo el ámbito científico (si es que alguna vez se ciñó a él) inundando discursos políticos y económicos. Queda bien utilizar el cambio climático en las conversaciones, queda ecologista, verde, queda como símbolo de lo que estamos haciendo las cosas mal y debemos (o, quizá,
deben) cambiar sus hábitos. Nos hace sentir partícipes de que movemos el culo por una buena causa, nos tranquiliza la conciencia el reciclado, no coger el coche para ir al súper, apagar de vez en cuando la climatización, o cerrar el grifo al limpiarnos los dientes. Memeces.
El clima es un ente físico de una complejidad extraordinaria. Sabemos bastante acerca de él, pero no todo. Se ha avanzado enormemente en la predicción del clima futuro, y conocemos muchas de las variables en juego, pero no todas. Y esto sí es reconocido por todos los científicos. Las predicciones a 20, 30 o 40 años vista deben ser consideradas como posibilidades, que es lo que son, y no como certezas. A no ser que queramos meter miedo, que nos gusten los titulares sensacionalistas, y hacer creer a la gente que si encienden dos luces en lugar de cuatro van a contribuir a que el cambio climático se neutralice. Cierto es que las predicciones van casi siempre en una misma dirección, que no es la buena, pero ello no debiera impedir verlas sólo como hipotéticas situaciones futuras.
Es dificil hallar fuentes y bibliografía que esté en desacuerdo con las posturas
oficiales (como odio esa expresión...). Pero las hay. Y cabe interesarse por ellas si lo que queremos es hacernos con una visión lo más coherente e imparcial que podamos. No existe, pese a lo cacareado del asunto, una opinión científica clara ante el cambio climático. Están los que dicen que sí, que existe, y que además es por la mano humana, y son la gran mayoría, evidentemente. Pero asimismo existen los que opinan que no, aunque estén casi silenciados entre el clamor y los berridos de sus contrarios.
Lo lamentable del tema es que ya casi no importa quien tenga razón, sino hacer ver que ninguno de los grupos merece más credibilidad que los otros. No hay científicos pagados y otros honestos; los de un bando no son los "buenos" y otros los "mercenarios"; los que dicen que sí no son los únicos que abrazan a la ciencia y los que lo niegan no son palurdos sin formación. Nada en esto, como en lo demás, es blanco o negro.
Qué asco me da quienes creen (e intentan hacer creer) que el caso está cerrado. Oigamos a las voces que dicen lo contrario (me refiero a las voces profesionales, no a charlatanes de turno o los magufos anti-ciencia), y hagásmoslo porque el tema del cambio climático está ya más allá de una cuestión de verdad o mentira, de sí o no, de saber quién está en lo cierto y quién se equivoca. Es una cuestión de información, de hacer creer a la gente lo que mejor conviene.
Y esto, por supuesto, tiene muy poco que ver con la ciencia.