15 de octubre de 2012

Fragmentos para otras gentes (II)


Propio de un espíritu generoso es hacer caso omiso de las injurias: la venganza más ofensiva es no considerar a alguien digno de tomar venganza sobre él. Mucha gente, al tomar represalias, hunde en lo más profundo de sí pequeñas ofensas: es hombre grande y noble el que, a semejanza de los animales grandes, oye despreocupado el ladrido de los perros pequeños...” (Sobre la ira, II, 32, 1-3)

A nada hay que prestar más atención que a no seguir –a modo de corderos– tras el rebaño de quien va delante de nosotros, pues así iremos, no a donde hay que ir, sino a donde va todo el mundo. Y es que nada nos acarrea mayores desgracias que acomodarnos a la opinión común, pensando que aquello mejor es lo que goza de la aceptación general, el dar por buena la abundancia de ejemplos, y el vivir no de acuerdo con la razón, sino a imitación de los demás. De ahí la mediocridad de las gentes amontonándose unos sobre otros... Nadie se equivoca en solitario, sino que es causa y artífice de los errores de otros; en efecto, es nefasto seguir las huellas de los que marchan en cabeza y, dado que todo el mundo prefiere confiar en otro a formarse su propio criterio, nunca se tiene un juicio acerca de la vida, siempre se confía, de forma que nos trastorna y nos precipita en el error que pasa de mano en mano. Perecemos por culpa de los ejemplos ajenos; nos curaremos en cuanto nos alejemos de la masa..." (Sobre la felicidad, 1, 3-4)

Séneca


(Imagen: El Hermitaño)

No hay comentarios: