28 de diciembre de 2013

Fin de la aurora
















Todos merecemos un tiempo para ser amados; pero, a veces, también llega otro tiempo: el de ser olvidados.

Nunca he amado tanto a nadie. Aunque jamás intercambié una sola palabra con ella, aunque no pude cruzar su mirada con la mía, ni oír su risa, ni escuchar su voz. Atravesé el país para ir en su busca, y sólo hallé frío, lluvia y un parte meteorológico emocional que pronosticaba nublado con riesgo de más chubascos...

Cuando lo comenté, algunos lo vieron como una estupidez, una falta de madurez, u otros, directamente, como una locura. Quizá sea así; pero un amor que se precie como tal algo de ello debe de tener. Un amor racional, frío, comprensible, domesticado... pues quizá sea muchas cosas, pero posiblemente tendrá poco de amor. Yo valoro más el fuego, el ímpetu que te fuerza a hacer todo lo posible (y algo de lo imposible...) para tener a esa persona a tu lado. Cueste lo que cueste. Un amor disparatado, algo salvaje. Dejemos que, en estos temas, controlen otros...

¿Olvidarla? No, no es posible. Pero el tiempo pasa, la brasa empieza a perder su calidez y es invierno y tengo frío. Así que...

Alba...


Y ocaso.

(Imagen: El Hermitaño)

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