27 de octubre de 2014

Compañeros en ruta


Nada mejor que la compañía de un bigotudo cariñoso para alegrarte un poco más la tarde. A este hermoso me lo encontré en el aparcamiento de Las Médulas (León), y no se marchó ni siquiera por la noche, cuando salí a estirar las piernas y a intentar pillar cobertura antes de marcharme a dormir. Allí estaba, encima de la cerca de madera, esperando a que saliera, para jugar conmigo...


Se colaba entre tus piernas, frotándose... jugando con mis dedos, dando saltitos. Y, a la noche, me senté en el suelo y se subió a mi regazo... enroscándose, ronroneando... Imposible no encariñarte con una criatura así.

A mi vez, le protegí de un perro que se acercó, con más ánimos de jugar que otra cosa, con la bola peluda en que se convirtió el felino al ver al cánido. Cuando desapareció éste, volvimos a nuestra juerga...

Cómo alegra encontrar a compañeros así a 800 kilómetros de casa, que ofrecen su cariño a cambio de nada.

(Imágenes: El Hermitaño)

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