27 de septiembre de 2006

Tristeza nocturna



¿No es triste saber que, con seguridad, algunas de las estrellas de las que vemos hoy en día ya no existen?

Sabemos que en la Vía Láctea hay astros muy viejos, próximos al término de su vida. Mirando a algunas de estas estrellas, si están lo suficientemente lejos, es posible que en realidad veamos lo que ya ha dejado de ser; esos astros pueden, en el directo del Cosmos, ser residuos nebulosos a la deriva, aunque nosotros, en el ahora de nuestra Tierra, veamos una estrella en plena forma. Incluso más allá, si contemplamos otras galaxias, astros aún no convertidos en gigantes pueden ser nada más que pura ilusión, fantasmas de una era pasada.

Es triste contemplar algo bello pero que, en realidad, ya no es más que un recuerdo. Imagino qué sentiría un alien, situado a miles de años luz pero con poderosos instrumentos astronómicos, que se dedicara a observar la Tierra. En su planeta, vería a la Tierra como un mundo lleno de capacidad tecnológica, fresco y desbordante de inteligencia, pero la verdadera faz del planeta que hollamos podría ser muy diferente; quizá, para entonces, la civilización humana ya no exista y, pese al entusiasmo del alien, la muerte y el olvido sea todo lo que quede allí (aquí). Es decir, el extraterrestre contemplaría vida y actividad, pero el Cosmos le engañaría, porque no sabría qué está sucediendo en verdad.

El saber, el fin y el adiós, la muerte total, siempre llega con retraso en el universo.

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