17 de noviembre de 2008

De crisis y otras bendiciones



No me corresponde, precisamente a mí, analizar y/o criticar la crisis económica que estamos viviendo en estos últimos meses: primero porque mis saberes en este sentido no alcanzan para mucho, segundo porque no es un tema que de momento me afecte, a Dios gracias, demasiado (alarde de egoísmo monstruoso, lo reconozco), y tercero porque siempre me ha parecido que esta crisis, de hecho, se engarza con otra de mucho mayor calado, apenas aireada desde medios, una crisis social en toda regla, que padecemos no desde hace meses, sino ya demasiados años. Pero esto merecería otro comentario. Ya habrá ocasión.

Es sobradamente conocida toda la trama del declive financiero y bursátil que, partiendo de EE.UU., ha arrastrado a buena parte de los países desarrollados. Aunque sepamos la historia, ignoramos los nombres de los responsables (que los hay, naturalmente, y no son entidades bancarias, sino individuos particulares), a los que podríamos rendir cuentas por sus torpezas e infinitas avaricias. Pero nunca aparecen sus apellidos en la prensa ni se difunden sus fotografías; sí lo hacen, en cambio, en el caso de pederastas, terroristas, violadores y ladrones. Un buen apunte del poder de la banca y de la protección a la que somete a sus acólitos.

La crisis, qué duda cabe, es nociva. Pero, ¿hasta qué punto? Desde mi perspectiva, absolutamente subjetiva y personal, desde luego, una crisis que me pudiese afectar de lleno debería repercutir en lo más básico para mi subsistencia: es decir, en la alimentación, en los impuestos (que, de momento, no pago) por tener una vivienda -no por el pago de la vivienda en sí misma, a ello volveré enseguida-, en la carestía de los ropajes básicos y, tal vez, en unos servicios médicos si éstos no fueran gratuitos. Además, claro, de la cuestión laboral (Faus-Group, la fábrica en la que trabajé a los 18 años, está a punto de despedir a la mitad [unos 450 empleados] de toda su plantilla); la pérdida el empleo es una de las peores consecuencias de este caos previsible y lamentable.

Pero, me preguntarán, ¿y qué hay de las hipotecas, préstamos y créditos, del precio del petróleo, de las letras del coche, de las vacaciones de agosto, de aquellos vestidos y zapatos tan bonitos, de las joyas y halajes, de las cenas y salidas nocturnas de fin de semana, de los libros, del mobiliario para el hogar, del colegio infantil, de las compras del viernes por la tarde, de maquillajes, perfumes y de ...? Naturalmente cada persona es un caso específico, y sus necesidades serán muy diferentes, afectándole la crisis, por tanto, de manera harto distinta a como sucede en el mío, pero voy a mojarme y a responderles con dureza, como quizá corresponde a la ocasión.

Ahí va. ¡Todo ello, todo, puede irse al carajo! No pretendo (mi arrogancia no alcanza tales límites) solucionar nada ni increpar a toro pasado, pero puedo preguntarles yo a ellos, a mi vez: ¿Por qué no optásteis por el alquiler de un piso de segunda mano, en lugar de uno nuevo y propio, ocupando algunos de los centenares de miles de pisos vacíos existentes en este país?, ¿porqué quisísteis poseer más de lo que vuestra liquidez y solidez económica podía permitirse?, ¿por qué adquirísteis un vehículo alemán nuevo y potente, de alta gama, cuando con uno pequeño y austero teníais más que suficiente?, ¿por qué lleváis a vuestros hijos a escuelas privadas, si no tenéis la capacidad monetaria necesaria?, ¿a santo de qué salís un sábado noche y otro también a perder unos cientos de euros en cenas de caro restaurante sin tener un céntimo en la cartera y siempre pagando todo con, y quedando pues a merced de, una tarjeta de crédito? Y podríamos, yo y vosotros, seguir y seguir...

Dispongo de un ordenador portátil y de Internet. Si pintan bastos, puedo desecharlos; mis libros decoran e iluminan mi habitación; puedo dejar de adquirirlos si la situación es precaria; puedo vender mi coche e ir a todas partes a pie, con transporte público o en bicicleta (sé que quienes conviven en grandes ciudades su vehículo les resulta imprescindible, no hablo ahora de ellos); puedo también abandonar mi casa e irme a cualquier choza con lo mínimo imprescindible para la vida. Comprendo que gentes con familia no poseen tanta libertad de movimientos, y que por motivos de trabajo u otros se ven constreñidos a perpetuar su estilo de vida. Pero, ¿y los demás? ¿Tenemos tantas necesidades en nuestra existencia como para esclavizarnos y matarnos en pos de una "calidad de vida" que de ordinario está más allá de nuestro alcance?

La crisis, por otra parte, está beneficiándonos, también: por ejemplo, muchos proyectos urbanísticos en esta región mediterránea donde moro están paralizados por falta de liquidez; quizá por ello las canteras ya no prosiguen sus labores de mordisqueo de las montañas los sábados; el petróleo empieza a bajar, exprimiendo algo menos nuestros maltrechos bolsillos; los bancos y entidades financieras, pese a la inyección de capital estatal, están ya proporcionando a sus clientes contratos más asequibles; los precios de viviendas se reducen considerablemente, y tras la escalada brutal de la carestía de alimentos básicos a principios de año, empiezan a verse algunos descensos en su coste de cara al público.

Ahora es el momento oportuno, para quienes hayan hecho bien las cosas, de invertir su dinero ahorrado en viviendas, vehículos, negocios, etc. Pero cabe hacerlo, desde luego, con inteligencia, no hipotecando tu futuro por un beneficio o un disfrute inmediato, pecado que muchos han cometido; algunos van a tener que prolongar el pago hasta su senectud por algo que hoy, aún en la juventud, creen indispensable y valioso. Y, mientras, el sistema financiero se hincha hasta extremos grotescos, repartiendo dividendos a unos sujetos que, sujetándose la barriga henchida de gozo monetario, se ríen de nosotros, de nuestra debilidad y avidez por un hedonismo cerril.

Más que los estados, más que la banca o los empresarios, la solución, la salida a esta "crisis", pasa inevitablemente por un cambio de paradigma, de estructura social y mental, incluso. Y esto es cosa nuestra, muchachos. Nos toca espabilar, modificar costumbres y tradiciones si queremos vivir, y no sólo sobrevivir. A estas alturas, cada uno ya sabrá hasta dónde debe meter su brazo en la inmundicia para extraer su futuro; un futuro que esperemos sea más digno, íntegro y limpio aquel que parece planear hoy sobre nuestras preocupadas y febriles testas.

(Un par de vídeos interesantes, y polémicos, sobre la cuestión, traídos a colación por un viejo camarada: aquí, y aquí)

(Fotografía: Charlie Wild)

6 comentarios:

Dosgruppen dijo...

You have been invited to our blog - www.dosgruppen.blogspot.com Djurplågeri, Olja & Skönhetsideal

M. Domínguez Senra dijo...

Mira los nórdicos... Ejem, ejem, bueno, pues que me parece muy lúcido que advirtieras el anonimato de los que en realidad mueven los hilos de la economía y la especulación. Existen, tienen mucho poder, manejan mucho capital, pero son invisibles, como mucho grises. Las páginas salmón son esotéricas, más incomprensibles que un libraco de Bioquímica, y parecen custodiadas por una barrera terminológica insalvable. El hecho de que tengan tanto éxito los buenos divulgadores indica que hay interés por la economía mundial.
*
Una amiga mía, bancaria que no banquera, tiene que proponerles muy a menudo a algunos clientes que dado que no llegan a final de mes, que es mejor que no se pidan una tarjeta de crédito ni de rédito. Y me cuenta que hay mucha gente que estira -como se suele decir- más el brazo que la manga. ¿A qué nos lleva el consumismo?

Un saludo y un abrazo.

tequila dijo...

buenas:
comparto algunas de sus ideas aunque creo mete usted en el mismo saco a demasiada gente, pero bueno, cada cual cuenta las cosas desde su perspectiva y no siempre híbamos a estar de acuerdo en todo no???

De verdad que no entiendo por qué algunos blogs no tienen más comentaristas... en su caso le tengo como una joyita de la que puedo disfrutar (mientras me permita)

Besos Hermitaño

elHermitaño dijo...

Marta, tu amiga debe hacerse una pregunta recurrente, supongo yo: ¿Por qué, si no pueden permitírselo? Yo no me pongo a estudiar microbiología porque no entendería ni pe; no comenzaría a constuirme una casa porque soy un manazas inepto; y no me compraría una vivienda nueva, un coche potente, etc. etc., si mi economía no me lo permite (aunque en banco de turno me ofrezca el oro y los moros...). ¿Tan dificil es actuar así? ¿Tan fuerte la necesidad material...?

Tequila, no quise generalizar totalmente, sé que hay gente que ha hecho bien las cosas, que se ha mantenido al margen del compra-compra desaforado que nos invade; pero coincidirás conmigo en que se trata de buena parte de nuestros vecinos... ¿no? Al menos, en mi caso, no tengo más que echar un vistazo a mi alrededor para comprobarlo.

Tequila, tu pase en este blog es ilimitado, por lo menos hasta que las montañas caigan al mar, se apague el sol y ese tipo de cosas... ;) Mientras, esta es, ha sido y será tu casa, si así lo quieres... :) Y, te lo pido por favor, deja atrás la formalidad, por Dios... xD

Besos para ambas.

tequila dijo...

buenas:
lo que quería decir, lo siento pero estoy guerrera, es que muchas veces las cosas no son lo que parece y que detrás de lo que vemos se enconden historias. Cierto que habrá gente que se haya alocado y despilfarre, pero dudo mucho que sean la mayoría. Por ejemplo hay gente que la ves con un buen coche, nuevo, pero quizá sea importante saber que lo necesitan para el trabajo, que tienen que viajar y que la seguridad por la carretera les hace tener que invertir en un buen coche.... Cierto tb lo que comentabas de los pisos de alquiler, pero eso es una historia muy nueva en nuestro pais, la mentalidad europea ha tardado en llegar y no se puede reprochar que alguien quiera comprarse una casa si gasta lo mismo que en un alquiler( lo podamos entender o no). Lo que implica esta crisis es que en una familia con o sin hijos, los dos puedan perder el trabajo( en el que llevaban muchos años fijos), que ademas como la empresa ha quebrado, no tienen indemnización, que para más inri, tienen mas de 45 años, por lo que lo de encotrar trabajo está muy jodido, que les da igual trabajar de lo que sea pero que no hay ése lo que sea. Que venderían la casa, sin ánimo lucrativo pero nadie tiene un duro y los que lo tienen no quieren esa casita proletaria, que ya han pagado pongamos 10 años( y les falta muy muy poquito para terminar de pagarla) pero da igual...
no sé hay muchos, muchos casos...
tb hablas de los empresarios pero pareces olvidar las pequeñas empresas, esas cuyos beneficios no van más hallá de un sueldo con el que vivir...
te hablaría de familias que tienen que pagar una guardería, la ropa de los niños que en los primeros años crecen de manera descomunal y arruinante, que tienen que darles de comer( y en estas edades no vale cualquier cosa), los libros del cole y ahora la "maldita" navidad, porque cómo les cuentas nada .... cierto que el problema es el consumismo, la sociedad que han montado para que piquen los incautos (ejemplo hipotecas USA), de acuerdo con muchisimo de lo que dices pero yo creo que no son la mayoría y que aunque lo fueran habría que ir más hallá y mirar las causas

En fin "no es oro todo lo que reluce" y por suerte, no me puedo quejar...
Besos y no te mosquees si se me escapa el "usted"

elHermitaño dijo...

Tequila, no te disculpes por tus ganas de discutir y compartir. Que emplees tu tiempo aquí es para mí un elogio, y te lo agradezco mucho. Además, me diculpo yo por lo del formalismo; puedes dirigirte a mí como te dé la gana, qué diablos... :)

Creo que estamos, por lo que comentas, básicamente de acuerdo. Es una cuestión de grado, me parece: tu no aceptas que sea la mayoría quien despilfarra, yo creo que sí. Tal vez mi caso concreto me haya llevado a pensar de esa forma tan general. Voy a explicartelo.

Una familiar próxima se marcha a vivir con su novio a un piso recién comprado: nuevo, grande, amueblado con lujo, por tanto, caro, carísimo. Y luego se quejan, ambos, de lo que suben las hipotecas. Ambos trabajan, ambos ganan sueldos aceptables, tendrían dinero de sobra si hubieran mudado a una vivienda más económica, austera y pequeña. Y eso que parte del coste lo abonan sus padres...

Otro par de ejemplos: mi primo se compró un coche nuevo a los 18 años; su hermano, que hace unos meses ha llegado a esa misma edad, otro idéntico. Y luego mentan, como irritados, como si fuese una imposición exterior y no una voluntad suya, que van a estar pagándolo hasta que queden calvos... Y son sólo unas pocas muestras, hay más.

No se me ocurriría criticar a la gente que compra esos bienes por necesidad; entiendo los casos que mencionas, nada les reprocho. Tampoco diría nada si son personas con nivel adquisitivo alto, pues pueden permitírselo.

Yo me refiero a quienes:a) no tienen muchos ingresos, y deben acudir a los bancos para satisfacer sus apetitos materiales actuales, y b) que esos mismos apetitos no sean "imprescindibles", sino producto de una necesidad imaginaria, de un ansia de poder y de ostentación, de tener algo caro, lujoso, no porque les sea útil, necesario o grato, sino por motivos puramente estéticos o porque son unos esnobs.

Desde luego que hay gente que lo está pasando mal, pero ¿es algo nuevo? ¿No había muchas familias con dificultades, pequeñas empresas al borde de la quiebra, gastos infinitos con los niños, antes de esta crisis? Quien quiera tener una familia o una empresa, por ejemplo, sabe que debe llevarla adelante cueste lo que cueste; se trata de aceptar la responsabilidad. Si tienes que vestir y alimentar bien a tus hijos, si tu no lo estás es secundario; ellos te necesitan. Si montas un negocio, te arriesgas a pérdidas, cierres, despidos, etc. Esto es el juego social y empresarial, amiga, es un juego que jueguas si estás de acuerdo con las normas. Si entras en él no hay que salir llorando con el rabo entre las piernas a la primera dificultad...

Por eso decía en el post, amiga Tequila, que cada uno de nosotros sabe hasta dónde debe meter la mano en el cieno para extraer de él su futuro. Soy consciente de que mucha gente no está bien, y que incluso estará peor. Si les despiden, si pierden su empleo, es una responsabilidad ajena, y los culpables de ello deberían pagar. Pero si gastan en exceso, si tienen hijos como conejos (perdón por la expresión), si echan mano de la tarjeta de crédito o si adquieren lo que no les estaría permitido de no existir hipotecas, créditos, y demás mierda, entonces hasta cierto punto es su problema, es su responsabilidad, y son ellos quienes deben solucionar dichas dificultades (esto también se aplica a las actividades de los bancos, desde luego)

Un fuerte abrazo y muchas gracias por tus valiosos comentarios, Tequila.