31 de marzo de 2009

Vocación



Aquellos que, partiendo de una dirección cualquiera, hemos llegado a confluir en la pasión por las letras llevamos detrás nuestro una historia, la narración personal de un particular cómo, el de las circunstancias que causaron o motivaron aquella tendencia amorosa hacia las palabras. En mi caso, si no me fallan los recuerdos, todo empezó hacia el año 1989 o 1990, cuando servidor no era más que un mocoso larguirucho de tercero o cuarto de EGB; y el catalizador, el fermento que me aupó al gusto del habla escrita no fue otro, por extraño que parezca, que la serie "Se ha escrito un crimen".

Creo que la emitían los domingos (puede que fuera los sábados) por la tarde. A mis padres les gustaba, aunque solían mofarse un poco de la señora Jessica Fletcher (Angela Lansbury); tal vez por sus formas o modales ingleses (aunque se suponía que era estadounidense), o por su infalible eficiencia y talento en la resolución de los casos, demasiado inverosímil (si bien, en este caso, la mofa deberia más bien haberse orientado hacia los guionistas...). El caso es que, en tardes desapacibles de otoño o invierno era habitual sentarnos los cuatro (mis dos progenitores y mi hermana mayor y yo) frente al televisor hacia el fin de la jornada dominical y observar las correrías de la perfumada, maquillada y siempre impecable investigadora criminológica.

No he olvidado que, si había algo que me atraía especialmente de la serie, era la intro. Por razones que ignoré entonces (y ahora más aún, si cabe), me encantaba ese aroma de misterio que envolvía la presentación, con la máquina de escribir arrojando palabras donde antes no había más que papiro blanco, creando una historia, reflejando la vida. El clímax, cuando las manos de Lansbury (o quien fuera) arrancaba la última página del carro y la encerraba dentro de esa carpeta de cuero marrón con el título de la serie sobreimpreso ("Murder, she wrote", en inglés), me producía una extraña, e intensísima, sensación de querer componer algo parecido. Necesitaba producir algo, una historia, fuera real o inventada, tratara de lo que tratase, pero escribir, escribir, escribir... sentir lo que sentía Lansbury cuando ponía "FIN" a su caso diario.

Pese a que en mi casa no faltaban las novelas hasta entonces nunca les había prestado demasiada atención; de hecho, mis libros eran los de texto, agrios, asépticos, fríos. Hasta que justo entonces, en virtud de mi interés por el cielo, mi abuelo materno me regaló una obra maravillosa, "Los amantes de la Astronomía", que le habían ofrecido en un banco. Poco después llegarían otras similares, de carácter divulgativo y, más adelante, el plena pubertad, me alié con las novelitas y volumen de relatos de Stephen King, y las aventuras de ciencia ficción cortesía del maestro Isaac Asimov, entre muchos otros.

Fue así que, un día, mientras Se ha escrito un crimen abría la tarde oscura con sus historias de asesinatos y homicidas, se me ocurrió abrir a mi vez la vieja cubierta que recubría la Olivetti Lexicon 80 (que perteneció a mi citado y ya desaparecido abuelo), máquina de escribir empleada antaño en filas de anónimas oficinas, y cuyas teclas fueron pulsadas mil y una veces por mil y una manos, y que desde hacía algunos años sólo volvía a la vida al necesitar mi padre pasar a limpio alguna factura, o tarea burocrática similar.

Yo le di otro uso. A mis nueve o diez años, y sin vislumbrar motivo alguno (ni maldita falta que me hacía), puse un folio en el carro, cogí uno de mis queridos libros de Astronomía, lo abrí por una página cualquiera, y me puse a copiar lo que allí se decía. Creo que, en una ocasión, trataba sobre Saturno y sus anillos, y otra acerca de la Luna, aunque solía confundirme y no entendía demasiado lo que escribía cuando calcaba los temas referidos a agujeros negros y quásares. Iba a paso muy lento (mi tecleado no me permitía más que avanzar unas líneas en media hora), pero cada domingo volvía a poner la Olivetti sobre la mesa y aporreaba su estructura metálica con el ánimo renovado.

Con los años adquirí cierta soltura digital, sustituí la máquina por el ordenador (sigo echándola mucho de menos...), y el fajo de páginas copiadas fueron poco a poco dejando paso a otras propias, en las que las frases ya no eran de los demás, ni sus palabras las mías. Entonces empecé a sentir algo parecido a lo que, de muy niño, suponía yo que aquella madura mujer de pelo horrible y ancho rostro debía experimentar al cerrar aquella carpeta marrón.

La vocación es la llamada del destino, y aparece con anterioridad a tener la seguridad de que uno vale para ello. Podemos hacerlo mejor o peor, podremos expresar sutil y elegantemente nuestras ideas, pensamientos y sentimientos, podremos alcanzar la cima de la redacción literaria o no sobrepasar la dimensión elemental, pero la vocación nos impulsará a seguir en la brecha, componiendo estrofas y versos, párrafos que quizá se conviertan en clásicos o que, por el contrario, nadie lea nunca jamás; ya posean la fuerza y la convicción de la oración, ya sean sólo textos para instruir, para instruirnos a nosotros mismos, para conmover o galvanizar, no podemos huir de ellos. Se crían en nuestro interior, gritan por salir y si no lo permitimos, si no nos sentamos frente a la página y les damos realidad, pueden llegar a asfixiarnos.

Y esa furia de las palabras por hacerse oír, por nacer y llegar a los demás, puede tener su germen, por ejemplo, en la inocente e ingenua mirada de un chico hacia la televisión de un hogar cualquiera, en una tarde de domingo cualquiera, cuando fuera arrecia la lluvia, los amigos no se reunen y tu futuro, aunque sea sólo un sueño, toma forma gracias a esa vieja máquina de escribir, en la pantalla y en la vida real. Yo no sé qué será (que sére, si es que podemos etiquetarnos así), pero no me cabe duda alguna de que si abandono la vocación, no sólo sacrificaré las palabras, no sólo dejaré la escritura, sino que también dejaré, por el camino, parte de eso que suele llamarse nuestra alma. Supongo que muchos de vosotros también sentís algo similar, ¿verdad?

9 comentarios:

. dijo...

Cuando hay un deseo hay un camino y si el motivo tiene que ser "Se ha escrito un crimen" bienvenido sea. Estos temas tienen que salir afuera de alguna forma, claro que unas son más curiosas que otras.
Es curioso como la tele es un nexo generacional.

saludos

M. Domínguez Senra dijo...

Aún conservo mi Olivetti Lettera 32, que además estaba "tuneada" porque un señor me cambió dos de los tipos que tenían dos signos (el dólar y lo que fuera, y otro tipo infrautilizado) para beneficiarme los dos corchetes, el de apertura y el de clausura. Este arreglo me la hace muy valiosa, a pesar de que no me representó un dispendio en su momento (tú no habías nacido, creo).

A lo que voy es a que mi dactilografía en un medio tan duro facilitó mucho que luego mi escritura se soltara y cobrara velocidad y precisión. Equivocarse en una máquina de escribir era terrible, y aquellas teclas tuvieron que sufrir mucho hasta que se "ablandaron" a mi paso y a mi galope. Los teclados nuevos eran torturadores.

Luego he sabido que a los clavicembalistas les obligan a estudiar con pianos y a poder ser duros de pelar para ir educando su digitación. Con igual base teórica se explica que los dibujos técnicos nos los obligaban a hacer en el colegio con una plumilla atroz. Luego podíamos hacer maravillas con los Rotring, porque las plumillas requerían un temple inaudito y muchas pruebas sobre el papel antes de pasarlas en limpio a una lámina.

Me parece que los métodos educativos han cambiado y no sé si son mejores o peores (de verdad que no lo sé), pero que hay que escribir mucho mucho mucho -incluso como humilde copista- para poder llegar a tener una cierta soltura, eso sí que es cierto.

Hay que ver lo que he disfrutado con esta entrada.

Besos.

Will Parker dijo...

La verdad, Hermitaño, es que veo en tu caso y el mío motivos distintos para acabar haciendo lo mismo, escribiendo, frente a la pantalla o el blanco papel. En tu caso, corrígeme si me equivoco porque es el primer post tuyo que leo, la historia, el argumento, parece ser el leitmotiv de la expresión escrita. En mi caso, en cambio, escribir es más como pintar, y el motivo principal es lograr en el lector, si es posible, un placer estético similar al que yo haya podido sentir cuando leía algún párrafo de "Justine" o el de ciertas novelas de Nabokov. El argumento puede y debe reforzar esa experiencia estética pero no pasa de ser la excusa, la base, el lienzo sobre el cual el pincel y la paleta deben marcar la diferencia.
Eso sí, coincido contigo plenamente en que son experiencias de lo más sencillas, prosaicas y, muy a menudo, vividas en la infancia, las que determinan vocaciones y nos llevan a ser lo que somos y cómo somos. Por otro lado, ten cuidado con la seriedad con que tomas tu vocación, o como tu dices, tu alma. Es posible acabar convirtiéndolo en una obsesión, sobre todo cuando se es muy jovén, y creéme por favor porque sé de que hablo. La vida cambia, los afectos también y la vocación más intensa puede desaparecer o transformarse en otra nueva sin que eso te haga ser un ápice menos humano.
Un saludo,

Whivith dijo...

Como siempre, tu entrada genial.
Es que me gusta mucho tu estilo.
Yo también recuerdo esa serie que me entretenía mucho aunque, como tú dices tenía "fallos" de racor, pues la buena señora Flecher era americana (más concretamente de Main) y no inglesa y, los misterios los resolvía muy facilmente teniendo a todo el pueblo a su favor.
Siempre me preguntaba como era posible que, siendo casi sospechosa, muchas veces la policia le dejaba rebuscar en los datos que manejaban.
aqui, desde luego ese tipo de cosas no pasaría ni de coña (Imaginate tú como es posible que en un pais con mentalidad de desconfianza, a un sospechoso le dejen libre de carcel y le den todo tipo de informaciones sin plantearse dudas razonables).

Besicos.

Por cierto, yo sigo prefiriendo las series y los actores ingleses. Son mucho mas creibles.

elHermitaño dijo...

Mil gracias a los cuatro por vuestras palabras...

-BluesMan: no dejo de preguntarme por qué aquella visión de la máquina de escribir influyó tanto. Tal vez debería haber estado jugando a los cromos, con los coches o estudiando algo..., pero no. Un misterio más, amigo.

-Aa: no me recuerdes el martirio con los Rotring, por Dios... xD cuánto esfuerzo tirado a la basura por una sola línea que no siguió su debido recorrido... cuántas ganas de romper vajillas (o asesinar profesores de Dibujo Técnico...) por su culpa:)

-Will: sé bienvenido. Hay quienes, escribiendo, logran producir en el lector ese placer estético del que bien hablas. Lo he experimentado, siempre, al leer textos de ciertos genios de la pluma. Yo aún estoy en ello (y creo que lo estaré durante muucho tiempo...). Tal vez llevas razón en la causa que me induce a la escritura; pero sin un argumento, sin un asunto que guíe la trama (o una trama que refleje el asunto) hallo el texto (me hallo a mí mismo) vacío. Parto de la idea, y después trato de envolverla con algo (remotamente) próximo a la literatura. Sin el argumento, repito, no veo dónde colgar el sombrero... Es dificil de explicar (ni siquiera sé si lo que acabo de decir posee sentido alguno...).

-Wivith: estoy aguardando impaciente ese futuro blog tuyo del que me has hablado. Confio que llegue pronto, porque habrá mucho que compartir, estoy seguro... :)

Es un placer teneros por aquí a los cuatro. Gracias, y más gracias. Abrazos y besos a todos.

Whivith dijo...

El blog ya esta publicado.
Se llama "Zierzadas".
DE momento es pequeñico, pero poco a poco irá creciendo, al igual que el de cocina.

Besicos

elHermitaño dijo...

Gracias por la aclaración, wivith.

Estaré al tanto de su evolución, amiga.

Besos.

tequila dijo...

Buenas Hermitaño:
No imaginas lo que he disfrutado con esta entrada... Me ha hecho recordar cuando empecé e escribir.
También me gustaba leer a S.K. y Asimov, disfrutaba con libros y revistas de astronomía y viendo la serie que comentas.
En mi caso apenas usé la máquina de escribir, salvo para entregar trabajos. Ahora me ocurre lo mismo con el ordenador. Cuando escribo lo hago en papel, me gusta tachar, marcar, rodear y luego ver cómo ha cambiado…
Hablas de escribir como una vocación y en eso me das envidia.

Besos

elHermitaño dijo...

Tequila, qué gusto leerte de nuevo. También es fantástico ver qué cerca estamos en gustos literarios...

Un placer tenerte otra vez por aquí:)

Abrazos y a disfrutar de la primavera, buena amiga.