8 de abril de 2009

Sistema y "antisistema"



Partiré de la obviedad siguiente: toda generalización conlleva injusticias. Así, ni las fuerzas de seguridad son, todas ellas, razonables y sensatas en todas sus actuaciones, ni los grupos "antisistema" son, todos ellos, pacíficos, serenos y enemigos de enfrentamientos físicos. Las causas de que, unos y otros, no se comporten "como debieran" serán variadas, y no las conozco para juzgarlas. Casi ni me importan. Muchos porrazos y encontronazos serán evitables e innecesarios, no lo dudo, y quienes se exceden deberían pagar por ello, pero también habrá quien, según sus actos, merezca más cardenales y moratones de los recibidos.

Dicho esto, el término "antisistema" es confuso, oscuro y tal vez hasta contradictorio. Se supone que quienes así se autodenominan están, o bien en contra de las nociones político-sociales neoliberales (en pocas palabras, capitalismo), o bien en contra de sus procedimientos, "represiones", acciones, decisiones, mandatos, etc. que les son propios. Así las cosas, y muy en general, tratan, o bien de abolir el sistema (anarquistas) o bien de instaurar otro, más libre, solidario y ecuánime.

Algunos eslóganes habituales de este tipo de grupos pueden ser: "Que el sistema no nos convierta en sus putas marionetas", o "Fuck the system", como reza un graffiti dentro de un túnel en el sendero que recorro todos los días. Son consignas que, cuando tenía catorce años, tal vez me hubieran seducido. Hablan del inconformismo típico de la juventud, de esa etapa preñada de idealismo y rebeldía que algunos dilatan temporalmente hasta su muerte, pero que en otros muere al llegar a la treintena, o que quizá nunca jamás han tenido. Hoy, sin embargo, me parecen enseñas tan pueriles como hipócritas, manidas y inútiles, vulgares y carentes de todo significado.

Me pregunto si quienes rubricaban aquellos lemas con rotulador o espray comprenden, de verdad, aquello que tanto odian, desprecian y ansian derrotar. El capitalismo no sobrevuela nuestras vidas tan sólo cuando entramos en un banco y pedimos un crédito, o cuando hacemos un pacto en el concesionario de turno y estrechamos la mano del vendedor. Desde lo que comemos hasta nuestros gustos musicales, desde la vestimenta hasta nuestros trabajos, desde los impuestos hasta el ticket para ver la película en el cine, todo está pintado con los colores liberales. A ellos nos sujetamos, ante ellos nos postramos, y desde ellos somos lo que somos.

No podemos reunir un grupo, soltar unas frases "anti algo", encapuchar nuestras cabezas y salir a la calle brazos y puños en alto, exigiendo, desde dentro de la sociedad, abolir ésta o el estado que la cobija. Y menos aún tenemos derecho a hacerlo si luego nos vamos a la taberna a perder nuestros billetes tras el alcohol, ahogando penas cuya causa, según señalamos, es el liberalismo y el 'sistema', que nos provocan malestar, "alienación", frustración y no sé cuántas desgracias más. Pero, tras gritar la muerte capitalista y augurar futuros equitativos según proclamas trasnochadas, entramos en la discoteca, llevamos a nuestras novias a los centros comerciales, agotamos las baterías, por el uso, de teléfonos inhalámbricos, o contaminos la calle con la música que resuena en los altavoces de nuestros vehículos deportivos.

Quien precise ir a una manifestación "en contra de" o "a favor de" para sentirse antisistema, para evitar que le sigan adoctrinando o lo conviertan en "putas marionetas", indistintas de la masa, ni sabe lo que supuestamente esto representa, ni llegará jamás, probablemente, a ser anti-nada. Porque no hay término medio, repito. No puedes huir de A sin matar a B. Los antisistema deberían, para ser consecuentes consigo mismos, abandonar sus trabajos, no fumar, no leer ni disponer a su alcance de medio de comunicación alguno, no comprar nada (excepto comida, y nunca en grandes superficies), etc. etc. etc. Eso, entre miles de orientaciones similares, haría un verdadero antisistema. Huelga decir que no suele ser el caso.

Y, por otra parte, está ese estúpido y bobalicón espiritu combativo, violento y cerril de algunos de ellos. Obviamente, si se les "ataca" ellos deben responder (porque están respondiendo [atacando] al sistema, y se sienten hombres, adultos y orgullosos). Lástima que, al entrar en aquella discoteca, en aquel centro comercial, o en poner gasolina a sus coches, no sientan el mismo impulso; que cuando adquieran sus jerséis de Zara, cuando recarguen su móvil, o cuando se sienten en el bar con los amigos, no conciban el mismo anhelo de lucha social.

Un antisistema (si es que, digo una vez más, esto existe y posee algún sentido) o lo es en todo ámbito, lugar y tiempo, o se reduce a una caricatura de sí mismo, una soez patraña, luz y fuego de la misma estructura que trata de derrocar. No están capacitados para destruirla, dado que antes deberían destruirse a sí mismos: sus gustos, sus orientaciones, sus deseos y sus máximas. Quizá unos pocos de ellos pretendan una sociedad sin cargas policiales, sin ciertas normas, sin excesos o sin desigualdades, para configurarlas, recrearlas y reproducirlas bajo su propio perfil. Quizá su aspiración por un mundo mejor pase por su propia erradicación como grupo. Resulta difícil discernir qué valores son los beneficiosos para todos, y cuáles deberían primar en un ámbito social como el nuestro.

Los antisistema, con sus manifestaciones, sus pancartas y apariciones en los medios, sólo alimentan, nutriéndolo de nueva fuerza y vigor, al propio sistema que denostan. Es la pescadilla que se muerde la cola, el círculo vicioso del consumo y la imagen, el destete emocional de unos críos faltos de mayor carga beligerante, que precisa ser liberada de alguna forma. Sabemos, repito, que al generalizar metemos la pata. Lo sé, en efecto, pero como en todo espacio social son los ruidosos, los tarugos inconscientes y majaras, quienes priman y se hacer oir, aquellos que corroen, con sus actos, las intenciones loables o estimulantes que pueda haber tras los ideales y propósitos anticapitalistas.

Sistema y antisistema son, pues, casi términos sinónimos, dos fuerzas opuestas pero hermanas, espíritus que precisan del otro para su supervivencia, y que sin su otra cara no poseerían entidad alguna. Y aquello que necesita de lo otro para su ser, de su rival antagónico para vivir, no es, ni podrá jamas, algo más que pura nada.

7 comentarios:

francisco m. ortega dijo...

Todo es sistema y lo que no también termina engullido por él. Sin ir muy lejos ahí tenemos el punk como ejemplo.

elHermitaño dijo...

En efecto, Francisco. Y, antes del punk, los adalides del hippismo, que tenían muchos más motivos (y más honestidad) para salir a la calle, al poco también eran pasto del estado, sus normas y principios.

No hay manera de huir del sistema, por mucho que se luche. Aunque sí puedes mantenerte al margen, oculto entre sus vericuetos... pero esto no creo que lo sepan muchos de los "antisistema".

Saludos y gracias.

. dijo...

Todos llevamos el instinto de la rebeldía como algo vital en nosotros. Si no se tienen las ideas claras ese "instinto" aparece en formas bastardas. En buena parte por eso los inconformismos se acaban con las energías de la juventud, porque realmente nunca tuvieron una verdadera idea contra la que rebelarse.
Lo ideal es unir ambas cosas. La necesidad de rebelión y un motivo lógico contra el que rebelarse. Desde luego ese motivo siempre existe, si no está fuera de nosotros está en nosotros mismos.

saludos

tequila dijo...

Buenas:
he leido varias veces esta entrada. trataba de buscar palabras que expresaran lo que pienso y las he encontrado en tu respuesta a Francisco: "no hay manera de huir, pero puedes mantenerte al margen oculto".
No me gusta el Sistema, me asquea y enferma. La prueba de que algo va mal es que siendo como soy un producto de éste me siento fuera de lugar y lo desprecio.
Salir a la calle a gritar? pintadas? Para mí ésos no son los medios... creo (también sin generalizar) que en muchos casos son modas, necesidad de sentir la pertenencia a un grupo.
"Todo es sistema y lo que no también termina engullido en él" GLUP.

Besos

M. Domínguez Senra dijo...

No tengo los conceptos nada claros, necesito más información para situarme en movimientos como la antiglobalización, los antisistema y la banlieue parisina, que al parecer ya se está haciendo con armas de fuego.

Me parece que ***no*** son exactamente lo mismo, aunque yo los confundo como hay personas que confunden los chinos con los japoneses cuando son tan diferentes, o los emos con los punkies.

Los "escamots" tampoco son bien bien como los abertzales y los independentistas de Galiza nova, pero tienen una aire. De hecho nada se parece tanto a un independentista gallego como un independentista vasco (o viceversa). Se parecen en la ideología o el idealismo y en la forma de actuar, aunque tal vez los verdaderamente violentos son los que ya sabes. Yo presencié una vez un episodio de kale borroka y creo que el desembarco de vikingos en mi pueblo siglos ha hacía reír comparado con la violencia que descargaban aquellas criaturas fortísimas.

No quisiera mezclar churras con merinas pero creo que la gente más corriente y moliente ve/vemos a todos estos grupos muy parecidos y seguramente no lo son.

Perdón por divagar y un saludo.

Whivith dijo...

Yo diría que, en la actualidad, los antisistema son simples gamberros que se dedican a destrozar mobiliario urbano, por ejemplo, en una especie de ataque rabioso contra la sociedad.
Casi seres anti- sociales que se ajustan a eso de que el fin justifica el medio como escusa para sacar toda la carga de frustración que suelen arrastrar con ellos.
Ya no son aquellos personajes que luchaban `por causas justas. Ahora, más bien, son vándalos dispuestos a destrozar todo lo que pillan como método de diversión.
Hacen sus felonías "por sistema".
Si estoy equivocada, por favor, nombradme algún grupo que actue con algún tipo de altruismo. La verdad es que me hariais un favor enorme.

Desde luego, el "sistema" tampoco es bueno ( ahí tenemos nuestra famosa crisis que no es más que el derrumbe del actual sistema), pero habría que buscar formas más útiles para demostrar nuestra rebeldía.

Como siempre, una entrada muy buena, hermi. Da mucho juego para el pensamiento.

Besicos

elHermitaño dijo...

BluesM: tan exacto como siempre. Quisiera disentir, pero no puedo. Saludos.

Tequila: es lógico (y bueno, creo yo) que desprecies lo que te rodea, que no te sientas parte de ello. Hay formas más humanas, satisfactorias y plenas, de vivir en sociedad que la que hoy manda. La sociedad, el sistema, en sí mismo, no tiene por qué ser malo; lo malo, me parece, es la aplicación que hacemos (que hacen) de dicho sistema... Un beso.

Marta: yo menciono sólo los antisistema; los antiglobalización pueden querer algo similar, e incluso habrá quienes pertenezcan a ambos bandos, pero sus "métodos"
me da que son distintos. Y ya no digamos los nacionalistas. Cada facción reclamará para sí sus intereses, pero los antisistema tratan de exigirlo al propio sistema, con lo cual caen en una grosera y tonta contradicción. Lo triste es, también, cuando todos acaban dando mamporros, lanzando piedras y destrozando el mobiliario urbano (o tiendas, bares, etc.). Entonces ya no siguen ideología alguna, sólo la pasión por detruir, hacer daño y sentirse hombres. Besos.

Wivith: yo no diría que son seres antisociales. Al contrario, todos en grupo forman una sociedad en sí misma... aunque entiendo lo que querías decir. Abolir el sistema desde dentro es hipócrita, falso y cobarde. Que salgan fuera de él, que se mantengan al margen, y que entonces entonen sus letanías puño en alto. Y si no saben hacerlo, que no quieran engañar a nadie, porque así sólo tratan de engañarse a sí mismos. Un abrazo, amiga.

Os agradezco infinitamente los comentarios, compañeros. Sólo siento no disponer de más tiempo y más tranquilidad (estoy sin antivirus...) para pasearme por vuestros hogares con la calma necesaria.

Mientras tanto, abrazos y besos para todos. Y, como siempre, gracias.