20 de diciembre de 2017

Luz baja (solsticio)



A punto de penetrar en el solsticio invernal, un tiempo lleno de narices lloriqueantes y manos entumecidas, solemos mirar hacia atrás para ver cómo ha sido el año. Ya se sabe: un análisis del "¿qué tal el 2o17?". Facebook nos ametralla con resúmenes estupendos y llenos de vistosidad, pero su repetición en cada muro resulta, al fin, un poco cansino. Además, si se nos ocurre realizar un autoexamen propio, en pocas ocasiones seremos sinceros, en muchas condescendientes, en otras parciales y las habrá, también, en que no podremos evitar ser claramente interesados. Por tanto, sospechamos que no posee demasiado valor.

Nosotros no vamos a realizar ese ejercicio tan poco original, como tampoco su opuesto, es decir, imaginar por qué derroteros irá el 2018; si precisamente lo bueno es la ignorancia del "qué vendrá", esto es, no poder ni concebir qué sucederá en esos 365 días llenitos de vacío, 365 entradas de la agenda totalmente blancas e impolutas. Que el porvenir las llene, a su tiempo y según su gusto.

Aquí nos limitaremos a formular otra pregunta. Sencilla y directa: "¿Os gusta el solsticio?". Es decir, ese momento en el que el Sol, como un niño tímido y circunspecto, decide bajar casi hasta el horizonte, como queriendo desaparecer. Es un instante (de semanas, pero instante a fin y al cabo...) bello, ese intervalo en el que la estrella arroja las mayores sombras, apenas caldea la tibia atmósfera y su faz parece debilitarse.

Contemplemos los árboles desnudos (algunos, claro; los perennes son unos aguafiestas), los líquenes y musgos que aparecen en veredas húmedas, la (gloriosa) huida de los mosquitos, la llegada de las nieves a zonas altas, el retorno de las humildes hormigas a sus territorios bajo suelo... veamos, también, como emergen del cielo astros nuevos, grupitos de estrellas que titilan con fuerza, constelaciones que abrazan el frío y resplandecen como con luz congelada.

El frío no debe ser impedimento para recrearse en el espectáculo. Aunque a muchos no nos agrade, en realidad el Sol nos está haciendo un favor, con su corto recorrido por el cielo. Porque anuncia que está presto a empezar otro ciclo, que pronto sus rayos volverán a calentar, que su efigie de hidrógeno a 6.000ºC exhalará poderosos chorros de luz y energía (redundancia tonta; son lo mismo). 

Vayamos algo más allá de los resfriados, las bufandas y los tés con tomillo o las sopitas reconfortantes. Pensemos un segundo cómo el Sol, ese astro al que apenas prestamos atención, marca, dirige y guía nuestro estado de emoción, de vitalidad y (casi diría) de salud o enfermedad.

Y brindemos por el solsticio, por cómo las sombras se ensanchan, la luz se atenúa y el disco amarillo alcanza raudo el oeste, para decirnos adiós. Y esperemos que quiera volver a lo alto, lenta pero decididamente, como lleva haciendo los últimos cinco mil millones de años.

Antaño, casi todas las culturas de la Tierra festejaban el solsticio invernal, rogando y realizando ofrendas para que la estrella volviera por encima del horizonte. No eran homenajes frívolos ni faltos de sentido: vivimos gracias a ella. Estamos en deuda con ella. Es más, somos ella (en sentido totalmente literal).

Es una madre, en realidad. Brillante, poderosa y humilde, que ilumina a sus hijos, a todos por igual, sin distinción de raza, cartera, color de piel ni estatus social.

Qué hijos tan ingratos seríamos si, como nuestra madre que es, no le prestáramos la atención que merece, ¿verdad?


(Imagen: Ocaso en tierras de Salamanca, Octubre de 2005; El Hermitaño)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días! Soy Anna, estudiante de Filosofía, una joven que vive en una punta de Iberia y estudia en la otra, que busca y se plantea el bien, la verdad, el amor, la bondad, que me preocupo por cómo está el mundo, pero con una cierta distancia intento no involucrarme en el espíritu que ahora lo abarca.
Te escribo con mucha alegría, pero no con la intención de preguntarte nada de filosofía, sino lo haría en el otro blog, te escribo porque me parece realmente interesante más que lo que escribes, en lo que reflexionas.
Me alegra encontrar, ya que cada vez hay menos, personas que buscan respuestas por sí mismas que miran el cielo y se preguntan: ¿por qué las cosas son como son?
Entonces, te felicito y fortalezco para que lo que te espere este 2018 sea una revelación profunda en tu consciencia de la Madre a la qué llamamos tierra, y comprender la responsabilidad que eso conlleva.
¡Un gran abrazo!

elHermitaño dijo...

Buenas noches, Anna :).

Primero, bienvenida al blog; segundo, muchas gracias por tu comentario.

Celebro que te parezca interesa las cosas que reflexiono por aquí, me alegra mucho. Como bien dices, ésa es un poco la intención de esta página y de la forma de vivir que tengo: tratar de responder a las preguntas que todos nos hacemos, pero siempre desde uno mismo, aproximándonos a las respuestas poco a poco, aprendiendo a cada paso, mejorando e intentando ser mejor persona en ese trayecto.

También yo te felicito por tu modo de enfocar nuestro papel en la naturaleza, nuestra obligación de protegerla, a ella y a sus criaturas.

Un abrazo fuerte para ti también, encantado, Anna!