24 de septiembre de 2008

Biofilia



Edward O. Wilson, un afamado biólogo especialista en hormigas, afirmó en una ocasión que los seres humanos, como miembros de un hábitat específico, tendemos a poseer un "instinto de gusto hacia ese entorno", algo así como la satisfacción de vivir en un lugar que nos ha proporcionado todo, viéndonos nacer y crecer, y al que terminamos por cogerle afecto. Ese impulso se ha denominado 'biofilia'. También define la pasión por todo lo que vive, por cualquier ser vivo a nuestro alrededor y su existencia, entendida como parte de la nuestra.

Es la biofilia la reponsable de hacernos querer regresar a la naturaleza, al punto en el que vivimos antaño (no me refiero necesariamente a un pueblo o una urbe, sino al espacio natural en el que están integradas), o a ese paraje en el que nos sentimos especialmente felices y dichosos, extasiados sólo por el hecho de ser partícipes y estar en contacto con él.

Se trata, en suma, de un sentimiento, el de agradecimiento, que experimentamos los que sabemos que la naturaleza está ahí, no para satisfacernos, sino para existir, por ella y para sí misma. Un momentáneo e intenso lapso de emoción, de ligación, con ella y hacia ella, por el mero hecho de que sea así. Los detalles de este sentimiento es cuestión muy personal; cada cual la siente a su manera, y a veces las palabras fallan en su descripción.

Pero sospecho que, en algunos casos, hay algo más que una simple filia; en efecto, se trata de amor, enorme y magnífico, hacia aquello que proporciona todo a cambio de nada. Como la madre que sacrifica su propio beneficio en favor de su prole, palpamos en nuestro interior el amor sereno e indestructible que, sin las ataduras del espacio y el tiempo, expele el mundo hacia el fruto de su propia evolución, la vida. La Tierra ama la vida, nos ama a todos, en suma, porque somos su mayor realización posible.

Se trata de ese amor que surge de Ella y rebosa en nosotros, y que emitimos de nuevo, por aquello que abarca todo lo inimaginable y que seguirá aquí mucho después de que nos convirtamos en polvo; ese amor que también está dentro de nosotros, y que nos pide regresar al lugar del que partió.

2 comentarios:

M. Domínguez Senra dijo...

Hay un parte de la humanidad que pretende que la naturaleza está para dominarla. Cuando he visto tras un incendio provocado como un bosque o lo que queda de él se recompone y empiezan a brotar las plantas he pensado si en la sabiduría de la naturaleza no habrá también algo de tontería, con perdón. También pienso que aunque estemos sobre el asfalto no está de más intentar vivir al menos de acuerdo con el clima, los ritmos que dictan nuestro propio cuerpo y otros signos de la naturaleza como por ejemplo, la respiración.

elHermitaño dijo...

Amiga Marta; para mí que la naturaleza no es ni sabia, ni tonta. O, quizá, que es ambas cosas. O, mejor aún, que está más allá de los propios valores y defectos humanos, por lo que no se la puede clasificar ni evaluar de ninguna manera.

Simplemente es como es.

Un saludo.