21 de noviembre de 2008

Pacha, Pechos... y algún que otro tarugo



Resulta muy gracioso el episodio de "histeria" montado en los últimos días en torno a esta famosa discoteca y su obsequio de una operación de pecho, o similar, entre los participantes. De las discotecas, en general, execraré en otro momento; hoy merece atención la delicia frutosa que ilustra este escrito y el antro jugoso por excelencia. Tampoco me meteré, por lo menos no directamente, en asuntos éticos, morales o del orden de lo correcto: abogo, desde siempre, por la libertad de uno mismo con su cuerpo, lo que no impide, desde luego, que hagamos los juicios que creamos convenientes.

Los responsables de esa catedral del ruido, la masa y la histeria tienen una visión del mundo. Quieren, ciertamente una iniciativa loable donde las haya, necesaria, edificante y estimulante, eliminar la "planidez" que invade los torsos femeninos españoles, esos montes rasos apenas puntiagudos. Porque hay que ver qué feos son las protuberancias mamarias cuando la naturaleza no los llena de divina materia, el escaso atractivo que poseen y su amargo sabor. Una ubre de grandes dimensiones ha sido, desde que la esculpieran los habitantes de Willendorf hace 25.000 años, un regalo divino. Aunque, bien miradas, esas mamas paleolíticas, que vivieron al alimón con los mamuts lanudos, también traían consigo masa y grasa en sabrosas cantidades; algo que parece olvidarse hoy, cuando cuerpos escuálidos sustentan, a duras penas, la carnosidad plástica de las nuevas divas.

Digo que es gracioso porque no puedo imaginar mayor necedad, una torpeza de tan alta clase. La estulticia corre el riesgo de adquirir dimensiones de pandemia nacional entre nuestras fronteras (aunque no es un fenómeno recluido a ellas, para desgracia humana), idiotez quizá propiciada porque hablan ciertos personajes que deberían cerrar la bocaza, o quizá abandonar el mundo, o deshacerse en aire, lo que sea. Uno de ellos es el del responsable de ese antro en cuya entrada figuran la pareja de ciruelas, rojas y calientes. Llegó a decir, este sujeto de lamentable palabrería, que quienes se quejaban del sorteo eran las individuas "que ya no tenían arreglo", que "Valencia es la ciudad con mayor cantidad de silicona" (no sé si es verdad, pero de serlo seguro que está a la cabeza de la majadería comunitaria), y que la iniciativa era el colofón a un "homenaje" a la mujer. Semejante cúmulo de despropósitos no puede, ni debe, pasar desapercibido.

Este cerril y frívolo personaje, que me da pena y lástima, conoce, sin embargo, los valores de nuestra sociedad. Los conoce muy bien, y los retroalimenta para su propio beneficio. Su ambición no es condenable, pues muchos le superan en empeño (políticos, empresarios, etc.); lo triste, patético y deleznable es que las mujeres estén dispuestas a dejarse llevar hasta él, como benefactor de la humanidad, dando pávulo a su propia cosificación, a la perpetuación del objeto sexual que es, ha sido y será, ella misma. Los marbetes que califican al género femenino no han cambiado nada en cuarenta años; sólo que ahora las mujeres fuman, pronuncian tacos y están más cerca de los hombres en responsabilidades, poder y toma de decisiones. No parece un rédito demasiado dichoso para tamaña campaña pro-feminista y demás.

Ya hablé hace unos meses de un programa televisivo que trivializaba las operaciones de estética. Sigue siendo un problema grave, gravísimo, mucho más que la crisis, la escalada de precios, el paro... no las operaciones en sí, sino el ansia que anida tras ellas. Cambiamos un cuerpo con el fin de aumentar autoestima, felicidad, voluntad de vivir y salir. Pero las apariencias siempre engañan, la patología no desaparece. Nuestros atributos siguen siendo el protagonismo físico, la preponderancia de lo material para sentirnos a gusto con nosotros mismos, y el olvido o desprecio de lo que nos hace humanos, aquello que no puede cortarse con un bisturí ni añadirse con parches de silicona.

Pienso ahora en las adolescentes (dos de las cuales son primas mías, por cierto, a las que aprecio mucho aunque deteste sus formas de vida de sábado noche y extra de maquillaje oscuro); pienso en ese modelo de mujer que tienen ante sí, esa caricatura estereotipada que sueña con unos pechos rompedores de botones. Sufro al pensar cómo será la próxima generación, me la imagino, y temo lo peor. A ello está contribuyendo, seguramente sin ser consciente de ello, el sujeto responsable de aquella discoteca, al promover una imagen superficial de la mujer de hoy y mañana, exaltando como premio una operación fútil y baladí, porque sólo rasguea la orilla del problema, sin llegar nunca a las profundidades oceánicas.

Es incoherente, y quizás peligroso, tratar de alcanzar un estado tan radicalmente inmaterial como es la felicidad (sea esto lo que cada uno quiera), el gozo del vivir, en función de si nuestros cuerpos, materia bruta absoluta, cumplen los preceptos de belleza establecidos; estaremos abocados al fracaso espiritual si seguimos ese camino. Un camino que estamos empeñados en recorrer, porque aún idolatramos al cuerpo sobre el intelecto, y mucho más aún que sobre el espíritu. Y este, el espíritu, es aquello que estará ahí, que nos hará y determinará humanamente frente a los demás, hasta nuestra defunción. El cuerpo, para entonces, así como el cerebro, ya hará tiempo que no serán nada más que un lastre, un estorbo molesto.

Sufrimos de parálisis cerebral, en sentido no fisiológico. La cirugía está mal encaminada. Mientras, las cualidades, los valores, el emblema humano, se desvanecen. O se transforman, quizá a golpe de lanceta afilada, trotando hacia un mañana vacuo y estéril, o si acaso, lleno de un éter sin sustancia. Nos lo merecemos, muy probablemente.

6 comentarios:

Una senderista. dijo...

Que cada uno haga lo que quiera, cuando quiera, mientras no dañe a nadie

elHermitaño dijo...

Saludos, caminante, bienvenida:

Ya dije en el primer párrafo que "abogo, desde siempre, por la libertad de uno mismo con su cuerpo, lo que no impide, desde luego, que hagamos los juicios que creamos convenientes".

Es decir, que cada uno puede, en efecto, hacer lo que quiera cuando quiera, pero no por ello hemos de dejar de comentarlo, criticarlo o enjuiciarlo. No porque seamos los más listillos, o jueces de lo ajeno, sino porque los actos, acciones y decisiones de los demás, como las mías, siempre están abiertas a discusión; que cada uno tenga sus razones no implica que los demás debamos asentir sobre ellas y aceptarlas a pies juntillas. Somos humanos, y lo que hacemos está sujeto a que los demás no lo vean bien o conveniente.

Si te ha molestado el tono, lo lamento. Pero a mí no me vale eso de que "cada uno haga lo que quiera"; es un recurso demasiado sobado (por obvio), y creo que es una forma facilona de dejar aparte discusiones que pueden llevarnos a algún puerto útil.

Te agradezco el comentario, un saludo.

M. Domínguez Senra dijo...

Me dijo Odisea que en la India están empezando a decolorarse, por extraño que nos resulte en un país donde se vive al borde del cáncer de piel. También sé que hace un tiempo que las mujeres chinas se están retocando los párpados para no tenerlos tan rasgados. También está la temible cirugía contra el envejecimiento (una guerra perdida de antemano), que le deja los labios a una cincuentona como si tuviera 2 añitos o devuelve la turgencia a su vagina tras un procedimiento quirúrgico plástico que será incruento pero que costoso sí que es. Esta lucrativa feria del "recauchutado" y el aguaplast masivo hubiera hecho las delicias al Quevedo de los *Sueños y al Goya más tremendo, pero si es todo el uso que algunas personas son capaces de hacer con su libertad... ¡apaga y vámonos!.

elHermitaño dijo...

Genial tu última frase; me la aprendo de memoria, si no te importa... ;).

Un abrazo, Marta.

tequila dijo...

Buenas:

Para mi el problema de fondo es una manipulación de las "autoestimas" por parte de la sociedad (la verdad que tratar de desentrañar qué parte de la maquinaria es la pieza que lo mueve me resulta misión imposible)

La gente que se somete a cirugía estética lo hace por complejos o en busca de ideales que les vendieron( como comentas). Nadie se ve mal, de entrada. Nadie ve sus defectos o carencias. Son lo ojos y comentarios ajenos los que te llevan allí. Si a una de las mujeres que desean esos pechos todo el mundo le digera que tene un cuerpo ideal, seguro que no se la ocurriría someterse a esa operación.
Por otra parte me fastidia que la evolución del papel de la mujer, en la sociedad desde un punto de vista histórico, no se vea reflejado en estos aspectos y se siga mareando la perdiz. Casi siempre se habla de la belleza de las hembras, de lo que deberían ser: robustas, delgadas, pálidas, exóticas ( según la época)... por no hablar de sus supuestas cualidades en la personalidad... y por desgracia en vez de aprender de los hombres, en los ultimos tiempos éstos tb se ven sometidos a cánones de belleza...

Ciertamente se debería enfatizar otros aspectos de la persona, pero por ahora éso no vende ( ya veremos cuando se pueda modificar nuestra personalidad a la carta: se sortearan entonces paquetes de inteligencia, altruismo, fidelidad, valentía.... que miedo por D....)

Besos Hermitaño

elHermitaño dijo...

Me gusta eso que mencionas al final de tu comentario, amiga Tequila: lo de sortear 'packs' de inteligencia, valentía, etc. Me gusta, claro, porque es aterrador, y sin embargo, ¿no hay una diferencia muy pequeña con las prótesis mamarias de marras? Todo consiste en tener lo que no nos es propio, es desear aquello de lo que carecemos y no dar importancia a lo que sí forma parte de nosotros.

No está (muy) lejos el día en que pasemos de injertar pedazos de silicona a implantes de personalidad, capacidad mental, etc. Es una perspectiva inquietante, terrible, pero le tendremos que hacer frente.

Un abrazo y gracias como siempre por tus valiosos comentarios.