7 de septiembre de 2005

Los siete danzarines



Hace mucho tiempo
cuando la nación Mohawk (el Pueblo de la Piedra)
aún acampaba a orillas del lago Keniatiio (Ontario),
un grupo de niños, siete exactamente,
quisieron formar una organización secreta.

Por la noche
Se reunían alrededor del fuego pequeño del Consejo,
allá donde el bosque muere en las aguas del lago,
y danzaban al ritmo de los tambores.
Un día el pequeño Jefe sugirió hacer un banquete
en su próximo Consejo ante el Fuego.
Cada uno de los siete muchachos debía pedir
a su madre algo de comida para llevar al banquete.
Un muchacho pediría sopa de maíz,
otro carne de venado, otro mazorcas, y así uno tras otro.

Al día siguiente todos solicitaron
de sus madres las viandas necesarias,
Y a cada uno de ellos les fue rechazada la petición.
Todas las madres dijeron a sus hijos
que en casa había suficiente comida
y que no tenían necesidad de comérsela en el bosque.
Los pequeños guerreros se sintieron muy infelices
al no conseguir la comida para el banquete nocturno.
Llevaban las manos vacías y el corazón triste.

Aquella noche se reunieron junto al lago,
en su lugar secreto de danza.
El pequeño Jefe dijo a sus guerreros
que danzasen lo más fuerte que pudieran.
Les dijo que mirasen al cielo mientras lo hacían.
Y les dijo que no volvieran nunca la vista atrás,
ni aún cuando les gritasen sus padres que volvieran a casa.
Diciendo esto, cogió su tambor de agua
y mientras lo golpeaba, entonó una melodía llena de poder.
Una canción de brujo.

Los muchachos danzaron y danzaron.
Y mientras ejecutaban los movimientos,
sus corazones parecieron aligerarse de peso,
y pronto olvidaron sus problemas.
La melodía aumentó de ritmo y enseguida
los muchachos sintieron que sus cuerpos danzaban en el cielo.
Sus padres les vieron bailar
sobre las copas de los árboles y les ordenaron que regresaran.
Un joven danzarín que por un instante volvió la vista atrás
se convirtió en una titilante nueva estrella.
Los demás, al poco tiempo se convirtieron también
en estrellas pequeñas y parpadeantes y quedaron prendidas del cielo.

Así, cuando un Mohawk ve las estrellas de las Pléyades
crepitar y danzar en la noche, durante los fríos del invierno, dice:
“Los pequeños guerreros están danzando con fuerza esta noche”.
Danzan para siempre sobre los poblados iroqueses.


(Fuente: Cuentos de los indios iroqueses, Miraguano Ediciones, Madrid, 1988)