13 de septiembre de 2005

Saber menos y mejor

El domingo cenaba pronto, y como llevo varios días a solas puse un momento la tv. Entre la maraña de programas futboleros encontré por ahí (me parece que era 'Espejo Público', de Antena 3, pero tampoco lo sé seguro) un reportaje sobre padres y madres que no llevan a sus hijos a la escuela y, en cambio, les enseñan de todo desde su propia casa, dándoles toda la atención que se merecen (claro que esto sólo es posible si tu profesión es liberal y tienes el suficiente tiempo libre).

Y la cosa es que me sentí celoso de esos niños; porque quizá tendrán acceso a menos saberes, pero serán capaces de disfrutarlos más y absorberlos mejor. Una frase de Machado que mencionaban al final del reportaje me llegó al corazón: "El erudito aprendió tanto que no le quedó tiempo para pensar en ello". Eso es exactamente lo que les sucede a nuestros niños (y lo que me sucedió a mí): se atiborran de datos, inútiles y fútiles, y para cuando han "aprendido" (mejor dicho, memorizado, o cuando menos leído) uno ya están persiguiendo el siguiente. No razonan, reflexionan o discuten sobre lo aprendido porque no hay tiempo material para ello.

Los padres de estos niños no escolarizados se dedican, entre un amplio espectro de materias, a enseñarlas cada día una cosa distinta; quizá sean ellos mismos los que elijan aquello que quieren aprender (aquí está la clave para el saber auténtico), y si no tienen ideas, sus padres les dan diversas posibilidades. ¿De qué narices sirve dar una lección sobre ecuaciones de primer grado si el chico o la chica lo que desea es leer un cuento, aprender porqué las flores tienen esos colores tan chillones o cómo se hizo aquella estrella que brilla tanto por la noche?

La curiosidad y la mente abierta son el sello distintivo de los niños; a medida que el tiempo avanza, tanto una cosa como la otra se pierde, y en la gran mayoría de casos el resultado es un adulto aburrido, cansado y torpe, ignorante de todo lo que hay alrededor e incapaz de aprender nada porque ha tragado ya toda la mierda que le embutieron unos profesorzuelos del tres al cuarto.

Los nuevos métodos de enseñanza creados para que los adultos del mañana lleguen a tales con la mente sedienta de saber y sus recursos mentales intactos van a constituir, lo creo firmemente, el pilar fundamental de la nueva sociedad, la que aparecerá después de que la actual fracase y colapse sobre sí misma. Será una sociedad que valore el saber, la cultura, el humanismo y la introspección, la ciencia y el arte, la tecnología y la poesía, que abrace cualquier estímulo intelectual que el ser humano desarrolle para su felicidad y bienestar. Algo así sólo es posible con un aprendizaje voluntario y libre, aislado de estructuraciones y cursos, al márgen de mecanismos pedagógicos y notas académicas. El saber del futuro, y el futuro mismo, vendrán de la mano de estos chicos y chicas que aprenden junto a sus padres y unos pocos amigos, que evolucionan día a día, que a cada amanecer saborean el gusto de descubrir otra más de las maravillas que este mundo y sus moradores reservan para nosotros.

Aprender es un camino personal, y como tal, se rige por nuestro deseo, o no, de avanzar en una dirección determinada. Que otros sean quienes determinen por dónde caminaremos hoy es otra muestra más de la estúpida, arcaica e inhumana sociedad en la que nos ha tocado vivir.

2 comentarios:

arbiera dijo...

Es bonito, pero imposible.
Además bo creo que sea necesario ir tan lejos. Bastaría con que los padres presten un poco de atención a sus hijos, se preocupen por educarles y también por ver qué aprenden en el colegio y despertar en ellos el interés por otras cosas. Yo no me veo capacitada para enseñar a mis hijos, sustituyendo al colegio. Pero si sé que la mayoría de las cosas que se necesitan para andar por la vida se aprenden en casa, y quiero enseñrselas.
Un saludo.

elHermitaño dijo...

Imposible no es, en absoluto. Hay gente que lo ha hecho en el pasado y se han convertido en seres integrados y conocedores de su entorno y su historia mucho mejor que los demás.

No es cuestión tampoco de considerarlo algo extremo o radical, sino de enfocar la educación de una manera mucho más natural, abierta y sabia. Yo no deseo que la escuela convencional desaparezca, porque como bien dices habrá muchos padres que no sabrán (o no podrán, por motivos de trabajo o demás) enseñar ellos mismos a sus hijos.

Sólo matizo que la verdadera enseñanza, la que nos hace de verdad personas y seres conscientes e inteligentes, no se basa en aulas masificadas y cuya planificación sea tan rigurosa y previsible como la que sufren los niños de hoy, sino que puede existir una alternativa válida y fructífera en la 'escuela doméstica', más próxima y real. ¿Por qué aprender hoy lo que no quiero? Es una pregunta sencilla, pero creo resume muy bien lo que a muchos de nosotros nos ha pasado durante nuestro recorrido por el colegios e institutos. Conozco a gente que no ha podido estudiar lo que quería por culpa de la obligación de aprobar algo que no le gustaba.

Que sea bonito, romántico y gracioso me es indiferente; cuando se habla de educar, de formar a las personas, de, como decía la frase, hacer de ellos alguien que antes no existía, lo que importa es que el método elegido haga feliz a la gente y alcance sus objetivos. El método actual, es bastante evidente, no lo consigue.

Saludos y abrazos, amiga.