3 de octubre de 2005

3 de octubre de 2005; un día para el recuerdo















Al final tuvimos suerte. A las siete de la mañana todo presagiaba malos augurios; nubarrones densos cubrían el cielo, y apenas se vislumbraban pedacitos de cielo azul. A medida que el Sol subía por el horizonte las nubes se disiparon, y para cuando estábamos en el lugar escogido, un manto azul profundo se expandía por todos lados.

Durante el eclipse hacía un frío de muerte, la verdad, aun sin nubes. Hemos podido comprobar cómo la temperatura bajaba considerablemente, cómo las sombras se difuminaban y cómo algunos perros en la distancia empezaban a ladrar tímidamente en el instante de la centralidad.

Es decir, hemos sido testigos de lo que sucede generalmente en estos acontecimientos, y con el ánimo encendido, jubilosos y llenos de extraña alegría, el Sol ha recuperado su total protagonismo, mientras la Luna se retiraba, quizá ya satisfecha tras este largo y sugestivo beso entre nuestros dos astros más emblemáticos.

Junto a otros tantos millones de personas, he sentido hoy esa singular sensación de maravillosa conexión con los cielos, de nexo común entre lo que acontece aquí abajo y lo que sucede por allá arriba. Este regalo de la Providencia nos sugiere que, quizá, "alguien" ha querido brindarnos la oportunidad de saborear este momento tan mágico por alguna razón desconocida. No sabemos si Dios existe o no (yo, al menos, no lo sé aún...), pero sucesos como este me invita a creer que, en efecto, hay una inteligencia superior la cual nos ofrece estos fenómenos para que "sepamos" que está "ahí". Es una coincidencia demasiado grande, y las implicaciones que de ella se derivan son demasiado importantes, para suponer que todo es sólo cuestión de azar.

En cualquier caso, felicito a todos aquellos que, durante el trabajo, el recreo, la pasión matinal, el paseo tranquilo o el interés radical, han dedicado unos minutos a observar y disfrutar del eclipse anular de este año. Quizá no signifique mucho para ellos (no a todo el mundo le deben importar los fenómenos cósmicos), pero al menos recordarán este día como aquel extraño momento en que la valiente Luna besó al Sol.

Y si, de entre todas aquellas explicaciones que hemos visto, oído o leído en tantos medios, algunas vagas y otras más claras, conservamos el deseo de repetir la experiencia, de ir en busca de otros desafíos que la naturaleza nos tiene reservados, entonces todo el esfuerzo de los divulgadores, prensa, organizaciones, asociaciones y demás habrá servido de mucho. Porque la finalidad de esto es extremadamente sencilla: hacer partícipes a las personas de las maravillas que suceden en los cielos y sembrar en ellas la semilla de la curiosidad y el deseo de saber más.

Hoy, estoy convencido, el cielo os agradece vuestro interés. Yo también.

(Imágenes de cabecera: por primera vez, y aunque los resultados no han sido demasiado "profesionales" que digamos, he hecho unas pocas fotos del fenómeno con una cámara digital y un filtro. Para el siguiente eclipse de estas características, allá por el 2026, espero haber aprendido algo más y poder realizar tomas más bellas:). Sé que estas fotos no son de una calidad demasiado buena pero, en fin, las "tomas 'realmente' bellas" las guardo en mi memoria y en mi corazón:))

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustan mucho las fotos, pero no participo contigo en lo que dices de una inteligencia superior, yo tampoco sé si hay o no hay pero si esto demuestra algo, tenemos muchas cosas que demuestran lo contrario.
Un saludo

elHermitaño dijo...

La concepción de Dios, amigo chusbg, es una cuestión personal. Depende de la experiencia y el sentimiento de cada uno, ¿no?. En este caso yo veo (porque lo siento así) que este fenómeno, el eclipse, capaz de movilizar a millones de personas por su singularidad, representa una casualidad extraordinaria y por ello creo que no se trata de una simple casualidad.

Hay muchos motivos por los que no "deberíamos" ver el eclipse, chusbg. El hecho de verlo no es una evidencia de una inteligencia superior, es simplemente un sugestivo "guiño" que la naturaleza nos presenta.

Que veamos en ello a Dios a no, compañero, es algo que debe decidir cada uno. Unos dirán que sí, otros que no, pero no se trata de "demostrar" que Dios, o ese ente superior, exista, porque repito que es más cuestión de fe y de sentimiento que de pruebas irrefutables.

Saludos y abrazos.