1 de mayo de 2006

Conversaciones en la peluquería

Desde hace bastante tiempo suelo ir a una singular peluquería atendida por un buen amigo mío, un rumano llegado a España hace alrededor de quince años, y con el cual he tenido largas conversaciones sobre temas que ni por asomo creía posible discutir mientras te tomaban el pelo.

De hecho, más que por el corte, iba a verle para charlar de infinidad de cuestiones que, en general, no podía compartir con casi nadie de mi alrededor. Recuerdo que todo empezó cuando me presenté allí un día y, mientras esperaba mi turno, leía tranquilamente una de mis revistas de astronomía. Él la vio y enseguida comenzó a hablarme de Asimov, de las civilizaciones extraterrestres, de la ecuación Drake, y un montón de cosas más. Me dejó perplejo, puesto que yo le suponía superficial, soso y convencional (como la mayoría de peluqueros, en realidad); nunca imaginé que pudiese discutir los secretos del Cosmos en compañía de un rumano que se dedicaba a dejar calva a su clientela.

Una vez supe que era una persona de mente abierta, culta y dispuesta a aprender (es decir, más o menos como yo mismo), inicié con él, como he dicho, algunas sorprendentes conversaciones, mucho más profundas y estimulantes de lo esperable; hablando de temas políticos, científicos, filosóficos, literarios, sociales, cinéfilos, sexuales, capilares... , o sea, tantos que realmente debería haber llevado conmigo una grabadora y así poder hacer uso más tarde de los conocimientos que compartimos allí, acompañadoos por tijeras, cortapelos, navajas y lociones para después del afeitado.

En los últimos meses, George me habló de un proyecto futuro relacionado con poder vivir sin trabajar; gracias al dinero ahorrado por él en estos años de trabajo y, además, al beneplácito del banco relativo a no sé qué aspectos financieros de su hipoteca, aspira a viajar por el mundo, gastando lo mínimo necesario, y viviendo en casas de varios amigos (tiene, según me ha comentado, un montón de ellos repartidos por muchos países diversos). No sé si será fiable un proyecto de esa magnitud, puesto que no supera los 45 años y la vida es muy larga, pero yo aplaudo esa valentía, ese riesgo de vivir bohemia y errantemente, con cuatro duros en el bolsillo y yendo de un lugar a otro. Es un tipo de existencia alejado por completo de las exigencias sociales, de las imposiciones del trabajo, y responde a una filosofía de vida libre, sin ataduras y con posibilidades de evolucionar hasta límites insospechados para los que están dentro del cuento del mundo occidental. Hace un par de meses conocí a dos chavales de mi edad que decidieron irse a vivir en una autocaravana; magnífico, excelente, extraordinario. Ahora George, mi peluquero de siempre, también se va, empujado por los aires de libertad y con millones de cosas por hacer. Sensacional, grandioso. Cómo los envidio a todos ellos.

Tal vez la próxima vez que vaya a la peluquería de George me encuentre con una tienda de caramelos, un kiosco o un comercio de telas. O, quizá, haya en el cristal un letrero que reze: "Se vende". Sea como sea, espero que le vaya bien, que la suerte le acompañe y que disfrute la vida como hasta ahora no ha podido hacerlo por culpa del trabajo, las obligaciones y las frustraciones de la sociedad moderna. Ojalá mucha gente estuviera dispuesta a hacer lo que George; tan sólo es necesario un poco de ambición, ganas y seguridad en uno mismo. La recompensa es grandiosa: toda la vida que te resta por delante para tí mismo, dedicada a tu propia evolución, a tus deseos, a tus anhelos.

Yo, de momento, ya he empezado a ahorrar.