23 de abril de 2005

Las 'directrices' del clero

Lo han vuelto a hacer.
Y seguirá sucediendo en el futuro.
Hablo, de nuevo, de la Iglesia, por supuesto.

Es como si periódicamente tuvieran la necesidad de ordenar a sus feligreses de qué manera han de vivir, con quién y bajo qué condiciones. No se limitan a sugerirlo a, subrepticiamente, dejar caer la idea como un simple posibilidad, lo cual sería inaceptable pero, al menos, sería más comprensible.

En absoluto. Ellos penetran más y más, se inmiscuyen sin cesar en la intimidad de las personas, en su vida, de manera grotesca y absurda. Que ahora además proclamen que están en desacuerdo con las bodas del mismo sexo no debería extrañar, porque sigue la tónica habitual (es decir, la de intentar no romper los esquemas, las 'directrices' de la Iglesia), el problema viene al sugerir, a aquellos funcionarios católicos que, por ejemplo en juzgados, puedan formalizar el "nuevo" matrimonio, que no lo hagan aunque ello suponga que se queden sin trabajo.

Ja!, a veces me parto de risa. ¿O sea, que los pobres funcionarios cristianos deberán aceptar quedarse sin sueldo y en la calle antes que unir a dos personas del mismo sexo en el matrimonio? ¿Alguien se ha parado a pensar la tremenda estupidez que ello supone? ¿Acaso los clérigos van a proporcionar un nuevo trabajo a los funcionarios que se queden sin el suyo por seguir las 'directrices' de la Iglesia?

Obviamente, no. Es inútil pedir que vean a todas las personas como personas, sin distinción alguna (nunca lo han hecho, por mucho que empleen el "Y todos los hombres fueron creados iguales"), pero al menos sería deseable que no metieran sus grandotas narices en las cuestiones personales de cada una de ellas, y que no patinaran tan patéticamente al pedir ciertas actitudes de sus fieles ante hechos como el matrimonio gay. Piden algo que ellos, de estar en el lugar de sus devotos creyentes, nunca harían, estoy absolutamente seguro.

Pero esto es la historia de siempre, la misma bazofia repetida una y mil veces, sólo que en otros términos y con otros culpables por en medio. Tal vez estoy hablando demasiado de la Iglesia (2 de 4, sí, es demasiado), de modo que voy a aparcar el tema, a tratar otros más amables, más atractivos y sugerentes, y dejar estos que, por momentos, me frustran, me cansan y, además me llenan de malestar.

Y, resulta, que todo ello es debido a que cierta institución se mete donde no la llaman. Pero claro, si no lo hiciera, no sería la Iglesia.

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