23 de junio de 2014
Algo del pasado
Cuando uno emprende el necesario (y aburridísimo) cometido de aligerar la carga de los viejos cajones, puede encontrarse con sorpresas. En mi caso, abundan papelorios antediluvianos, recortes de prensa de la época pleistocena, lápices medio comidos, cuadernos amarillentos que se caen a pedazos, carpetas de separadores ilustradas con estrellas rockeras ochenteras y, de paso, un nutrido mar de pelusillas adheridas a todas esas piltrafas, señal de que han pasado ya años desde la última intentona saneadora. Hay más artilugios, allá dentro, claro, pero para qué enumerarlos, si todos los tenemos muy parecidos...
Entre los papelorios que hallé había uno, doblado en cuatro partes, que desconozco cómo fue a parar allí. Es una especie (muy libre, muy ingenua; muy mediocre, también) de poema. Lleva la fecha: 31 de agosto de 2005. Sí, cierto, no vale nada. Pero... pero resulta entrañable, y produce nostalgia, encontrar algo así. Ha pasado casi una década desde entonces. ¿Yo escribí eso?
Lo curioso es que fuera, precisamente, el última día de agosto, cuando me dio por anotar esa chorrada. Estaba, entonces, trabajando de recepcionista en un cuchitril de la Playa de Gandía. Y, ése 31 de agosto, era el peor día del verano, pues casi todo el mundo huía hacia Madrid (el 98% de los clientes procedían de esa ciudad), sacando provecho hasta del último rayo de sol, antes de regresar a la meseta, tan lejana a la mar.
Así que tuve que redactar el texto (precipitadamente, a ratos, sin tiempo para revisar o mejorarlo) mientras los turistas de turno abandonaban el edificio, mientras me despedía de ellos, anotaba las salidas, les indicaba el modo más apropiado de volver a su casa ("Id por Albacete; es más largo, sí, unos veinte kilómetros más, pero hay mucho menor tráfico que por la A-3... hacedme caso") y me aseguraba de que me entregaban las llaves, que solían quedarse en sus bolsillos descuidadamente... Repito: esas palabras no valen nada. Las subo aquí por su valor emocional, si acaso.
Es curioso recordar algo vivido o escrito en un pasado lejano (nueve años lo son, para mí, y mucho). Aunque ya no estés de acuerdo, o aunque hicieras las cosas de modo completamente distinto... hay, sí, esa nostalgia, ese afecto, por ligero que sea. Es un pedazo de lo que fuiste, de lo que sentiste, en un tiempo ya extinguido y al que, obviamente, nunca regresarás. Ni intelectual ni vitalmente.
"Relámpagos sobre las nubes"
Subido a la nube miro,
rodeado de truenos y electricidad
a una escueta figura en la distancia.
Apenas la veo entre el jaleo de luz,
pero conozco su rostro y, ella, el mío.
Subido a la nube miro,
ahogado por nieblas y vahos,
el lento transcurrir de lo vivo.
Quietud, seguridad, indiferencia.
El porvenir es ajeno a ellos.
Subido a la nube miro,
cegado por rayos y resplandores,
el cielo ahumado sobre mi rostro.
Tenue, austero y etéreo,
me guiña su ojo, pícaro, juguetón.
Subido a la nube miro,
encogiendo mis largos miembros,
a una niña que quiere alcanzarme.
Llora entre brazos ajenos, aunque amables,
pero ríe porque sabe que, también, ya está conmigo.
Subido a la nube miro,
entristecido por el horror y la masacre,
que todo lo que es pronto dejará de ser.
Amor, pasión, amistad, alegría.
Todo destinado a no ser más que cenizas.
Subido a la nube termino de observar,
que el bien y el mal nos persiguen.
He de volver a mi guarida, entre el caos.
No hay excusa, ni escape ni vuelta atrás.
Regresaré al lugar, sí, adonde nunca he ido".
(Imagen: El Hermitaño)
14 de junio de 2014
Entrevista para "On-Road Magazine"
Hace unos meses los amables responsables de la revista digital "On-Road Magazine" se pusieron en contacto conmigo y me pidieron que contestara las preguntas de una entrevista acerca de mi blog de viajes con la "Xiqueta" (mi autocaravana) y el mundo del sector (el blog en cuestión podéis leerlo aquí). Acepté, desde luego, y ahora la entrevista acaba de publicarse en el número 30 de "On-Road". Realmente me ha hecho ilusión... Si alguien desea echarle un vistazo o mirar las fotos, sólo tiene que picar en el enlace que hay más abajo. También tenéis acceso a los otros números de esta estupenda publicación. ¡Aprovechad y disfrutadla!
¡Muchas gracias a la gente de "On-Road Magazine" por este regalo tan bonito!.
¡Espero que os guste :)!
26 de mayo de 2014
Hogar sagrado
Mi hogar estos días de retiro (ligeramente) estudiantil y escritorzuelo...
Me he visto en la necesidad de acudir a mi santuario para aislarme un poco, concentrar energías... y tratar de sacar algo positivo de todo ello. Ese espacio propio suele ser la "Xiqueta", pero para periodos algo más largos y de gasto económico nulo, no hay nada como esa sencilla choza de viejo ermitaño.
Cerrar las ventanas y acostarte, mimado y protegido por esas paredes gruesas repletas de rocas, olvidarte de ruidos, poder deslizarse al sueño con esa paz... No hay precio para eso.
Es como si el resto del mundo, por un instante, hubiera dejado de existir...
(Imágenes: El Hermitaño)
6 de mayo de 2014
Deseos
Lo dijo el gran François Rabelais: "Trabajad cada uno según vuestra propia vocación".
Han pasado casi 500 años, pero algo hemos hecho mal, porque no creo que ése sea el estado actual para todos nosotros.
¿Habrá que esperar otros 500 años para conseguirlo?
(Imagen: El Hermitaño)
Le quiero (y mucho...)
Es incomparable la satisfacción que produce ganarte la confianza de un animal.
El mismo que hace dos meses huía ante tu presencia, hoy se acerca a tus pies, se refriega en ellos, levanta el lomo para que lo acaricies y te maula, contento de verte.
Se siente a gusto a tu lado. Se siente protegido.
A cambio, te da su confianza. Para siempre.
Espero no quebrarla nunca...
(En la fotografía, 'Morro', mi hermano y héroe)
(Imagen: El Hermitaño)
Re(cambios)
Le dio a la naturaleza por abrir sus compuertas, este viernes pasado (11 de abril). No hubo medias tintas, sino de todo. Y a lo grande.
Arrancó la mañana brumosa, con feas nubes bajas y grises. Lloviznó ligeramente, manchando de tierra el coche y los ánimos humanos, abatidos tras dos días sin ver a la estrella. Aquí somos así: precisamos al sol, forma parte del paisaje, como las playas y los huertos de naranjos.
Al mediodía hubo un brusco viraje de las masas de aire. De húmedo y pegajoso, pasamos a un viento que soplaba seco y requemado. Agobiaba, tanto calor, pero al menos en lo alto volvió el azul y se vio, por fin, el disco brillante.
Y, ¿qué más? Pues las tormentas, claro. Viniendo a la tarde, del oeste, desarrollándose en enormes cúmulos cargados de electricidad, y se dedicaron a escampar agua a diestro y siniestro, impregnando el cielo de una tonalidad amarilla extrañísima. Después emergió por el mar el arco cromático... que parecía saludarnos.
Aproveché el interludio y me largué a Gandía (estaba con los gatos, en la casita), adonde llegué justo cuando caía la noche. Y, entonces, las fuerzas se desataron otra vez... Los truenos retumbaron, haciendo temblar los cimientos de los edificios, mientras los rayos parecían iluminar el fin del mundo...
A medianoche, finalmente, la madre puso fin a la juerga, y se retiró a descansar, agotada de tanto ajetreo.
Ya lo sabemos: no se paga entrada para disfrutar de todo ello.
Aprovechémoslo, ¿no?
(Imagen: El Hermitaño)
Esplendor
Ha sido uno de esos días en los que el azul es tan limpio, las nubes tan blancas... que dan ganas de que las horas no trascurran. Y, cuando te pones a caminar, parece que los pies no quieran detenerse; seguirías horas y horas... Sientes el calor de la estrella, pero no quema; reconforta.
Todo está a gusto, todo parece encajar, aunque los amores no resulten, aunque las vidas sufran, aunque haya quien crea que el fin se acerca.
Pero, miras allá arriba, miras a tu alrededor... Y todo es belleza. Y grandeza.
Y te sobrecoges.
Y das las gracias, por poder contemplarlo y sentirlo.
(Imagen: El Hermitaño)
1 de abril de 2014
Finales de marzo
Llega la primavera. La tierra
reclama manos, azadas, surcos, plantas... vida nueva que la preñe, dando luz a
sencillos tesoros para paladares no muy exigentes pero que saben, eso sí,
apreciar lo que de ella brota.
La higuera, ahora pelada aunque
con las primerizas hojas del nuevo ciclo, llenará su copa de verde. Y, la
fruta, empezará a tomar cuerpo, dulcificando el ambiente. Sonará todo esto muy
cursi, sí, pero, quien vive bajo la sombra de la higuera en verano, o quien se
sienta bajo sus ramas peladas en invierno, tomando el bajo sol en el horizonte,
sabe de lo que hablo.
Cómo pasa el tiempo, cachis.
(Imagen: El Hermitaño)
28 de enero de 2014
Lo que se recordará...
Llegamos a la casa a media tarde, con el sol ya declinante. El viento era suave y la estrella aún irradiaba con fuerza, brindando un ambiente cálido inusual para un 31 de diciembre.
La casa nos fascinó. Rodeamos sus muros, reconocimos el buen gusto del propietario y descansamos en el exterior, junto a la entrada. Entonces vimos los almendros. Traíamos pasas y avellanas, pero la tentación de abrir allí mismo, y paladear frescas, las almendras fue irresistible. Tomamos una roca plana y, recogiendo las que habían caído sobre la hierba, empezamos a merendar.
Tras el ágape, mirando el ocaso de la estrella, que los cirros velaban, nos abrazamos y, quizá también, sentimos que algo no andaba bien... El frío llegó, y decidimos regresar.
Pero no podíamos partir sin agradecer al patrono de aquel paraje que nos hubiera alimentado el cuerpo y el alma tan generosamente. Así que le escribimos una nota, que dejamos bajo su puerta con una piedrecita encima... Le dábamos las gracias por tan suculenta merienda y, le decíamos, esperábamos que pudiera disfrutar con salud de aquel encantador refugio.
La estrella quería marcharse ya, descansar más allá de las montañas, así que recogimos, hicimos una pequeña reverencia ante aquel sepulcro sagrado, por todo lo que nos había dado, y continuamos el camino, juntos. Murió el viejo año mientras nos mirábamos a los ojos; y entró el nuevo del mismo modo.
Pero supimos que no todo era rosa. Había en el aire una inquietud, que se ensanchó poco a poco. Y uno de nosotros vio una diferencia demasiado grande entre todo lo que recibía y lo que podía dar. No era posible.
Altea, las calles empinadas, los hogares blancos, las aventuras, los panecillos, la música, el puzzle, los besos sonoros y casi eternos, el incienso, la complicidad, los caminos recorridos juntos, la cocina humeante, los sabores y sonidos deliciosos, el ronroneo de Canelito (héroe de mi vida...), las carcajadas, las velas, la 'Duranta', el silencio de aquella casa preciosa y acogedora, las charlas hasta la madrugada, las montañas, los paseos nocturnos, los ojos puestos en el cielo, el mutismo compartido, las bromas, las miradas... y el amor.
Tras todo ello, sólo queda decir:
Meg, te quiero y jamás te olvidaré.
(Imágenes: El Hermitaño y Meg)
3 de enero de 2014
Larga duración
Mi abuelo, 91 años, esta Nochebuena, dando vida a su 'Toscano'. Hasta hace un par de veranos aún nos ayudaba en el huerto. Siempre gastando bromas, siempre riendo, siempre con ese brillo pícaro y divertido en los ojos.
Siempre fue el primero en coger la azada, en ponerse manos a la obra... en decir "vamos a hacerlo". Pero también es el primero en sentarse a la mesa... en proclamar que no tiene hambre y, luego, termina hasta las migajas del plato de su señora... Y sigue comiendo pan con todo, sigue saboreando el vino... y el Toscano, el Toscano...
A veces, cuando voy a su casa a dormir, entra en mi cuarto, a las 4 de la mañana, y me ilumina con una linterna, para saber quién está ahí... Luego se marcha, me cierra la puerta, y al cabo de media hora, vuelve a hacer lo mismo. Me cabreo, pero nunca le digo nada. Trato de dormirme de nuevo, hasta que regrese el haz de luz a mi cara...
He de aprender todavía mucho de él. Y disfrutarlo.
Aún es demasiado pronto para tu marcha, ¿verdad?...
(Imagen: El Hermitaño)
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