23 de mayo de 2006

Punto (y seguido)



La rotación de la Tierra ha dejado en tinieblas medio hemisferio de exámenes, agua pasada que se pierde en el olvido. Por el horizonte, a días vista, viene otra andanada, la última, la que cierra el ciclo.

Aparte de las lecturas, otra de las necesidades inmediatas en época de controles es el pateo, caminar entre naranjos, rodeado por montañas y el frescor de la primavera. Hoy era día para recorridos a pie, pues el poniente ha dejado paso a un fresco levante y el cielo se ha cubierto de gris, hundiendo las temperaturas y brindando paseos interminables.

La suerte de tener coche propio (aunque renquee y tenga más o menos tu edad...) es la posibilidad de estar en un santiamén allá donde quieres, sea la playa, el monte o ese refugio en donde te escondes para huir de todo, menos de tí mismo. En esta ocasión las cuatro ruedas me han llevado a una zona boscosa, tan sólo alejada de la ciudad unos pocos kilómetros. Pese a esa separación tan escasa, ir allí es entrar en otro mundo, un universo de paz, silencio, árboles y vida. Me siento afortunado de vivir en una tierra que dispone, en unos pasos, tantas alternativas, tantas opciones, paisajes y sensaciones.

Caían gotas de lluvia mientras iba yo despedazando el tiempo a cada paso; no oía una alma, apenas escuchaba el rumor lejano de una excavadora, que bien podía estar en el confín del mundo. De repente, un par de conejos aparece enmedio del camino, sin percatarse de mi presencia. Parece una madre y su cría. Me detengo, mientras mis pasos llegan hasta donde estaban ellos; entonces se ponen en marcha, esfumándose. Sigo adelante, y unos metros más adelante, vuelvo a parar. No están, han entrado en su madriguera o están en el otro lado del desfiladero. Pasan unos segundos, absorbiendo yo ese silencio único, arrollador, casi mareante. Cuando echo la vista al camino, los veo de nuevo: están comiendo algo, no sé qué. Se olisquean, se persiguen un momento y, oscilando sus graciosos traseros entre el gris y el blanco, desaparecen para siempre. Me quedo un instante allí, quieto por si se les ocurre regresar, pero por lo visto prefieren seguir entre la maraña arbustiva que lo llena todo.

Un familia de conejos; ni misterios cósmicos, ni problemas filosóficos, ni supuestas intelectualidades peripatéticas, ni leches en vinagre: una familia de conejos encierra toda la belleza, toda la verdad y toda la esencia de la vida, resumida en unos tallos de hierba para comer, un retoño a tu lado a quien enseñar y amar, y el inmenso tapiz del mundo exterior, ajeno e indiferente, sobre tu espíritu. Ellos no lo saben, pero han abierto un poquito más los ojos a alguien desgarbado que los observaba con curiosidad desde la distancia.

Ahora, claro, de vuelta a los libros.

17 de mayo de 2006

Entre Borges, Aleixandre y los agujeros de gusano

Para evitar que en estos días, de estudio ininterrumpido e intensivo, la locura total y absoluta haga más mella en mí de lo habitual, no hay nada mejor que la lectura; quizá sea lo único que te permite, de verdad, olvidarte de todo, al menos durante unos minutos, y dejar que el intelecto y el alma ondeen todo lo alto que se merecen, liberadas de las ataduras de la obligación.

Por lo tanto, entre los ratos de estudio, el hermitaño lee. ¿Qué?, ¿a quién?. Bien, primero un poco de Borges; alguno de sus relatos, como "La biblioteca de Babel" o bien "El hacedor", o el archiconocido "El Aleph". Da igual que lo lea una o mil veces; sea como sea, Borges siempre acaba sorprendiendo. De sus Narraciones hice un brevísimo comentario en mi diario, ayer: "el volumen de relatos de Borges ha sido, para mí, un descubrimiento maravilloso, una obra maestra literaria, por la originalidad, su enorme inteligencia y el anonadante contenido. Esto es literatura a un nivel superior, no apto para quienes buscan historias convencionales o un estilo sencillo y sin connotaciones". Me reafirmo en ello. Borges se inventa su propio Universo, de una pasmosa imaginación, en el que deja caer, como si no lo quisiera, un mar de preguntas, de dudas y de temas filosóficos, intelectuales. Literatura superlativa, en suma.

Luego, cuando me 'aburren' los análisis sintácticos o los la población humana histórica, entro en la poesía, en este caso de Vicente Aleixandre (Poemas paradisíacos). Aunque no suelo devorar poemas con tanta gracia como novelas, ensayos o textos divulgativos, siempre me produce un placer enorme entrar en ese nuevo Cosmos que supone el mundo visto a través del sentimiento poético. Son poemas breves, los de Aleixandre, y esos son precisamente los que más aprecio; en pocas palabras, todo una nueva forma de captar la realidad (o la irrealidad, o la fusión entre ambas...), el ser humano y sus encuentros con la vida.

Por último, antes de mecerme al ritmo de las estrellas, digiero un poco de divulgación; abro "Agujeros de gusano cósmicos", obra de Paul Halpern sensacionalmente escrita, fácil de entender y muy estimulante. En ella se hace referencia a los viajes en el tiempo, a su posibilidad física y teconológica. Menciona la hipotética viabilidad de viajar a través de distancias enormes (prácticamente de lado a lado del Universo, si es necesario), empleando para ello agujeros de gusano, una especie de túneles cósmicos que facilitarían el tránsito interestelar, en tiempo y en espacio. Con ello, en un futuro remoto (o quizá no tanto...), es factible la idea de ir hasta otros sistemas planetarios, con vida inteligente, tomar un té con nuestros vecinos de Aldebarán, y estar de vuelta en casa antes de la cena.

Ante estos universos literarios, es dificil resistirse, por muy importantes que sean ciertos estudios. La lectura, la verdadera, aquella que enciende el intelecto y el corazón, es el alimento del alma. Y el alimento del alma no conoce de obligaciones, sólo de disfrutes, de placeres y de sensaciones únicas, que producen las lecturas impuestas tan sólo por uno mismo.

12 de mayo de 2006

La plena libertad; el humanismo renacentista en Pico della Mirándola

Cuando Dios completó la creación del mundo, empezó a a considerar la posibilidad de la creación del hombre, cuya función sería meditar, admirar y amar la grandeza de la creación de Dios.

Pero Dios no encontraba un modelo para hacer al hombre. Por lo tanto se dirige al prospecto de criatura, y le dice:

No te he dado una forma, ni una función especifica, a ti, Adán.
Por tal motivo, tu tendrás la forma y función que desees.
La naturaleza de las demás criaturas, la he dado de acuerdo a mi deseo.
Pero tú no tendrás limites.
Tu definirás tu propias limitantes, de acuerdo a tu libre albedrío.
Te colocaré en el centro del universo, de manera que te sea mas fácil dominar tus alrededores.
No te he hecho ni mortal, ni inmortal. Ni de la tierra, ni del cielo.
De tal manera, que tu podrás transformarte a ti mismo, en lo que desees.
Podrás descender a la forma mas baja de existencia, como si fueras una bestia. O podrás en cambio, renacer mas allá del juicio de tu propia alma, entre los mas altos espíritus, aquellos que son divinos.


Pico della Mirándola (1463-1494) fue un librepensador y humanista italiano que publicó en 1486 una obra titulada 'Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae', más conocidas como 'Las 900 tesis'. En el prólogo a este libro, titulado "Discurso sobre la dignidad del hombre" (quizá su texto más conocido), Mirándola formula tres de los ideales o derechos clásicos del Renacimiento: el derecho a poder discrepar y disentir de las visiones dogmáticas y tradicionales, el respeto por la diversidad, tanto cultural como religiosa y, por último, el derecho al crecimiento y enriquecimiento de la propia vida a partir de la diferencia entre todos los hombres.

Sin duda que hombres como él eran necesarios en el siglo XV; aportaban disidencia, alternativa y rebeldía en una sociedad impregnada de dogmas y juicios de autoridad. Pero creo que también serían muy útiles hoy en día; de hecho, quizá sean ahora más necesarios, puesto que en el mundo occidental domina, dentro de esa evidente pero al tiempo nebulosa libertad, el sentimiento de acatación, de aceptación, de total sumisión, ya no ante las leyes impuestas por los órganos de poder, sino por la tendencia de la misma sociedad. Como un barco a la deriva, parece que no somos nosotros mismos quienes determinamos hacia dónde vamos, sino que seguimos la inercia propia de la masa, del grupo, de lo numeroso.

Recordemos, bien lo hubiese querido Pico, que somos libres, verdaderamente libres, y que cada decisión, desde levantarnos por la mañana a coseguir las hazañas más increíbles y utópicas, es sólo decisión nuestra. Que nadie decida por nosotros, que nadie nos diga por dónde marcharemos manaña, que nadie se atreva, siquiera a sugerir, la dirección que tomaremos en el día a día. Por mucho que muevan las tendencias, por muy atrayentes que resulten sus cantos, debemos hacer aquello que nos estimule, que nos haga humanos. Nunca seguir la corriente principal por simple pereza o indiferencia; todo debe ser decisión personal. Todo debe salir de nosotros, de nuestro querer, del instinto de la voluntad.

Claro que, también lo decía Pico, esa libertad puede corromperse; de nosotros depende si elegimos la libertad edificadora o la libertad pueril, vacía, y destinada al fracaso. De nosotros depende si damos un nuevo sentido a la libertad, liberándola y ampliándola, o degenerándola hasta el más absoluto de los hastíos. El ser libre, verdaderamente libre, tiene grandes responsabilidades, y eso a muchos no les gusta, de ahí su inmersión en la masa, en lo correcto, en lo habitual y corriente, porque entonces no hay que decidir, tan sólo proseguir lo decidido por otros.

Eso, en el fondo, es una forma de muerte en vida.

7 de mayo de 2006

Hace siete meses

Hace siete meses, el 7 de octubre de 2005, emprendía por vez primera un viaje al timón de una pequeña casa rodante. Recuerdo la emoción de arrancar, poner primera y dar sustancia a tus sueños de toda una vida. Ya hablé en un par de ocasiones de la maravilla que supuso para mí tener en tus manos tu propia vivienda y llevarla a donde tús quisieras, sintiendo la libertad total y acariciando el sentimiento de independencia absoluta. Ya he hablado, también, de mi otro sueño, que consiste no en alquilar una de estas casas rodantes, sino en hacerla tuya o, mejor, hacer que forme parte de tu vida. Es evidente que una experiencia me ha llevado, casi sin quererlo, a la otra.

Fue triste saber que, a la vuelta, me esperaban una serie de duros cambios en mi vida, debido al accidente de mi madre y todo lo que ello conllevaba. Ahora, tras siete largos meses, vuelve la tan esperada normalidad, el tiempo libre para mí mismo y, sobretodo, vuelven los deseos de escapar, de saludar a la madre naturaleza y hacer que viva en tí, al igual que todo el Cosmos y todos aquellos dispuestos a navegar por el mar de la bohemia y la vida productiva y creativa.

Recuerdo los momentos del gran viaje: kilómetros y más kilómetros aderezados con horas de buena música; paisajes interminables: llanuras infinitas, cromáticos ocasos, cielos de belleza inigualable; sentimientos encontrados: bienestar, alegría, dicha, furia, irritación; instantes de introspección, de cachondeo, de búsqueda, de encuentros. Mientras avanzábamos, a través de rectas carreteras, vino a mí el deseo, irrefrenable y a la vez utópico, de no hacer de aquello solamente una anécdota, un tiempo esporádico de diversión, sino un modo de vivir, de ser y de evolucionar.

Ofrezco, a continuación, una pequeña serie de imágenes de lo que fue ese sensacional periodo de ruta por pistas, caminos y autovías entendidas, no como el medio para ir a alguna parte, sino como el destino del viaje en sí mismo.


Esperando la salida, cerca del Mediterráneo


Salamanca, la ciudad del bohemio


Luces y sombras en Ledesma


A través de la ventana, el adiós del día


Un momento de lirismo, en O Cebreiro


Arquitectura medieval


¿Vaticinando el futuro de mi anterior vida?

5 de mayo de 2006

Días de encierro



Apenas salgo de mis cuatro paredes en los últimos días; a la pronta llegada de los exámenes se suma ahora el tiempo atmosférico, con el cielo gris plomizo y repleto de brumas, lluvia y, a veces, visiones fugaces de nuestra amarilla estrella.

De hecho, alabo al divino por traer estos malos ambientes; de mostrarse un cielo azul con bellos cirros seguramente me costaría mucho más pasarme tantas horas detrás de los libros y el resultado de las pruebas serían mucho peores.

Pese a los días que restan para los controles, lo cierto es que me juego mucho en ellos, y no puedo arriesgar. De ahí que en las próximas jornadas declinaré amablemente la invitación constante del blog con sus cantos de sirena e intentaré dedicarme por completo (bueno, no por completo, sería una forma de morir...) al estudio en pos del saber mediocre (porque me aportará mucho más de lo que ahora sé) y del aprobado, que me puede abrir las puertas, como dije otro día, a una serie de conocimientos y recursos que ahora desconozco por completo.

Tras esto, si todo marcha bien, nacerá otro periodo de trabajo, largo, duro e ininterrumpido, hasta el fin del verano. Más tarde, de nuevo a los estudios, entonces sí verdaderamente importantes. Y más allá, aún envuelto por el halo del misterio del futuro remoto, puede tener hacerse realidad uno de mis más ansiados sueños.

Pero esto ya vendrá. De momento, lo que he de hacer es seguir aquí, entre el escritorio, la cama y los montones de libros. Con el tiempo suficiente, regresarán las horas de Cosmos, exploración y libertad. Para que ello sea posible, ahora hay que sacrificar.

1 de mayo de 2006

Conversaciones en la peluquería

Desde hace bastante tiempo suelo ir a una singular peluquería atendida por un buen amigo mío, un rumano llegado a España hace alrededor de quince años, y con el cual he tenido largas conversaciones sobre temas que ni por asomo creía posible discutir mientras te tomaban el pelo.

De hecho, más que por el corte, iba a verle para charlar de infinidad de cuestiones que, en general, no podía compartir con casi nadie de mi alrededor. Recuerdo que todo empezó cuando me presenté allí un día y, mientras esperaba mi turno, leía tranquilamente una de mis revistas de astronomía. Él la vio y enseguida comenzó a hablarme de Asimov, de las civilizaciones extraterrestres, de la ecuación Drake, y un montón de cosas más. Me dejó perplejo, puesto que yo le suponía superficial, soso y convencional (como la mayoría de peluqueros, en realidad); nunca imaginé que pudiese discutir los secretos del Cosmos en compañía de un rumano que se dedicaba a dejar calva a su clientela.

Una vez supe que era una persona de mente abierta, culta y dispuesta a aprender (es decir, más o menos como yo mismo), inicié con él, como he dicho, algunas sorprendentes conversaciones, mucho más profundas y estimulantes de lo esperable; hablando de temas políticos, científicos, filosóficos, literarios, sociales, cinéfilos, sexuales, capilares... , o sea, tantos que realmente debería haber llevado conmigo una grabadora y así poder hacer uso más tarde de los conocimientos que compartimos allí, acompañadoos por tijeras, cortapelos, navajas y lociones para después del afeitado.

En los últimos meses, George me habló de un proyecto futuro relacionado con poder vivir sin trabajar; gracias al dinero ahorrado por él en estos años de trabajo y, además, al beneplácito del banco relativo a no sé qué aspectos financieros de su hipoteca, aspira a viajar por el mundo, gastando lo mínimo necesario, y viviendo en casas de varios amigos (tiene, según me ha comentado, un montón de ellos repartidos por muchos países diversos). No sé si será fiable un proyecto de esa magnitud, puesto que no supera los 45 años y la vida es muy larga, pero yo aplaudo esa valentía, ese riesgo de vivir bohemia y errantemente, con cuatro duros en el bolsillo y yendo de un lugar a otro. Es un tipo de existencia alejado por completo de las exigencias sociales, de las imposiciones del trabajo, y responde a una filosofía de vida libre, sin ataduras y con posibilidades de evolucionar hasta límites insospechados para los que están dentro del cuento del mundo occidental. Hace un par de meses conocí a dos chavales de mi edad que decidieron irse a vivir en una autocaravana; magnífico, excelente, extraordinario. Ahora George, mi peluquero de siempre, también se va, empujado por los aires de libertad y con millones de cosas por hacer. Sensacional, grandioso. Cómo los envidio a todos ellos.

Tal vez la próxima vez que vaya a la peluquería de George me encuentre con una tienda de caramelos, un kiosco o un comercio de telas. O, quizá, haya en el cristal un letrero que reze: "Se vende". Sea como sea, espero que le vaya bien, que la suerte le acompañe y que disfrute la vida como hasta ahora no ha podido hacerlo por culpa del trabajo, las obligaciones y las frustraciones de la sociedad moderna. Ojalá mucha gente estuviera dispuesta a hacer lo que George; tan sólo es necesario un poco de ambición, ganas y seguridad en uno mismo. La recompensa es grandiosa: toda la vida que te resta por delante para tí mismo, dedicada a tu propia evolución, a tus deseos, a tus anhelos.

Yo, de momento, ya he empezado a ahorrar.

Saltos al infinito



Aquí, en la Tierra, radicados como estamos en un minúsculo mundo rodeado de inmensidad, apenas somos conscientes de lo existente más allá de los límites del mismo. Pese a poder observar algunos fenómenos sorprendentes y fascinantes (desde las 'simples' estrellas hasta explosión de supernovas, lluvias de meteoros, etc.), nada nos indica la verdadera extensión, la increíble dimensión y la inquietante atemporalidad del Cosmos.

De mis lecturas de Astronomía, iniciadas hace bastante más de una década, aprendí que todo lo que sabemos es gracias a la luz. Si conocemos lo lejos que está una estrella es por su luz; si conocemos su composición, es por su luz; si descubrimos cuál es su movimiento, es por su luz; si somos capaces de detectra planetas a su alrededor, es por su luz. Incluso, si en el futuro tenemos los instrumentos adecuados, será posible distinguir la existencia de vida en otro mundo gracias al espectro producido por la luz que rebota en él procedente de su estrella madre. La Astronomía, de hecho, tiene sentido gracias a la luz.

La luz no es más que radiación electromagnética procedente de una fuente emisora (como las estrellas) y que capta nuestra vista. Ya he hablado en algunas ocasiones de que la luz viaja a una gran velocidad (algo así como 300.000 kilómetros por segundo; da más de siete vueltas a la Tierra en ese único segundo...), y que lo que vemos en el Cosmos es el pasado, no el presente. Aunque la luz viaje rápido, el Universo es muy grande y las distancias a recorrer son verdaderamenente enormes. Así pues, no creamos que la información transmitida por la luz es instantánea y directa; tarda tiempo en llegar hasta nosotros. Mirar el cielo es ir temporalmente hacia atrás, en busca del pasado, cada vez más remoto. Saltando de astro en astro, retrocedemos en el tiempo, hasta casi tocar el infinito, cuando el Universo era un recién nacido. Gracias precisamente a que la velocidad de la luz es finita podemos ir al encuentro de la infancia del Cosmos.

Imaginemos ahora lo siguiente: pongamos por caso que hoy explota el Sol (hecho harto improbable). Nosotros sabemos que va a suceder, y como disponemos de una nave espacial nos subimos a ella y, empleando un agujero de gusano (y dando por supuestas muchas cosas), alcanzamos el otro confín de la Vía Láctea. Aterrizamos en un planeta agradable acompañado de una estrella estable y, utilizando un telescopio, miramos hacia el Sistema Solar. Si el viaje por el agujero de gusano ha sido lo suficientemente rápido (más que la luz solar), al mirar a través del ocular del telescopio aún veríamos al Sol, brillante y amarillo, bañando con su luz a la Tierra. Aunque, naturalmente, sabríamos que ya no existe.

Sorprendente, ¿verdad?.

28 de abril de 2006

Luz y mundos cercanos; un vistazo a la familia del Sol



El Sol, motor de la vida en el Sistema Solar.



Mercurio, tórrido y solitario.



Venus, cercano y hostil.



Sin comentarios.



La Luna, eterna acompañante.



Marte, el sueño del futuro




















Júpiter, gigante, estrella frustrada.



Saturno, poesía planetaria.



Urano, frío y oscuridad.



Neptuno, azul profundo en la distancia.

Más de allá de todo ello, la inmensa lejanía del espacio profundo. Polvo, restos de vaporosos cometas y algún pedrusco ocasional. Silencio, profundidad y vacío.

27 de abril de 2006

Dinero y trabajo, presa y esclavo

El dinero es el 'valor' general de todas las cosas, constituído en sí mismo. Ha despojado, por lo tanto, de su valor peculiar al mundo entero, tanto al mundo de los hombres como al de la naturaleza. El dinero es la esencia del trabajo y de la esencia del hombre, enajenada de éste, y esta esencia extraña le domina y es adorada por él.

Karl Marx, 'La cuestión judía'.

Retrospectivamente, cabría decir que hay poco en común entre las diversas filosofías asociadas al nombre de Marx. Sin embargo, los tres aspectos mencionados -la filosofía del hombre, la teoría de la historia y la concepción del valor- pueden considerarse, de hecho, como intentos separados de articular una misma intuición. Estudiamos un sólo tema fundamental al ocuparnos de la naturaleza del hombre, del movimiento de la historia o de la estructura de los valores económicos. No se trata de la conciencia, sino de aquello que la crea y determina; es algo material, puesto que su esencia consiste en la transformación de la naturaleza; es también algo social en la medida en que tiene lugar en el seno de las relaciones entre los hombres. Al considerar que se trataba del "trabajo", Marx devolvía al corazón de la filosofía política el concepto que explica, no ya la condición del soberano, eclesiástico, jurista o propietario, sino la del hombre común cuya actividad sostiene la 'superestructura' de la que aquéllos se nutren. El trabajo es la esencia humana y la fuerza motriz de la historia; es el trabajo el que aparece en las formas ficticias del valor de mercado, y es el trabajo lo que puede ser alienado o restituido, lo que determina la felicidad y la desdicha de la humanidad.

Roger Scruton, 'Historia de la filosofía moderna'

25 de abril de 2006

Vida, evolución y muerte



Hace unos días, la gata que tengo en mi refugio de Marxuquera dio a luz a cinco bellos gatitos. Como pensador peripatético que soy, siempre que esto sucede me lanzo a reflexionar acerca de la vida, la muerte y el significado de la misma existencia. Generalmente casi nunca llego a ninguna conclusión, pero, en caso contrario, tampoco me creo la conclusión en sí: ventajas de ser un pensador peripatético... .

La cosa es que hoy he subido hasta el refugio para ver las evoluciones de esos seres diminutos y frágiles, y me he encontrado con uno menos; de cinco, tan sólo quedan cuatro. Si bien es cierto que uno de los pequeños adolecía de una ligera incapacidad para mamar como lo hacían los demás y que, además, no parecía estar tan desarrollado como sus hermanos, nunca llegué pensar que moriría, pues creía yo que, tarde o temprano, también él tendría posibilidades de alimentarse.

Pero no. Ha muerto. Y ello me ha hecho pensar en la evolución, en el hecho de que, en efecto, los seres vivos con menor adaptación o con ciertas taras limitantes tienden a ser eliminados por la selección natural. En cierto modo, es lógico que suceda, pues ¿de qué le sirve a la naturaleza un ser que es 'inferior' en recursos a sus hermanos, un ser que está un peldaño por debajo que sus conjéneres en los designios que la naturaleza le ha impuesto? No olvidemos que la naturaleza no conoce de moral; la crueldad es un concepto humano y, como tal, es desconocido en el reino animal. Si un gatito, por muy bello y dulce que sea, tiene limitación a la hora de obtener alimento, seguramente también estará limitado cuando crezca y precise alimentarse por su cuenta. Así pues, no hay que esperar a entonces; se elimina ahora y asunto arreglado. Puede parecer duro, pero es la ley de la vida.



Tras esto, he recordado a aquellas gentes que niegan la evolución, que la ven como una teoría, no como un hecho. Creen que es absurdo descender de los monos (lógico, puesto que no descendemos de ellos). Desprecian que la idea de que la selección natural es la responsable de toda la belleza del mundo biológico. Y creen las revelaciones de Darwin son sectarias, parciales y claramente inexactas. Además, sostienen que la evolución aún guarda ciertos aspectos oscuros o inexplicados (cierto, aunque ello no implica su supuesta invalidez general).

Por mucho que lo intento, no los comprendo; y no soy capaz porque, simplemente, se trata de observar las pruebas que hay a tu alrededor. No exige que 'creas' a este u otro científico o a algún cantamañanas sabelotodo el cual te asegura que la evolución existe. No es necesario. Aceptar la evolución como un hecho tan sólo requiere de una mente abierta y reflexiva, capaz de interpretar lo que observa. ¿Por qué motivo sino la mejora de la propia especie ha muerto el gatito de mi refugio? La evolución es un proceso que favorece el desarrollo de la vida, sus defensas ante ataques y desgracias y la continuidad natural de la propia existencia biológica. ¿He de pensar en otros motivos, más rebuscados y confusos, para explicar la muerte del pequeño felino?

Se trata de saber las cosas por tí mismo, comprobar la verdad por tí mismo; ¿hay algo más valioso que eso?

23 de abril de 2006

En la luz, a la espera



Mirando el cielo uno puede encontrar estímulos muy especiales: recuerdo que fue contemplándo cuando decidí escribir un libro de Astronomía; también lo miraba mientras me juraba que conseguiría vivir en una autocaravana antes de cumplir los treinta; y, asimismo, recuerdo haberlo visto (y sentido) cuando me prometí cumplir algunos de mis grandes sueños de juventud; algunos se han cumplido, otros aún no (lógico, pues aún soy joven...), pero casi todos los grandes momentos, ideas y sentimientos han sido consecuencia de entrar en contacto con el cielo estrellado. No es algo que busco; simplemente, sucede.

Hoy, cayendo el día, he ido a una montaña cercana, atravesada por una detestable autopista, ruidosa e intrascendente. Mientras veía pasar a a toda velocidad los automóviles, también aparecían esas maravillosas casas rodantes, frutos sabrosos pero inalcanzables (de momento, tan sólo). Suponía yo que mi anhelo de vivir en una de ellas cristalizaría en unos dos o tres años, pero ahora el tiempo me apremia más que nunca, y quizá el sueño se convierta en realidad en, como máximo, unos diez u once meses: más no soporto, no soy capaz.

Viendo el aumento imparable del precio del crudo, y sintiendo en mi interior que hay que aprovechar el ahora, el momento, y no esperar el futuro incierto, necesito imperiosamente el contacto con la libertad, la naturaleza, la exploración y la tranquilidad y soledad; y todo esto, que ya disfruto en pequeñas dosis desde hace unos años, puede explotar a un nivel inimaginable si consigo hacer mía una de estas maravillas de la técnica y la independencia. Quizá no viva permanentemente en ella, tal vez me limite a unos días o semanas, para después regresar al nido estable de la ciudad, pero al menos sentiré la experiencia única de la emancipación total, el aislamiento absoluto mientras me rodea tan sólo el cielo estrellado y el camino abierto a mis pies, únicas necesidades reales, como bien decía Stevenson.

Sin embargo, aún restan unos meses para la meta; aún debo sacrificarme de verdad, a lo largo de cuatro largos meses, si quiero hacer real lo que ahora tan sólo es un deseo vaporoso. Si lo consigo, entonces ya estaré en condiciones de sacar mi orgullo, estallar de alegría y mirar al mundo con ojos nuevos. Entonces, si el momento llega, volveré a mirar al cielo, en busca de nuevos retos, nuevas emociones y renovados bríos para cumplirlos. Unos nacerán, otros quedarán en deseos. En ello, de hecho, consiste esto de vivir.

21 de abril de 2006

Antes del inicio



¿Qué había antes del nacimiento del Cosmos? ¿Hay alguna manera de saberlo? Por definición, con antelación al Big Bang, simplemente, no había nada. Si el Big Bang marca el inicio de la materia, del espacio y el tiempo, entonces previo a él sólo existía la nada, el no ser, la no presencia. Es decir, no había absolutamente nada que escuchar, ver u oir.

La ciencia nos revela qué sucedió justo una fracción millonésima de segundo después del inicio; para dilucidar lo que pasó antes, tan sólo nos sirve la inspiración, la instrospección y, quizá, la magia, el arte o la reflexión filosófica más ardiente y alejada del racionalismo convencional.

Entramos en el terreno de la metafísica exacerbada, de las especulaciones fantásticas, y es un terreno movedizo, irregular y desesperante. Si Dios hizo al Cosmos, ¿dejó pruebas de lo que existía antaño a esta creación? ¿Podemos alcanzar algún saber acerca de la nada, o estamos destinados a mantener nuestra ignorancia al respecto durante la eternidad? ¿No estaremos, al hacernos estas preguntas, acercándonos a la mente del Creador, a sus porqués? Si no había nada con anterioridad al Big Bang, ¿por qué tuvo que hacer un inicio, por qué no existe el Universo desde siempre? ¿No es acaso el principio un signo claro de que hay una intención, una motivación de que la consciencia y la inteligencia se pregunte acerca de su propia esencia? Un Universo eterno no requiere un inicio, un punto de partida; pero un Big Bang, un instante tras el cual se crea la materia y el espacio-tiempo, ¿no sugiere la existencia de la Voluntad?

Tal vez este Universo sea uno más dentro de muchos (o infinitos), creándose y destruyéndose sin cesar a lo largo de incontables eones. Quizá vivimos en un Universo destinado a desaparecer algún día en un Gran Colapso, para después renacer con nuevas condiciones físicas, en las que la vida posiblemente no tenga lugar o sea algo tan sublime que lo conocido hoy en la Tierra parezca insignificante y estéril. Quizá el destino de estos multi-universos sea la de una continua creación y destrucción, sin inicio ni fin reales, tan sólo una infinita sucesión de nacimientos y muertes.

Tales posibilidades son, a un tiempo, abrumadoras y fascinantes. Lo raro, lo sorprendente, lo que aún extraña más, es que seres tan poco privilegiados como nosotros seamos siquiera capaces de imaginarlas.