Pues desde ayer estoy trabajando de portero en un bloque de apartamentos en el Grao de Gandía, a 20 metros de la playa, que es justamente propiedad de los padres de otro blogero que patea estos lares internautas. Desde 1998, y ya ha llovido, no había tenido ningún otro empleo (sí... desde hace siete años casi, y eso que apenas tengo 25).
Unos lo entenderán como pereza, holgazanería o pocas ganas de independizarse. Ni mucho menos, aunque comprendo que haya quien piense así: mi vida transcurre por otros senderos... si os dijera lo que me gastado en los últimos ocho meses más de uno me llamaría embustero, pero es verdad; aunque no haya trabajado apenas, no he parado la mano delante de mis progenitores ni dos veces desde el pasado equinoccio de septiembre. Y sólo he comprado unos dvd's y un par de libros desde noviembre del 2004. Así se hace más llevadera la existencia, sin estar tan pendiente de los billetes. Unos necesitan trabajar, porque queman todo lo que ganan (y aún así les falta moneda). Otros, como yo, nos conformamos con cuatro duros, llevamos una vida austera y sin ningún lujo, y mientras, intentamos alcanzar el sueño de un trabajo digno.
Esto último lo comentaba en el blog de Javier Armentia ('Por la boca muere el pez' ver columna de la derecha) con un compañero blogero hará unos días. ¿Preferís a un estudiante (o estudioso) aún no independizado y sin un duro pero consciente de sí mismo, integrado en el Cosmos y crítico con el Mundo o un currante que absorbe todo lo que lee, oye y escucha? O sea, un tío de puta madre vacío de reservas económicas o un botarate con billetes que se le escapan de los bolsillos? Mi interlocutor no me contestó, quizá porque la respuesta era demasiado obvia.
Ahora me tocan dos meses completos de faena, sin ni un sólo día de descanso, pero a mí me da lo mismo. Voy a intentar, dentro de lo posible, disfrutar de cada una de las jornadas de trabajo, y la recompensa final no será el salario que pueda ganar, que para mí es insignificante (no por cuantía, sino por valor real), sino la perspectiva de nuevos meses dedicados al trabajo intelectual, que es el que verdaderamente aprecio y anhelo. Mantengo la esperanza de no terminar volviendo a las fábricas (que pisé en aquel lejano 1998) y, por el contrario, poder encauzar mi vida por el camino de la intelectualidad (aunque sea de pacotilla... qué le vamos a hacer). Las fábricas, los bares y los talleres son sitios dignísimos para todo aquel que sienta el deseo de trabajar allí. Yo necesito otros estímulos.
Y todo puede comenzar con estos dos meses de trabajo sencillo pero continuo y sin pausa, si tengo algo de suerte. Yo pondré todo de mi parte. Sólo necesito una pequeña ayudita de la Providencia (o de mis amigas las estrellas, que también tienen su chispa cuando les apetece...) para conseguirlo.
En fin, que este verano servidor se dedicará, después de tanto tiempo, a la actividad laboral en pos de futuro retos culturales e inefables excursiones por este y otros mundos. A ver que tal sale esta aventura.
3 comentarios:
Qué bonito, hermitaño. El día en que te quieras comprar un piso, ya me contarás.
Sin embargo se puede trabajar, preocuparse por el dinero (qué remedio, tal y como está el mundo), y sin embargo ser absolutamnete crítico con todo lo que nos rodea.
No hay porqué situarse en los extremos: o ser un eremita de vida austera, o ser un papanatas derrochador. En el medio está la virtud, amigo: "aura mediocritas"
Bueno hombre ya veras como poco a poco se iran abriendo las puertas y el panorama no será tan negro.
Saludos
Amiga arbiera;
Me faltan años para preocuparme por comprarme un piso, y no porque sea aún un quinceañero, sino porque por enmedio me llama una cosa llamada autocaravana, en la que se puede vivir, y que creo que es lo que en estos momentos tira más para mi bolsillo (y de mi corazón). De ello ya hablaré, porque también es algo que (me) puede solucionar muchos quebraderos de cabeza.
Cierto que los extremos no son buenos casi nunca, y que un equilibrio es lo deseable; sin embargo, puestos a elegir, yo me decanto por el estudiantillo integrado y crítico. El otro, el día de mañana, puede ser un pez gordo con cochazos y mansiones, pero seguirá perdiéndose los atardeceres, las estrellas, a la Humanidad y, si me apuras, hasta su misma vida.
Aunque eso también es muy discutible y quizá peco de prejuicioso.
Total, que yo trabajo poco pero vivo mucho; otros lo hacen al revés y tienen un futuro económico alentador. Nadie es mejor o peor, más listo o más tonto; son dos caminos distintos, con sus pros y sus contras, y cada cual elige el que más le conviene. Yo ya he elegido. Si he acertado o no, el sabio tiempo me lo dirá.
Abrazos, amiga arbiera.
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