5 de julio de 2005

No quiero creerlo

Hoy quizá debería hablar de la sonda Deep-Impact, dada mi naturaleza de oteador astronómico, pero ya tendré tiempo más adelante, si acaso, de comentarlo. Como resulta que leyendo el domingo las páginas color sepia, algo bastante infrecuente porque suelo aburrirme con sólo mirar los titulares, me encontré con una noticia sorprendente (o mejor dicho, con una notícia fea y terriblemente dolorosa), me decanto por comentarla antes que su homóloga cósmica.

En lás páginas de economía del 'El País' del día 3 de julio, pude leer que la empresa Zeltia, y más concretamente su filial biotecnológica 'Pharma Mar', dedicada en cuerpo y alma a conseguir medicamentos (de origen marino) anticancerígenos, no había sido capaz aún de vender en el mercado ninguno de ellos, y que el principio activo de su producto estrella, el Yondelis, estaba en propiedad de una universidad de Estados Unidos.

Lo que me sorprendió (no por serme desconocido, sino quizá porque estaba en un estado especialmente sensible) fue toda la maquinaria bursátil que se mueve en torno a los medicamentos, y en especial con este caso. No entiendo tanto de Economía como quisiera, pero me pregunto qué moral tendrán estas empresas farmacéuticas: intentar sacar al mercado un medicamento que sea rentable y haga elevar la cotización de las acciones, que dé beneficios y que sirva para mejorar la imagen de la compañía. ¿Eso es todo? ¿Eso es lo que les mueve, investigar para adquirir poder, riqueza y consolidación empresarial? ¿Y qué hay de las personas que sufren, las que supuestamente son la base de todo esta historia pero que, en realidad, al parecer sólo sirven de cebo, de cobaya y de excusa?



Me da miedo pensar que las grandes multinacionales farmacéuticas valoren más los índices bursátiles que la salud de la Humanidad, que tengan más en cuenta los altibajos de sus inversiones y la rentabilidad de las acciones gracias a la "fama" o a la buena imagen de tal o cual producto. Debería estar prohibido, por ley, que empresas relacionadas tan directamente con la salud pudieran entrar en Bolsa, y no por otro motivo que el de intentar separar dos conceptos, salud y dinero, tan antagónicos en realidad pero tremendamente conectados en nuestra sociedad actual. ¿Cómo puedo confiar en una empresa farmacéutica que cotiza en bolsa y cuyos beneficios se obtienen directamente del número de medicamentos lanzados al mercado y de las patentes que sus laboratios obtienen?

Este mundo de las finanzas y la salud es escalofriante: si saco un medicamento, gano dinero; si no, me quedo sin un duro. Algunas empresas tienen incluso que cerrar ante la perspectiva de no hacer frente a la bancarrota en la Bolsa. Es decir, dan prioridad al aspecto económico antes que al aspecto humano, anteponen los intereses de la Bolsa a los intereses de la salud pública, les estimula mucho más los beneficios de un medicamento que las vidas que pueda salvar.

Cuando las cosas alcanzan un nivel tan demencial, tan bárbaro y alejado del sentido común, siento una pena enorme por la desfachatez de las empresas farmacéuticas, por su mezquinidad y avaricia infinitas, y por la sensación de que esto se nos está yendo de las manos. Tiemblo al pensar en las gentes que van al armario, abren la caja de medicamentos y se lo tragan sin pensar en nada más, en todo lo que está más allá de la pastillita, en toda la mierda burocrática y empresarial que tiene detrás.


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Por eso, cuando leo también la polémica con el famoso Bio-Bac, medicamento inocuo y absolutamente desprovisto de intereses bursátiles (más allá de los cuatro euros que cuesta... una ganga en comparación con los carísimos tratamientos de quimioterapia y similares), no puedo por menos que enfurecerme. Persiguen y meten entre rejas a quienes aportan al consumidor un producto que, aunque tal vez no sea científicamente efectivo, sí lo es al menos para sus consumidores desde su óptica personal. Y a aquellos que juegan a las finanzas entre montones de dinero, quienes trafican verdaderamente con la salud de las personas enfermas y aquellos que salen en los periódicos mostrando el último producto de sus investigaciones orientadas únicamente al mercado bursátil, a todos estos se les alaba y reconoce su labor en pro de la Humanidad.

Así las cosas, a uno le gustaría poder hacer estallar toda la sociedad occidental y hacerla desaparecer para siempre de la faz de la tierra. Hay límites que, una vez superados, nos hacen perder la perspectiva de lo ético, lo racional y lo humano. Me parece que quienes están tras esta gran falacia ya lo han superado. Los negocios son una cosa, la salud de las personas, otra muy distinta.

Bueno, corto ya que me enrollo hasta la galaxia de Andrómeda... :).

5 comentarios:

chusbg dijo...

Un punto de vista muy realista y atinado creo yo.
Las empresas que elaboran los medicamentos no investigan sobre posibles fármacos para curar enfermedades que tienen muy pocos, enfermedades que hacen sufrir mucho, pero que no darían dinero, caso de descubrir el medicamento que las curaría.
Yo tampoco entiendo mucho de economía, pero desde mi ignorancia siempre me he preguntado por qué los estados no son los encargados de la investigación farmaceutica, quizá sea una barbaridad económica lo que digo pero ¿dónde se ve más que tiene que haber un estado si no es en la salud pública?
Hay mucho dinero en juego, y los responsables de estos negocios compran políticos, médicos y lo que haga falta.
Un saludo

chusbg dijo...

Perdona, después de pocos, debiera ir enfermos, ha sido un lapsus.

elHermitaño dijo...

Estoy de acuerdo contigo con que el estado debería ser quien aportara medicamentos, operaciones, transplantes y lo que hiciera falta por la buena salud de la población.

Pero eso, a ojos de cualquier político o empresario, sería una ruina. Hay empresas farmacéuticas que facturan más que el producto interior bruto de muchos países. Si les quitas el negocio, se rebelarían de dios sabe qué manera. Casi mejor dejar el mal hecho y conocido que auspiciar uno que aún está por llegar.

Claro que también se podría decir lo mismo de los alimentos, por ejemplo. Es un tema complejo, pero la cuestión sigue siendo la misma. ¿Unir salud y negocios? No cuadran demasiado bien a mi entender, pero eso es lo que hay todos los días. Y en cuanto alguien se sale del sistema, es acorralado (el caso del Bio-Bac es idiosincrásico en ese sentido).

Saludos y abrazos, amigo.

Anónimo dijo...

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