20 de noviembre de 2005

Mundos por descubrir



Hay toda una legión de nuevas Tierras entre el espacio relativamente cercano. Es algo que sólo la observación nos niega, de momento, pero que la razón (y también el corazón) nos dicta como lógico y perfectamente natural. No hay ningún motivo por el que existan grandes planetas como Júpiter y Saturno y no como nuestro mundo. Es cuestión de tiempo encontrar esos planetas similares a la Tierra. Quizá sea cuestión de muy poco tiempo.

Desde 1995, hace justo una década, se han identificado más de 120 nuevos planetas; en algunos casos hemos visto varios cuerpos orbitando otros soles, es decir, hemos descubierto otros sistemas planetarios, tal y como lo es nuestro Sistema Solar. La lástima es que nuestros métodos de detección carecen aún de la suficiente precisión y resolución para captar la evidencia de mundos tan pequeños como la Tierra. Gigantes de gas como Júpiter son muy comunes, y es de suponer que, entre esos grandiosos planetas, sea también habitual encontrar otros mundos más pequeños, rocosos, algunos con atmósfera y, quizá, con formas de vida primitivas e inconcebibles. Tal vez, aunque sea rizar mucho el rizo, esa vida primitiva haya evolucionado y haya alcanzado un estadio de mayor desarrollo; quién sabe si, entre las nubes y el agua, entre las rocas y las ventiscas de ese planeta incógnito aún para nosotros, reside la huella de la inteligencia.



Sabemos que únicamente en torno nuestro, en la región de la Vía Láctea más próxima a nuestra situación cósmica, hay una gran cantidad de planetas. Extrapolando eso a la Galaxia entera, quizá haya millones de mundos como la Tierra entre el gas y polvo de los brazos espirales, perdidos entre la inmensidad y deseosos de ser explorados. Millones de planetas para explorar implica mucho tiempo disponible. La Humanidad, si es sabia, lo posee, y nada parece indicar que los problemas tecnológicos y de energía que ahora hay para saltar a las estrellas sean un obstáculo dentro de mil años, o incluso antes. Pero hay que sobrevivir, y hay mucho malestar entre los diferentes pueblos que moran en la Tierra. ¿No sería terrible, estúpido e inconcebible por nuestra parte dejar escapar todo lo que el Universo nos reserva sólo por una cuestión de orgullo patriótico, avaricia y rivalidad? Ahí fuera nos esperan nuevos mundos y el ser humano está ávido por descubrir, por ampliar sus horizontes. ¿Vamos a permitir que unos pocos mercenarios, los ejecutores de la voluntad de los poderosos, esos por quienes la Humanidad puede estar condenada, sean quienes decidan si vamos o no alcanzar las estrellas?

Hay que expandirse, pero es necesario un cambio. No podemos trasladar los procedimientos y formas que hemos usado en la Tierra cuando salgamos al exterior. Debemos mejorar; debemos respeto al Cosmos. Aquí, en este planeta, hemos fallado estrepitosamente, hemos hecho muy mal las cosas, y seguimos siendo incapaces, por desidia y por inercia, de mejorar. Pero el Universo es enorme, frío y hostil, y no nos protegerá de las inclemencias como lo ha hecho nuestra querida Tierra. Sabemos que debemos ir allá, hacia afuera, pero hay que respetar, cuidar y conservar. Entre la legión de mundos que esperan nuestra visita, el ser humano tiene la complicada tarea de mantener en ellos la llama de la vida y de la conciencia interplanetaria.

Hay que amar, como algo natural, al Cosmos. Es nuestro mejor Dios.

3 comentarios:

Josep Peig dijo...

"Hay que amar, como algo natural, al Cosmos. Es nuestro mejor Dios."

El mejor, el único y el que desde siempre ha reconocido el ser humano. Si hasta en muchas tradiciones religiosas oran o rezan mirando hacia los cielos...hacia nuestro origen. Somos polvo de estrellas y formamos parte del cosmos.

Saludos

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho lo que dices y como siempre has elegido unas fotos estupendas.
Un saludo

elHermitaño dijo...

Bueno, chusbg, no son fotos, son ilustraciones, porque aún no podemos hacer fotografías directas de otros mundos ajenos a nuestro Sistema Solar.

En cualquier caso, gracias por tu amabilidad ;).